Camposanto Concordia, una historia a punto de desaparecer

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-Casas, maleza, descuido e indiferencia lo tiene atrapado.

Nuevo Laredo, Tamaulipas.-Perdido en el corazón de la populosa colonia Los Presidentes de esta ciudad, entre descuidados matorrales y arbustos que lo cubren casi por completo, se encuentra uno de los panteones más antiguos de Nuevo Laredo que bien puede competir con el Camposanto municipal, ya que por el testimonio de algunas de sus tumbas, puede tener poco más de cien años.

Se trata de un panteón ejidal que es administrado por el Comité Campesino Municipal, cuyos integrantes determinan quienes, cuándo y cómo deben ser sepultados en este lugar que perteneció por muchos años al extinto ejido La Concordia.

En esta colonia, cuyos primeros habitantes originales se dedicaban a la siembra, tuvieron que vender parte de sus tierras por ser ya improductivas, y porque así lo ordenó el Departamento de Asuntos Agrariosy Colonización del gobierno federal, instancia que solicitó su expropiaciónpara la creación y mejoramientode centros de población, según el decreto DOF: 13/05/1981, con número de registro REG. 17498, con sustento en causas de utilidad pública.

Este pequeño panteón que alberga cerca de 200 tumbas, algunas muy antiguas y descuidadas, pero otras bien conservadas, es una clara muestra de la estratificación social y económica que prevalecía entre los antiguos ejidatarios.

Al ingresar por una cerca de alambre rota que comunica a la calle Tolentino García, se aprecian las tumbas más recientes, sin estilo propio ni ostentaciones, ni costosas lápidas. Son tumbas muy ordinarias que denotan la condición social y económica en la que vivían, a diferencia de las más antiguas y lejanas, cuyas lápidas tienen costosos acabados en fino granito y en un espacio más amplio y exclusivo.

Tumbas como la de Silvestre Silva Villanueva, sepultado en 1937, y la de Porfirio Polita González, quien murió a la edad cien años; así como la tumba de  Sixto Guardiola Hernández, quien fue uno de los cofundadores del ejido, y sepultado en 1974, son testimonio de la historia de este pequeño panteón.

Otras tumbas, debido a su abandono y descuido las fechas de inhumación fueron borradas por el tiempo, y la maleza se ha encargado de cubrirlas casi por completo, por lo que es muy difícil identificar a sus moradores.

Los testimonios

Llegar a este lugar es algo difícil si no se cuenta con una ubicación precisa, ya que está franqueado por una gran cantidad de negocios y viviendas de interés social que han adaptado a su entorno su endeble geografía y su prístina historia, por lo que la mayoría de los habitantes de esta colonia se muestran indiferentes a lo que fue una rica tradición de los antiguos pobladores de la colonia Concordia.

Destaca que casi ninguno de los habitantes de esta reciente colonia es ejidatario o descendiente de alguno de ellos, por ser en su mayoría migrantes de otras colonias o de otros Estados del país, aunque quienes lo visitan ocasionalmente tratan de darle sentido a una tradición casi perdida y que solo se practica una vez al año, los días uno y dos de noviembre, cuando en México se celebran  el Día de los Santos Inocentes y el Día de Muertos.

“Aquí está sepultado el abuelo de mi tío, mi abuela y mi mamá, y creo que el panteón tiene como cien años, pero está muy descuidado porque poco a poco nos vamos olvidando de nuestros parientes”, dijo Rosa Ivana, una joven que limpiaba la tumba de su madre al lado de otra mujer y de unos pequeños niños.

Anselmo Torres tace en este panteón, fue abuelo de la joven y uno de los cofundadores del ejido, además de haber sido propietario de varias hectáreas que le fueron heredadas, por lo que antes de limpiar la tumba tuvo que ir al Comité Campesino a solicitar permiso, ya que en asamblea se decide si se autoriza o no, según dijo Rosa Ivana.

María Fernández tiene 20 años viviendo en la calle Pedro González de esta colonia. Su casa está a un lado del panteón. Ella dice que debido al abandono u al descuido en el que se encuentra este panteón, abundan las alimañas como grandes arañas y víboras, las que anudan en esta temporada de calor, por lo que teme que ingresen a su domicilio.

“Está muy descuidado y además se mete mucha gente que no es de aquí, y se meten a hacer maldades”, expresó con preocupación la mujer tras mencionar que ya lo ha comunicado a las autoridades municipales, pero por ser un panteón ejidal, dicen que los ejidatarios deben resolverlo.

Pero ni las autoridades municipales ni los integrantes del Comité Campesino acuden para limpiar el interior, lo que fomenta además el desarrollo de mosquitos.

Ante tanta indiferencia, este pequeño camposanto está destinado a seguir el mismo curso que le marca una historia que posiblemente fue gloria para los fundadores y propietarios de este pequeño panteón que se niega a desparecer a pesar de que la mancha urbana amenaza con devorarlo.

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