Mañana inicia en México una nueva era, una etapa en la que se definirá no solo el futuro del país, sino el futuro de las instituciones autónomas e independientes que durante décadas han regulado la distribución del poder en un país tan lleno de contrastes y tan polarizado como nunca antes lo había estado pese a las diferencias históricas, políticas e ideológicas existentes entre los mexicanos.
Esa nueva era que ahora el nuevo régimen morenista llama Revolución de las Conciencias, estará bajo el mandato de la primera mujer que será presidente de México y comandante supremo de unas fuerzas armadas a las que se ha subordinado ya la Guardia Nacional.
Hoy termina uno de los episodios presidenciales más controversiales, más incoherentes y más extraños que se hayan vivido en México en los últimos años.
El presidencialismo moderno tuvo su apogeo bajo el amparo de un PRI hegemónico y dominante en el que el poder ejecutivo (presidente) estaba por encima de los pesos y contrapesos existentes, al darle facultades muy por encima de los demás órganos constitucionales del Estado.
Se trataba de un poder ejecutivo con plena libertad para nombrar y remover a los integrantes del gabinete por tener facultades metaconstitucionaless que le permitían a la vez que ser el líder del partido (PRI), designar a su sucesor y a los integrantes de la clase política nacional, situación que cambió después por una mayor competencia entre los partidos de oposición, lo que cambió las reglas del juego político y rompió con la hegemonía del PRI a partir del año 2 000, año en que inició su debacle.
Pero durante los seis años de AMLO no solo continuó el presidencialismo al estilo del viejo PRI, sino que fue perfeccionado al tener más facultades el ejecutivo, al grado de contar con una casi total influencia en su sucesor al cargo de presidente de México, y un poder máximo sobre las instituciones moldeando la figura de un maximato disfrazado de democracia popular (populismo), y aunque respeta el principio de la no reelección, el presidente es ahora quien define las nuevas reglas políticas a través de su sucesor.
Esta nueva forma de gobernar bajo la consigna de la continuidad de un nuevo proyecto de Nación le dio estupendos resultados a López Obrador con una política de asistencia social exitosa, por lo que esos seis años de gobierno los termina con una popularidad y aceptación muy por encima del 60 por ciento con que inició en el 2018.
Lo extraño de ello es no saber cómo AMLO ganó esa popularidad y aceptación al haber dejado un país en ruinas, con un total cercano a los 200 mil homicidios y más de 60 mil desaparecidos, con unos megaproyectos supermillonarios no terminados, la perversa eliminación de los organismos autónomos y una sociedad en extremo polarizada.
Cómo entender a un presidente que dejará el cargo diciendo que se va tranquilo y con la misión cumplida de haber dejado un país en paz, cuando la mitad del territorio nacional vive una guerra no declarada entre grupos criminales, mientras el mismo AMLO y el ejército dicen que esa guerra no les compete porque se debe a que no hay responsabilidad entre los criminales.
Como asimilar ese discurso tan ambiguo como delirante de decir que el sistema de salud mexicano es superior al de Dinamarca, para luego recular al estilo del Chavo del 8 al decir que solo trataba de destantear a la oposición.
El fracaso del proyecto Imss/Bienestar es tan evidente como la falta de medicamentos, de atención médica y e hospitales y centros de salud en lugares de difícil acceso en el país.
Como explicar que el Tren Maya es un proyecto de respeto total al medio ambiente, cuando fueron destruidos dos millones de árboles y las aguas de algunos cenotes ya están contaminados por filtraciones de grasas, concreto, aceites y basura.
El atraso en la educación es apabullante y más con la eliminación de las Escuelas de Tiempo Completo, mientras los padres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa lamentan el desprecio de AMLO al no ser atendidos, al igual que las madres buscadoras a las que el presidente nunca atendió.
Este es el país que la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum gobernará a partir de mañana uno de octubre una herencia maldita que será un lastre siempre y cuando quiera seguir los mismos pasos de su antecesor.
En cambio, si decide romper (que lo hará y pronto) con el hilo umbilical del lopezobradorismo, es seguro que este país tomará nuevos rumbos, diferentes, mejores, más positivos y más vinculados a la verdadera realidad que se vive en este momento.
Estamos seguros que la nueva presidenta de México sabrá razonar a tiempo para no cometer los mismos yerros y no seguir el ejemplo de un presidente que le deja una herencia que tal vez no quiere tomar, pero que será peor si le da continuidad a ese proyecto del maximato del lopezobradorismo. Tal vez, sí, tal vez Claudia Sheinbaum logre superar ese trauma y sea en verdad la gobernante que todos deseamos que pueda ser. ¡Ojalá lo logre!
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En esta ciudad la alcaldesa Carmen Lilia también iniciará mañana una nueva etapa de tres años de gobierno, luego de haber ganado de manera inobjetable las elecciones del dos de junio de este año, un triunfo avalado por las instituciones reguladoras de los procesos electorales en Tamaulipas y en el país.
Sin duda que Carmen Lilia tiene mucho que festejar porque ganó de manera clara las elecciones, y porque goza de una popularidad y una aceptación que no le deben nublar la razón ni asumir actitudes triunfalistas porque su triunfo se lo debe a los ciudadanos y es a ellos a quienes debe voltear para retribuirles su apoyo a través de una mayor justicia social.
Es cierto que en esos tres años que hoy terminan, la alcaldesa hizo mucho por la ciudad en materia de obra pública, salud y educación, los tres ejes nodales de su administración. Pero también es cierto que esos logros son retos que debe superar en los próximos tres años de gobierno, no dejarse deslumbrar por lo ya hecho, y seguir luchando por el bienestar de los más necesitados, y de todos porque esta ciudad es de todos.
La obra pública ha sido lo más cuestionado de su administración, por haber contratado empresas foráneas que han sangrado el presupuesto municipal con obras defectuosas, mal hechas y mal planeadas que durante algún tiempo han puesto en jaque a los ciudadanos de a pie y de automóvil.
Calles cerradas durante semanas o meses, baches y hundimientos en tiempos de seca, y la locura de los padres de familia y de trabajadores que no encuentran calle que los dirija a sus destinos con rapidez y seguridad.
Es posible que algunos funcionarios hayan sido ‘premiados’ con algunas obras por su buen comportamiento, con probables contratos de obras a familiares, y que un taquero de la noche a la mañana pueda aparecer como posible contratista, o que el posible contrato para pintar solo el tanque elevado donde será el planetario haya sido probablemente de 26 millones de pesos, es posible.
Por ello es que Carmen Lilia debe asumir el reto de mejorar todo lo que hizo en estos tres años que hoy terminan, y convencer a los ciudadanos de que su triunfo no fue una casualidad, y aunque ya no podrá estar otros tres años al frente de la Comuna, si mejora su trabajo, las posibilidades de figurar en otras esferas de la política de Tamaulipas se ampliarán con nuevos cargos, nuevos frentes políticos y nuevas trincheras desde donde podrán seguir apoyando a los ciudadanos con nuevos derroteros y nuevas posibilidades. ¡Sí se puede y solo ella lo sabe¡