¿Una guerra biológica intencionada?

Han pasado dos años y seguimos en pandemia del SARS-CoV-2 con contagios, vacunas, enfermos y fallecidos porque  no ha desaparecido ni tampoco se ha vuelto endémica.  Hace poco más de un mes comenzaron extraños casos de una hepatitis infantil aguda que Reino Unido fue el primero en reportar y ya hay más de 400 casos en varias partes del mundo, y ahora, la viruela del mono de reciente aparición amenaza con extenderse.

El pasado viernes, la Organización Mundial de la Salud (OMS) convocó de forma urgente una reunión de su comité científico ante el avance de los casos de contagio provocados por  la viruela del mono que ha irrumpido de la nada en nuestras vidas así como lo han hecho el coronavirus y la hepatitis infantil aguda.

Hasta la fecha, ningún científico de forma fehaciente y creíble ha demostrado el origen real del SARS-CoV-2 porque todas son conjeturas acerca de su origen zoonótico. Sin embargo, persiste el misterio del animal transmisor.

No son pocos los que con cierta mentalidad conspirativa atribuyen a China su responsabilidad, pero además de forma deliberada  e intencionada, con esas hipótesis que hablan de un virus en el laboratorio de Wuhan que se dejó escapar para matar gente como lo está haciendo todavía.

La realidad es que, a dos años de distancia y viéndolo con la corta retrospectiva proporcionada por el paso del tiempo, China ha salido perjudicada de esta pandemia sus crecimientos económicos son y serán mucho menores de lo que el propio gobierno de Xi Jinping, había pronosticado para sus planes quinquenales antes de 2020.

Y cada brote los obliga a un costoso confinamiento en términos económicos, sociales y sanitarios. China no se pegaría un tiro en el pie soltando un virus  para vengarse de Estados Unidos y sus políticas proteccionistas y la cascada de aranceles comerciales impuestos por la pasada Administración de Donald Trump y mantenidos por el actual gobierno del mandatario Joe Biden.  A China le perjudica la pandemia y además le provoca un cierto daño colateral en su reputación porque claro, ¿quién quiere hacer negocios e inversiones con un país capaz de soltar un virus?

En 2019, la incertidumbre de si Trump saldría reelegido y los constantes roces de Estados Unidos con China y la situación de frialdad de Washington hacia la Unión Europea (UE) y la OTAN tenían a tope de noticias los medios de comunicación. Bajo ese escenario, jamás pensamos que  a la vuelta de la esquina  estaríamos metidos de lleno en una guerra biológica y que, al segundo año de la pandemia, Rusia invadiría a Ucrania.

Emmanuel Macron, presidente de Francia, fue muy puntual al declarar en su momento que el coronavirus nos había metido en una guerra biológica y así lo es en efecto.

Aunque la gran interrogante sigue siendo si es intencionada, si algún gobierno está detrás y si forma parte del puzle de la invasión a Ucrania porque además hay una guerra híbrida. Hace ya largos meses que los hackeos cibernéticos son una seria amenaza a la seguridad en Europa  y en Estados Unidos.  La invasión los ha recrudecido.

También hay una guerra de desinformación recrudecida con la pandemia  y que provoca confusión, irritación y temor en la población occidental. Hay un denodado interés por destruir los valores de la libertad, de la democracia, del respeto a los derechos humanos y de la libertad de expresión.

La guerra biológica es además un enorme distractor porque mantiene a los gobiernos de cada país ocupados en atender su propia emergencia sanitaria primero la del coronavirus, ahora el enigma de la hepatitis infantil aguda que en los casos más severos destruye el hígado de los menores y terminan siendo trasplantados.

Si los hospitales públicos y privados de los países ya estaban rebasados por la cantidad de enfermos contagiados por Covid-19 y las camas sobresaturadas ante una infección de larga curación, ahora el estrés sanitario continúa acentuándose porque además hay que atender a los que enferman por la hepatitis aguda con la enorme preocupación de salvarles la vida a contrarreloj tomando en cuenta que son vidas tempranas. Un trasplante no es precisamente barato.

El enorme impacto económico que está guerra biológica está dejando en el sistema sanitario en general es elevadísimo. Y no hace más que empeorar.

A COLACIÓN

La viruela del mono se suma a este enigma. La OMS no descarta que siga extendiéndose ya está en una docena de países y los casos de personas contagiadas van incrementándose documentándose contagios comunitarios y extracomunitarios. De gente que viaja. De esta pesadilla alguien es responsable, ¿quién es el principal beneficiario de todo este desbarajuste?

La viruela del mono no proviene de los primates, sino al parecer de los roedores y si bien se detectaron casos en África en 1970, es una enfermedad poco frecuente y rara. No se sabe cómo inició el brote actual pero esta semana podría ser crucial para que empiecen a tomarse medidas a nivel global para frenarlo.

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