La nueva llegada a la Luna será en 2024, a bordo de la SpaceX Starship, nave de la escudería de Elon Musk. Llevará astronautas de la NASA. Curiosamente, será un retorno al mayor hito de la historia de la humanidad ocurrido hace más de medio siglo, cuando Neil A. Armstrong y Edwin “Buzz” Aldrin pisaron el suelo lunar.
En pleno apogeo de la era espacial, Eugene Cernan, de la misión Apolo 17, anunciaba que el siguiente paso sería Marte, a finales del siglo XX.
El viaje al planeta rojo no ocurrió y Cernan fue el último en pisar el suelo selenita en una epopeya –misiones Apolo– cuyo costo ascendió a unos 280,000 millones de dólares (mdd) actuales. Esta cantidad de dinero convirtió a Estados Unidos en la primera potencia espacial, por encima de la Unión Soviética, solventada por los contribuyentes norteamericanos.
La nueva era espacial
Los astronautas del Apolo abrieron un camino que nadie siguió. Sin motivos políticos, la NASA dejó de desarrollar viajes tripulados a otros planetas. Se concentró en el programa de transbordadores espaciales que inauguró en 1981 y terminó en 2011, tras 135 misiones que contribuyeron a la construcción de la Estación Espacial Internacional (EEI), un proyecto de más de 100,000 mdd en el que participaron 15 países.
Sin embargo, hacia 2024 concluirá su participación en la EEI.
No obstante, este es un momento coyuntural para la historia espacial. En el horizonte ha surgido un grupo de emprendedores multimillonarios, del que destacan Jeff Bezos, quien ya viajó al espacio, y Elon Musk, quizás el más adelantado en dedicar su riqueza a la resurrección de la carrera espacial y fundador de Space Exploration Technologies (SpaceX) en 2002.
Con el uso de innovaciones científicas y tecnológicas, ambos magnates intentan enviar a los humanos más lejos de lo conseguido por la NASA y disminuir el importe de los viajes espaciales. Su presencia ha abierto la puerta a la explotación comercial del espacio.
Musk y Bezos buscan ser los líderes de esta odisea millonaria. Aunque en un principio nadie los tomó en serio, el mundo volteó a verlos cuando demostraron que sus cohetes podían volar más allá de la frontera del espacio y, a su regreso, aterrizar en vertical.
Estos visionarios han logrado desarrollar naves reutilizables que pueden volar, aterrizar y después volver a volar. Con ello han reavivado el interés por los viajes espaciales tripulados como no se había visto en décadas.
Tienen en sus manos una tecnología con el potencial de reducir drásticamente el precio de los trayectos fuera de la Tierra.
El ingeniero mexicano Fernando Mier-Hicks participa en la misión del Rover Perseverance de la NASA en Marte; para él, la llegada de genios financieros y tecnológicos como Musk y otros empresarios a la carrera espacial era inevitable, esperada y bienvenida.
“Cuando se acaba la Guerra Fría, las motivaciones políticas ya no son fuertes y caen los recursos de la NASA tan drásticamente que ya no se pudo llevar a humanos a Marte. Es aquí cuando entra el factor comercial y empresarial, personas proactivas que no tienen que batallar con la burocracia política. Surgen talentos empresariales del tamaño de Musk que sueñan con llevar a humanos a Marte para convertir a nuestra civilización en interplanetaria”.
Mier-Hicks es ingeniero en Mecatrónica por el Tec de Monterrey, además de doctor en Ingeniería Espacial por el MIT.
Para él, “Musk lo ha hecho muy bien, ahora es el líder de los lanzamientos espaciales, el cerebro de SpaceX y de otras empresas tecnológicas que integran una formidable plataforma de innovación que lo puede impulsar a cumplir la meta de llevar a humanos a otros planetas”.
Horizonte prometedor
Pese a la pandemia, guerras e inflación, el sector espacial vive una nueva época dorada gracias a la llegada no solo de las iniciativas y las grandes fortunas de Musk y Bezos, sino de los inversores privados, como fondos de capital de riesgo, que no han dejado de invertir en el espacio.
A partir de ahora, en el espacio habrá financiamiento de empresas como SpaceX, Amazon, Axiom, Virgin Galactic, Blue Origin, Boeing, United Launch Alliance, Astrobotic, Nanoracks, Lockheed Martin, Voyager Space y cientos de startups.
Estas firmas serán protagonistas en la capitalización del espacio. Ángel AbbudMadrid, director del Center for Space Resources, opina que en las órbitas terrestres bajas pueden operar países como México, con un sector aeroespacial grande, además de empresas como Thrusters Unlimited, con satélites comerciales en órbita.
De acuerdo con los fondos de inversión Kensho Final y Space Angels, para 2040 la industria espacial podría valer hasta tres trillones de dólares, dependiendo de la evolución tecnológica en sectores clave.
El fin es permitir que más compañías desarrollen sus propios proyectos en el espacio a un precio accesible, así como atraer propuestas comerciales para la extracción de recursos espaciales y lograr la impresión 3D con material del espacio, con el propósito de depender menos de la producción terrestre.
Charles Bolden, exastronauta y administrador de la NASA durante la presidencia de Barack Obama, dijo que el papel del sector privado es fundamental para el éxito de la exploración espacial.
Según mencionó en 2019 a El País, las oportunidades de negocio son muchas. Partidario del esquema de colaboración entre la agencia espacial y el sector empresarial, consideraba que alguien tiene que operar en órbitas terrestres bajas; no recomendaba que fueran los gobiernos, porque había startups y empresas que podían hacerlo.
“Necesitamos al sector privado en esta aventura. La NASA ya no construye cohetes, lo hacen compañías especializadas”, insistió.
En 2022, la NASA obtuvo 24,800 mdd para fines científicos, una cifra histórica. Según la firma BryceTech, “las empresas que hoy hacen dinero en el espacio son compañías digitales y satelitales. De los 371,000 mdd facturados por el sector en 2020, casi 271,000 pertenecían a empresas satelitales, siendo la televisión, los dispositivos y los chips de navegación las principales fuentes de ingresos”.
Sin duda, el área comercializable es, por ahora, la de las órbitas inmediatas del espacio. Ahí, para mejorar la vida en la Tierra, se pondrán a orbitar satélites para procurar internet de banda ancha, estudios ambientales, telecomunicaciones, aplicaciones farmacéuticas, minería, investigación y turismo.
En la trayectoria orbital de los 400 kilómetros de altitud también se proyecta Star Lab, la primera estación espacial comercial de vuelo libre. Se trata de una plataforma con tripulación continua que respalda un negocio diseñado para permitir la ciencia, la investigación y la fabricación con gravedad cero para clientes de todo el mundo, entre otros proyectos.
El mercado impulsado por los capitales ya se anima en la órbita baja, donde el turismo espacial estará al alcance de más gente. En unos años se espera que haya más astronautas civiles y turistas que disfruten de hoteles, centros comerciales, investigación y negocios espaciales. No cabe duda de que la comercialización de la última frontera ya inició y la extensión del emprendimiento terrestre en el espacio es inexorable. (J. Alberto Castro)
Fuente: tecreview.tec.mx