Su pasión desde pequeña son los trenes, y los maneja; es Wendy la ferrocarrilera

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-Las mujeres somos unas chingonas, donde nos pongan, dice.

Nuevo Laredo, Tamaulipas.-Desde que era pequeña, Wendy Cristina González se interesó por el funcionamiento de los ferrocarriles, esas enormes serpientes de acero que surcan el país por encima de unos delgados rieles que amenazan con ceder ante el inmenso peso de una máquina que jala cien vagones repletos de carga.

Su gusto por los trenes ya lo tiene en la sangre. Su padre trabajó entre máquinas, vagones y rieles también desde muy joven, al haber sido recomendado por un familiar, y parte de su familia ingresó a lo que Wendy llama la familia ferrocarrilera, también por recomendaciones.

“Somos cuatro de mi familia que amamos los ferrocarriles, y desde allí me han  gustado los trenes”, comenta Wendy, una muy guapa joven de 38 años que no oculta su emoción al narrar sus experiencias a bordo de una pesada mole con sus complicados instrumentos de una de las pesadas máquinas de la empresa Canadian Pacific Kansas City (CPKC).

Su abundante pelo negro y rizado le cae a los hombros al moverse constantemente mientras narra emocionada sus experiencias al lado de una máquina, y cómo pese a ser una empleada muy femenina, ya se adaptó rápidamente a este pesado trabajo al que poco a poco se van adaptando más mujeres.

Al hablar no deja de sonreír, y en cada frase muestra su pasión por los trenes, un sueño que se le hizo realidad apenas hace seis años, cuando ingresó al gremio; y no se arrepiente a pesar de haber sido estudiante en la Universidad Autónoma de Tamaulipas en la carrera de Comercio exterior, la que abandonó para insertarse en este oficio que le ha dado muchas satisfacciones.

Wendy es esbelta, de piel aperlada y menudita, de figura en apariencia frágil pero muy fuerte, y en sus manos se nota la rudeza y la fuerza del trabajo al que está expuesta de manera cotidiana desde que se inició como similar tripulante de locomotoras.

“Esto viene de familia, y mi pasión por los trenes es desde que era muy chiquita, no es de ahora porque viene de mi gusto por andar arriba de los trenes”, explica con mucha emoción al recodar a su fallecido padre, quien le contagió el gusto por los trenes.

Al igual que la famosa película de Rosa Gloria Chagoyán ‘Lola la Trailera’, a esta guapa joven le quedaría muy bien el mote de ‘Wendy la Ferrocarrilera’ debido a su estrecha relación con una pesada máquina de varias toneladas, conocer el complicado instrumental, y hacer las maniobras que antes se pensaba eran cosa de hombres.

El inicio

Al desparecer la empresa mexicana Ferrocarriles Nacionales de México (Ferronales) en el 2001 y ser comprada por Kansas City, actualmente opera bajo la supervisión de la empresa Canadian Pacific Kansas City (CPKC), con una red ferroviaria de una sola línea que conecta América del Norte a través de México, Estados Unidos y Canadá con 38 mil 186 kilómetros de rieles que atraviesan toda América del Norte.

Fue en abril del 2005 cuando Kansas City Southern (KCS) concluyó la compra del total de acciones de Transportes Ferroviarios Mexicanos (TFM), al grupo Transportación Marítima Mexicana (TFM), por lo que el monopolio de Estado en el que estaba configurado el ferrocarril mexicano, pasó ser un oligopolio privado y extranjero.

Esta empresa le ha dado muchas satisfacciones y oportunidades no solo a los hombres, también a las mujeres, con un buen salario, buenas prestaciones y un sindicato que les respalda.

“Por eso es mi gusto por estar arriba de una máquina y poder manejarla”, explica al recordar que su inicio fue en los patios como similar o ayudante de un proveedor que es quien maneja las máquinas, y de allí aspira ser maquinista de patio, hasta llegar en unos diez años a maquinista internacional, un cargo al que espera llegar pronto, por ser el de mayor jerarquía dentro del gremio.

Estar arriba de una máquina es apasionante para Wendy, porque allí siente por igual la emoción, el temor, la pasión y el amor por una máquina de acero que a lo largo del país ha cobrado decenas de vidas en accidentes sobre todo de migrantes, por lo que dice que tal vez por eso le apodan ‘La Bestia’.

Antes de ingresar como similar tripulante fue debidamente capacitada en todos los aspectos previos al manejo de una locomotora, con la intención de prevenir accidentes, por lo que en sus seis años de trabajo nunca ha tenido un percance, una lesión o un descarrilamiento.

Pero Wendy no es la única mujer que ama las locomotoras. Otras diez trabajan igual que ella por capacitarse y llegar al nivel máximo, en franca competencia legal e igualitaria con los hombres, “pero solo cuatro somos proveedoras porque sabemos manejar las máquinas, las demás son similares tripulantes”, dice.

A esta entrevista le acompaña su sobrina Rubí, de escasos 21 años de edad, quien a su escasa edad ya es similar tripulante, aunque en la categoría de proveedores ellos mueven las máquinas, las desamarran, ponen los controles y las farolas; mientras que un similar es quien manguerea con tres mangueras de cada tren que debe unir para que pase el aire por un tubo grande.

Y lo tienen que hacer bien y con mucha seguridad porque un error al conectar las mangueras puede significar la pérdida o ‘volada’ de los dedos o de los dientes, e incluso un severo golpe en la cabeza con la posible pérdida de un ojo.

Sus capacitadores cuentan con más de 20 o 30 años en el manejo de las pesadas máquinas, y son los maestros de los nuevos integrantes de este gremio, por lo que cuentan con la suficiente experiencia en el manejo y control de los trenes.

“Ellos fueron nuestros maestros, y muchos fueron maquinistas o mayordomos, pero aquí en Nuevo Laredo no existe la función de maquinistas de camino para los que pertenecemos a la Sección 30, solo los hay en Monterrey”, explica en detalle.

“Somos unas chingonas’

Para Wendy trabajar  con ferrocarriles es la oportunidad más grande que se le puede ofrecer a las mujeres, “porque nos brinda demasiadas cosas a las mujeres a pesar de ser un trabajo de hombres, algunos de ellos machistas”, explica.

Sin embargo, dice Wendy que su condición de mujer y el ser atractiva para los hombres no ha sido motivo en su trabajo para recibir ofensas o insinuaciones machistas, por al contrario, dice que las orientan y las apoyan para superarse en este difícil y rudo trabajo.

Tiene cuatro hijas que la apoyan en todo lo que hace afuera y a bordo de una locomotora, oficio que le cambió radicalmente la vida desde el momento en que ingresó al gremio, pero a diferencia de ella, no desea que sus hijas sigan el mismo camino.

Cuenta que las once mujeres que trabajan para CPKC lo hacen como similares, y que todas se capacitan para ser maquinistas, toda vez que ya no existen barreras machistas que lo impidan, “y veo este trabajo muy exitoso porque es una grandísima oportunidad que se nos ofrece a las mujeres, y lo que más me gustaba era ser similar tripulante de locomotoras, trabajo que ya no hago, porque era ayudante del proveedor y mi trabajo debajo de las máquinas en su acoplamiento y manguero y alineamiento de los cambios de vías”, expresa en detalle.

Pero ahora al ser proveedor su trabajo consiste en mover las máquinas, un trabajo que dice no ser pesado al ser el aire el elemento que mueve una locomotora, el tubo de freno al pasar por las mangueras, trabajo que reconoce no ser pesado aunque sí un poco estresante porque debe estar muy atenta a lo que hace para dominar la extrema presión que ejerce el aire para poder mover una pesada máquina a 25 kilómetros  en vías auxiliares, que son las que están en los patios, aunque en las vías principales la velocidad es mayor.

Sin embargo, lamenta mucho que al momento de estar maniobrando una máquina haya gente que se atraviese y no respete el derecho de paso de un ferrocarril, ya que es en extremo muy difícil detener una máquina y evitar un accidente.

Al estar arriba de una máquina Wendy debe tenerla en marcha, es decir, prendida pero no en movimiento para que pueda iniciar el movimiento mediante el accionar de una perilla que esté en marcha para después accionar un campo del generador para que pase la electricidad a todo el complejo de la máquina.

Contrario a lo que se piensa, una locomotora es muy cómoda para el maquinista, al contar con baño, un refrigerador, horno micro ondas, estufa e incluso aire acondicionado, lo que hace más emocionante el trabajo para esta joven mujer que ingresó a un trabajo en la primera ciudad que aceptó mujeres en todo el país.

Luego de esta interesante narrativa de cómo es la vida de una mujer entre hombres y locomotoras, Wendy termina esta entrevista con una frase muy elocuente que sintetiza el papel de las mujeres en un trabajo que aún se piensa que es solo para hombres: “Las mujeres somos chinghonas donde nos pongan”.

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