Algo se mueve en Medio Oriente

Y mientras la política norteamericana ha dado un paso atrás no solo en África, América Latina o Medio Oriente para enfocarse en Rusia y fundamentalmente en la expansión de China, es precisamente en Medio Oriente que resalta el papel de liderazgo regional que Arabia Saudita va adquiriendo a pasos agigantados. Esta vez velando más por sus propios intereses regionales que por los de Estados Unidos en dicha parte del mundo.

En buena medida está detrás la visión del controvertido príncipe heredero a la corona de Arabia Saudita, Mohamed bin Salman, que también ejerce de primer ministro del reino.

Arabia Saudita quiere la estabilidad de la región y China también la pretende sobre todo para sus proyectos de la Nueva Ruta de la Seda. Ha sido precisamente la mediación de la diplomacia china tras años de negociación en secreto entre Irán (potencia chií) y Arabia Saudita (potencia suní) que se  logró lo que parecía imposible entre dos históricos antagonistas que se disputan entre sí el control regional y que, encima, defienden siempre a bandos contrarios.

Lo impensable se logró y sin que Washington siquiera mediase y además en un momento crucial para la política norteamericana que viene pidiendo más sanciones y dejar más aislado a Irán tras sus nexos con Rusia. A bin Salman poco le ha importado la petición de Washington y en marzo pasado, Irán y Arabia Saudita, restablecieron relaciones diplomáticas.

Nuevamente el mundo árabe manda otro mensaje a Biden dado que el mismo día que en Hiroshima se inauguraba la cumbre del G7, a miles de kilómetros de distancia, en Jeddah, la Liga Árabe reintegraba a Siria a su foro tras casi doce años ausente y lo hacía con el mismo Bashar al Assad al frente de la nación persa.  El mandatario sirio logró sostenerse en el poder contra los grupos opositores en medio de una sangrienta y larga guerra civil gracias al apoyo de Irán y de Rusia.

Con el conflicto palestino-israelí en la mira de la Liga Árabe,  el primer ministro de Argelia, AymanBenabderrahmane, pidió a la comunidad árabe poner fin a la expansión de los asentamientos emprendida por Israel en Palestina.

Arabia Saudita ejerce la presidencia rotativa de dicho bloque y para bin Salman son varios los temas que urgen resolver a fin de lograr el camino de la estabilidad regional, la paz y la prosperidad ansiada por todos: 1) la crisis palestino-israelí; 2) la situación en Siria; 3) la crisis que atraviesa el Líbano; 4) la búsqueda de la paz en Yemen; y 5) la situación de inestabilidad en Sudán.

A la cumbre de la Liga Árabe llegó también Zelenski  para hablar de la situación que atraviesa Ucrania y para pedir al mundo árabe que deje de mirar de perfil la invasión rusa y se atrevan a condenar la acción bélica. De hecho, bin Salman se ofreció como mediador de paz.

Al respecto de Ucrania, habló in situ el mandatario Zelenski en una circunstancia histórica dado que es la primera vez en todo el tiempo que lleva la invasión que tiene oportunidad de dirigirse a los líderes del mundo árabe.

 

“Lo que está pasando en nuestro país es una guerra, no solo un conflicto. Ucrania no eligió la guerra y no participó en ninguna hostilidad dentro del territorio de otros países”, reiteró Zelenski ante la mirada incrédula de Bashar al Assad que declinó ponerse el traductor y optó por ponerse de perfil.

A COLACIÓN

No solo son armas, artillería y municiones. A lo largo del paso de los meses, al calor de la invasión, el presidente Zelenski ha ido sumando más y más apoyos en envío de dinero y sobre todo de armamento. Lo que empezó con suministros de granadas y armas evolucionó hacia la entrega de equipo y de armamento pesado por parte de varios países siempre al amparo de visto bueno de Washington.

Esta vez, el líder ucranio pidió aviones de combate para su contraofensiva. Tras dos meses y medio de presionar abiertamente, el presidente Biden finalmente dio su visto bueno.

También en Hiroshima, los líderes reunidos en el G7 abrieron un nuevo frente de sanciones contra Rusia. ¿Cuáles son las nuevas sanciones?  Son las siguientes: 1) Garantizar que las exportaciones de todos los artículos críticos para la maquinaria de guerra de Rusia estén restringidas en todas las jurisdicciones del G7; 2) tomar medidas para evitar aún más la evasión y elusión de las medidas contra Rusia; 3) restringir el uso del sistema financiero internacional por parte de Rusia, incluso impidiendo que las sucursales de terceros países de bancos rusos se utilicen para evitar sanciones; 4) tomar medidas para limitar los ingresos de Rusia por sus ventas tanto de energéticos como de   metales; 5) trabajar juntos para restringir el comercio y el uso de diamantes extraídos, procesados o producidos en Rusia; y, 6) privar a Rusia de la tecnología, los equipos industriales y los servicios del G7 que respaldan su maquinaria de guerra.

Por lo pronto, Anthony Blinken, secretario de Estado de Estados Unidos, anunció que su país impondrá nuevas sanciones “a unas doscientas empresas y personas”   y se sanciona a la empresa rusa, Alrosa, principal productora y exportadora de diamantes del mundo.

Como contramedidas, Rusia  determinó prohibir la entrada a su país de otros 500 ciudadanos norteamericanos e incluyó en la lista al expresidente, Barack Obama, por quien Putin guarda especial animadversión. “Hace mucho que Washington debió entender que ni un sola hostilidadcontra Rusia quedará sin una dura respuesta”, de acuerdo con el Ministerio de Exteriores ruso.

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