Intentaré ser justa en mi criterio como mexicana y española. A nadie sorprende que la presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum, extienda la continuidad del andamio político-gubernamental construido por el todavía presidente, Andrés Manuel López Obrador. Ella es su heredera natural.
Yo no voté por MORENA y nunca he votado por López Obrador y tampoco lo hice por Sheinbaum a quien no conozco en persona. Un caso muy distinto al de López Obrador que era uno de los amigos más cercanos de mi exmarido y solía desayunar o comer, cada viernes en mi casa en Ciudad de México, en los tiempos en que él era jefe de gobierno de la Ciudad de México.
A mí nunca me entusiasmó. Lo dije en su momento, como lo sigo diciendo ahora: “López Obrador nació del PRI y aprendió lo peor de su expresión que es el populismo y buscó su propio camino político. Al darse cuenta que el PRI no lo apoyaría en sus aspiraciones y ambiciones buscó vengarse de ese desprecio y lo consiguió creando su propia plataforma política”.
En 2002, lo entrevisté cuando era jefe del gobierno del Distrito Federal, me recibió en su oficina, en la Regencia, justo en la explanada del Zócalo, en el Centro Histórico. Tras finalizar la entrevista nos acercamos al balcón para otear la impresionante vista: enfrente la histórica catedral y a la derecha el Palacio Nacional y en el horizonte, la bulliciosa explanada del Zócalo. Recuerdo que le comenté de esta vista privilegiada y López Obrador me señaló con su mano hacia el Palacio Nacional y me dijo: “Un día estaré gobernando a México desde allí”. Y así lo ha hecho, desde el mismo sitio en el que se instalaron para gobernar virreyes, emperadores y presidentes que más bien parecían dictadores: Agustín de Iturbide, Benito Juárez hasta Porfirio Díaz y, por supuesto, allí se instaló en estos seis últimos años, López Obrador como presidente.
A diferencia de Claudia Sheinbaum que es una comunista desde los 16 años de edad, AMLO es un populista estilo de los gobernantes del México de 1970 a 1980.
Con él ya se veía venir lo que sería su gobierno. Con Sheinbaum habrá continuidad sexenal en los programas de AMLO y hará lo mismo en política exterior manteniendo un perfil bajo en lo internacional y no dejará a un lado los reproches contra España por todo cuanto sucedió hace poco más de cinco siglos. Vamos que 505 años no son nada para el olvido.
En marzo de 2019, tras el consejo de su esposa Beatriz Muller, AMLO pidió que se enviase una misiva al rey Felipe VI solicitando que España con motivo, en 2021 de los 500 años de la caída del Imperio Mexica, ofreciese en México una disculpa histórica por la Conquista en una ceremonia que estaban preparando al respecto en Ciudad de México. Nunca se recibió una respuesta al respecto y ese silencio se tornó en un agrio reproche que abrió una grieta institucional, primero con el rey y luego con el Gobierno del presidente, Pedro Sánchez.
La grieta, tras tres años de enfriamiento entre las relaciones institucionales México-España va a convertirse ahora en un monolito metido en la congeladora, porque la nueva presidenta de México, que tomará posesión el próximo 1 de octubre, ya reiteró que seguirá exigiendo a España un perdón histórico: motivo suficiente para desairar al rey Felipe VI y no invitarlo directamente a él a la toma de posesión, sino a su hija, la heredera al trono, la infanta Leonor. Ha sido un desaire grosero. Leonor no es la jefa del Estado, lo es Felipe VI.
A COLACIÓN
Para los mexicanos no ha sido ninguna sorpresa, lo ha sido sí para los españoles que veían con cierta esperanza que, la primera mujer en la Presidencia de México, pudiera tener el talante para reencausar las relaciones institucionales y gubernamentales entre México y España. Esperemos que por fin les quede claro: sin perdón, prevalecerá la congeladora institucional.
Y esto no afectará el ámbito de las inversiones, ni del dinero, pero sí del entendimiento entre los gobiernos de México y España. Yo, en lo personal, estoy en contra de los revisionismos históricos utilizados para tener entretenido al populacho. Pero lo mismo se tocan los libros de texto, las calles, las glorietas, los mausoleos y el nombre de las avenidas en México que en España o en Venezuela.
A mí, lo que más me interesa remarcar y no lo he leído en ningún análisis en las diversas columnas de opinión de pseudo intelectuales de la derecha más rancia (de hecho hubo uno que solo escupió insultos prepotentes con aires de suficiencia y de superioridad) es la pérdida del espacio estratégico latinoamericano que está sufriendo España.
Más allá de los rifirrafes con México, Argentina o Venezuela y los más y menos con Brasil y la lejanía con Nicaragua y otros países de la región latinoamericana, lo que hay es un cambio de ciclo en el que España ha perdido su posición de liderazgo y de respeto con América Latina. Está perdiendo su influencia en la región y está siendo ocupada por Rusia y por China.
No es el perdón, no son los reproches, ni los insultos de Milei ni las acusaciones de Maduro o los señalamientos de Ortega en Nicaragua hablando del imperialismo español o que Sheinbaum vuelva a refrendar el perdón histórico como imprescindible. Es que España vive sus horas más bajas en su influencia latinoamericana y corre el riesgo de no recuperarla más.
No hace falta que los historiadores remarquen que es absurda esta exigencia del perdón, porque lo es: México no existía con los indígenas mesoamericanos, es fruto de un maravilloso mestizaje, de los bravos y tenaces exploradores españoles y de los místicos y sabios indígenas. Esa fusión creó al mexicano hijo natural del amor, no de la violencia, ni del saqueo, sino de la creatividad.
Siempre que hablo de este tema me gusta traer a colación a Octavio Paz, con su libro El laberinto de la Soledad, donde él aborda toda esa serie de complejos que arrastra el modo de ser del mexicano popular, el del vulgo. Ese mexicano que engrosa lo que se llama pueblo y al que AMLO, como Sheinbaum, endulzan sus oídos con este tipo de acciones. Me encantaría que AMLO, como Sheinbaum, además de exigir perdón histórico a España también le exigieran un perdón al porfiriato, a todos los gobiernos del PRI, del PAN y al propio MORENA de López Obrador por el abandono de los pueblos indígenas, por su hambre, por su analfabetismo; por dejarlos morir en la sierra sin hospitales… por no apoyarlos y por usarlos vilmente.