Hijo de… ¡Maestro!

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Si alguien preguntara sobre el número de profesiones legalmente reconocidas por la autoridad federal en México (Secretaría de Educación Pública) entiendo que la respuesta es indeterminada, porque es necesario reconocer entre una profesión y un oficio, aunque pudiera identificarse entre los que destacan las licenciaturas y las carreras técnicas.
Una carrera que en 1988 ingresó al terreno de las licenciaturas es la de educación, del nivel que me diga, desde preescolar, primaria y educación media. Aunque también están las licenciaturas universitarias en educación.
Ser maestro de educación básica (que son los más) es una profesión de impacto social directo y aseguran es tradicionalmente femenina, cuya formación curricular en las Escuelas Normales, a partir de 1988, corresponde al del profesional más completo, pedagógicamente hablando.
Antes de implementarse el Plan de Estudios de licenciatura en Escuelas Normales, la misma Universidad Pedagógica Nacional, adecuó estudios que homologaban la normal con la licenciatura, según los criterios de entonces. Por lo tanto, los profesores incluso se vieron beneficiados con estímulos económicos.
El título de hoy es con la intención de agradecer a los maestros, por lo que rescato de las redes sociales la narración de una hija de maestros, dedicada a su madre en ocasión del 10 de mayo, ‘Día de la Madre’.
“Soy hija de maestros, aunque corrigiendo un poco, soy hija del Centro de Educación Inicial (CENDI) también conocidos en un tiempo como Guardería Infantil. Mi estancia en ahí se dio desde los pocos meses de mi vida. Ahí pasé mi primera infancia y no tuve una, tuve a varias educadoras como madres temporales. Maestras jóvenes, maduras, flacas, gordas… pero sin duda todas cariñosas que se esmeraron en cuidar de mí y de los compañeritos de sección.
Ellas, como mamás me preparaban el biberón hasta cambiarme el pañal, incluso me cuidaban con mayor esmero y delicadeza cuando estaba enferma. ¿Mi madre?… También maestra, pero cuidaba otros niños en la escuela.
Aprendí a caminar en el CENDI, también a comer con cuchara, a controlar mis necesidades, a jugar y respetar a mis compañeros; ahí aprendí a usar el lápiz, los colores y mis torpes manos infantiles a rasgar y cortar.
Mis maestras siempre me ayudaron, me guiaron en muchos más aprendizajes, aunque mi mamá también enseñaba en la escuela a otros niños y hasta vigilaba los juegos de otros escolares.
Mis recuerdos infantiles en la mayoría de los festivales del Día de la Madres o las ceremonias cívicas donde participé, la ausencia de mamá estaba segura porque ella ensayaba con sus alumnos los bailables, tablas gimnasticas, exposiciones, trabajos manuales, etc., para agasajar a otras mamás.
Mi madre, al fin madre y maestra, siempre llegaba por mí corriendo, muchas veces ayudándonos a jalar la mochila, preguntando las tareas pendientes y de los temas que habíamos visto en clase… Mientras ella, llegando a casa, nos atendía con una sonrisa, un cariño… mientras preparaba la comida, lavaba trastes y supervisaba el hacer tares. Ella incluso preparaba clase, el examen, o la larga lista de quehaceres del día siguiente.
Ser hijo de maestros no es tarea fácil, porque mientras nuestros maestros nos educan para la vida, nuestros padres educan a los hijos de otros, con la idea de que sus alumnos sean hombres y mujeres productivos en cualquier área social. Ser hijo de maestros es un orgullo, es una acción que nos distingue de los demás…” Hasta aquí la cita.
Ser maestro es recomendar a los hijos propios y ajenos, los mejores senderos para una vida futura, darles ese alimento del alma, esa vitamina que ayuda al espíritu de superación, de honradez que son los elementos para ser felices.
Muchas veces me pongo a pensar si esos padres o madres realmente revisan la tarea de sus hijos o simplemente aparentan hacerlo, porque la dura chamba docente sin duda es muy cansada.
Este 15 de mayo es Día del Maestro, a ellos y ellas mis respetos y agradecimiento perene por haber contribuido a la formación de mis hijos, ahora profesionales en diversas áreas del saber humano.
Maestros de Tamaulipas y México: ¡Gracias!

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