Rinden tributo con danza y rosario a San Isidro; piden lluvia para el campo

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-Rancho ‘El Capricho’ lo organiza desde hace 18 años.

Nuevo Laredo, Tamaulipas.-Al igual que en otros lugares del país en donde el calor, la sequía y la ausencia de lluvia tienen al borde del colapso la actividad agrícola, en esta frontera una treintena de agricultores se reunieron en el rancho ‘El Capricho’ para rezarle a San Isidro Labrador que traiga la lluvia y aleje el calor, y entre danzas y rezos hicieron la plegaria al santo instalado en una pequeña capillita para que la lluvia se presente.

Desde las 6 de la tarde del miércoles los rancheros comenzaron a llegar a este sitio ubicado al sur del aeropuerto internacional, casi al final de una larga, estrecha y polvorienta brecha oculta por mezquites y huizaches, justo cuando el sol comuenza a caer.

María Elena Ortiz Lara, propietaria de ‘El Capricho’ dice que desde hace 18 años realiza este ritual a San Isidro por recomendaciones de su fallecido esposo Jesús Santillano, “y año tras año hacemos un rosario a San Isidro y le traemos matachines, además de una cena a los acompañantes y visitantes de los ranchos vecinos que traen una veladora, flores o un San Isidro”.

A esa hora el sol cae a plomo sobre los ranchos y ejidos circundantes, pero en ‘El Capricho’ todo es esperanza para que caiga la tan ansiada lluvia, algo que curiosamente ocurre cada que se le reza a este santo, según la versión de María Elena.

Y es que a San Isidro, considerado por los campesinos como el santo de la lluvia, en cada temporada de sequía y de calor extremo se le pide que llueva para regar el campo y mitigar el sofocante calor que agota a quienes hacen las labores agrícolas y ganaderas.

Son casi las 8 de la noche y el calor aún es intenso, casi 40 grados centígrados, pero el sillerío ya está instalado al frente de la capillita y a un lado de la casona de la matriarca y responsable de organizar estas fiestas patronales al santo se la lluvia.

“Siempre es el mismo día en que rezamos, y casi siempre nos llueve el mismo día, justo cuando rezamos y cuando bailan los matachines, y si no, llueve al siguiente día”, menciona María Elena con enorme gusto y devoción por seguir esta añeja tradición, y porque la lluvia casi siempre se presenta luego de la plegaria.

La danza y la comida

Al filo de las 8 de la noche comenzaron a llegar los matachines, un bien organizado grupo de hombres, mujeres, niños y niñas de la colonia popular Villas de San Miguel, los que pertenecen al grupo ‘Danza Guerrero’ que desde hace once años lidera Margarita Guerrero para presentarlos en diversas fiestas patronales de esta ciudad.

Poco a poco van colocándose los trajes compuestos por enormes, vistosos y emplumados penachos artesanales multicolores, los que son elaborados en Durango, de donde es Margarita y desde donde trae algunas innovaciones que introduce en esta danza; tal vez por ello es que este grupo tiene mucha demanda y no le fallan las invitaciones para danzar por diferentes motivos, principalmente relacionado con la devoción a diversas santidades.

Ya vestidos y al toque de un tambor inicia la caminata rumbo a la capillita a San Isidro, fabricada de gruesas láminas metálicas color marrón. Al centro el santo y a un lado una figura de la virgen de Guadalupe; en el piso varios ángeles y un San Judas Tadeo, como fieles guardianes son rodeados de vistosas flores y veladoras sentadas en un piso de piedra artesanal.

Justo a las 8 inicia la danza al ritmo del toque múltiple de un tamborillero que marca el ritmo que debe seguir el grupo en la danza, y de esa manera en un constante ir y venir hacia la capilla inicia la devoción y la pegaría a San Isidro en medio de una ligera tolvanera provocada por el constante golpeteo de pies en el pio terroso de quienes danzan, polvillo que envuelve a los rancheros y ejidatarios que presencian con devoción y respeto este tributo al santo de la lluvia, con la esperanza de que llueva de manera abundante para que termine esta sequía, llene las presas y agostaderos, y permita a los productores de la región recupera algo de su economía perdida por una extensa sequía de varios meses.

Al término de la danza llegó la recompensa. Un delicioso platillo de cabrito de granja, guisado de puerco y refrescos en abundancia, lo que es ofrecido a los invitados y a los danzantes con mucha devoción y cariño por la organizadora de este tributo a San Isidro labrador, por María Elena Ortiz Lara, quien ya piensa en el rosario del próximo año.

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