El poder de los fuertes

Al mundo se lo terminan siempre  repartiendo entre sí los poderosos, los más débiles hacen lo que pueden en la medida de sus posibilidades para resistir y defenderse. La Historia está llena de arbitrariedades y mucha violencia.

            En cada Estado que ha nacido, cada país, cada nación forjada hay detrás mucho dolor y muerte y el futuro tampoco se ve exento de tanto sufrimiento porque las fronteras cambian… cambian con el tiempo, sufren una metamorfosis dependiendo de los intereses del país con mayor poder en esa confluencia limítrofe.

            Basta con otear los mapamundis del pasado reciente y del pasado antiguo para darse cuenta que la humanidad no ha dejado de provocar transformaciones delatadas inclusive por el propio peso de la geografía territorial.

            Y sucumben los débiles. Hace unos días revisaba algunos pasajes históricos acerca de la repartición de territorios y no me refiero ni a Corea, ni a lo sucedido con México o  Vietnam, ni en su momento con Alemania; lo hago pensando en los Acuerdos de Múnich del 30 de septiembre de 1938.

            Hitler que estaba tomando el pulso al resto de los europeos para ver hasta dónde podía llegar en sus ambiciones, reclamó para Alemania el territorio de los Sudetes que pertenecían a Checoslovaquia esgrimiendo que la mayoría de la población es germana.

            Los checos mantenían un despliegue militar en la frontera con Alemania porque pensaban que, en cualquier momento, habría una guerra por dicha franja de su territorio.

            A Hitler le bastó mediar a través de Hermann Goring, para que el entonces primer ministro británico, Arthur Neville Chamberlain y su contraparte, Edouard Daladier por Francia aprobasen que Alemania podía incorporarse los Sudetes a su país. Así de simple, quedarse con él  con la venia de Francia, de Reino Unido, la complicidad de Italia y es más, ninguna autoridad checa, fue invitada a la reunión.

            Chamberlain, con su tibieza, creía que era una forma de evitar la guerra, aunque en realidad lo que hizo fue empoderar a Hitler y darle alas para que invadiese a Europa como la gangrena.

            Del pasado inmediato al presente. El actual momento que estamos viviendo en la aldea global es sumamente delicado y no puedo dejar de verlo como parte de un todo: con una guerra biológica en acción y también con una guerra híbrida;  con amenazas cibernéticas todos los días en complejos vitales; una guerra en la que se busca hundir la arquitectura financiera, comercial, política y multilateral construida por Occidente tras finalizar la Segunda Guerra Mundial. Hay una guerra  oculta para destruir al dólar y al sistema monetario internacional porque eso significa hundir a Occidente, debilitarlo para poder apropiarse de todos los  Sudetes que sean necesarios.

            Si los estrategas de la OTAN tienen capacidad de prognosis sabrán bien que son muy débiles ante alianzas como la rusa con la china sumada a la iraní y con el dictador norcoreano Kim Jong-un convertido en un loco que en medio de las tensiones regionales y geopolíticas  lanza misiles como si estuviese lanzando fuegos artificiales al cielo. Lleva cinco pruebas desde que inició el año, con misiles convencionales, balísticos e hipersónicos.

            Se ha jugado demasiado con fuego y el mundo está más armado que nunca en su larga Historia. Nunca ha habido tal cantidad de armamento, bombas y tanta artillería para destruir a los seres vivos como ahora. Y da miedo de pensarlo.

A COLACIÓN

            ¿Cómo lograr que no desborden  los ánimos digamos en el caso de Ucrania y Rusia? La respuesta más correcta pasa por la vía diplomática y el diálogo así como la mediación, pero nadie ha mencionado siquiera a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como interlocutor creíble, como árbitro de paz y de mediación.

            No es solo que estemos armados hasta los dientes, es que los débiles no tienen un interlocutor que los defienda porque la ONU no sirve para nada, desde el momento mismo en que las potencias solo se reconocen entre sí para negociar y no buscan a António Guterres como referí entre las partes.

            Hay muchas cosas que no funcionan como deberían y quizá sea un buen momento para readaptarlas y fortalecerlas para que sirvan para lo que han sido creadas como por ejemplo: la Organización Mundial de la Salud (OMS) a la que ninguna potencia le hace caso en lo que lleva de la gestión de la pandemia.

            Sin interlocutores fiables, que generen respeto y en los que todo el mundo se sienta representado, será muy complicado evitar que pasen más situaciones en las que el débil termine avasallado por el fuerte ya sea por una guerra o una tarde de café entre varios líderes que se ponen de acuerdo entre sí. Porque Estados Unidos no siempre será Superman y la OTAN todavía no sabe, bien a bien,  lo qué quiere ser.

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