La locomotora de la UE en serios problemas

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   Desde Bruselas, António Costas, presidente del Consejo Europeo y Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, otean con preocupación el horizonte cercano tanto de Francia, como de Alemania. Dos socios imprescindibles en el club europeo de los veintisiete países.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, lleva largos meses proponiendo que la UE tenga su propio ejército comunitario, una especie de mini-OTAN y en reiteradas ocasiones, ha declarado públicamente, que los países europeos deberían enviar tropas a Ucrania para defenderla de Putin y evitar que pierda el 30% de su territorio.

Mientras el canciller alemán, Olaf Scholz, un tanto reluctante a enviar ayuda económica y militar a Ucrania ha terminado convencido de que si cae Ucrania en las manos del dictador ruso seguirán los países bálticos y muy probablemente otros países de Europa del este.

Pero ahora todo es incierto y Trump volverá a la escena internacional a partir del 20 de enero próximo y su primer pendiente tiene que ver con la invasión rusa a Ucrania.  Si, Francia y Alemania, viven un viraje político importante es casi probable que se quede en el tintero el apoyo a Ucrania y la creación de un ejército común europeo.

La contienda más complicada para Alemania en las próximas elecciones generales será contra la creciente popularidad de la extrema derecha y del nacionalsocialismo.

La situación económica no ayuda a las  fuerzas políticas más moderadas. Alemania enfrenta problemas económicos importantes:  el Fondo Monetario Internacional ubicó a Alemania como la economía con peor desempeño en Europa  con un crecimiento de 0%  este año y de 0.8% para  2025.

La crisis de Volkswagen es el epítome de la crisis en la que está embrollada la economía alemana: hace un par de meses, el fabricante automotriz dio a conocer, a través de su jefa de Comité de Empresa, Daniela Cavallo, que planea cerrar  al menos tres plantas  en Alemania.

Cavallo advirtió a los 120 mil trabajadores del fabricante automotriz que vienen tiempos duros con recortes de puestos de trabajo, reducciones salariales y cierres de plantas para “sobrevivir” ante la competencia exterior.

También los alemanes ven el futuro inmediato con desasosiego. Se sienten impactados por  la guerra de sanciones contra Rusia y al no tener más su gas barato aflora la falta de competitividad en diversas industrias.

A COLACIÓN

Tampoco Francia tiene un mejor panorama: el FMI prevé un PIB de 1.1% para este año y para 2025, el desempeño   económico está afectado por   la situación política interna.

Hay una  pérdida de competitividad, las constantes pugnas con los sindicatos y un programa de pensiones que sigue presionando las finanzas públicas son los tres quebraderos de cabeza del actual presidente Emmanuel Macron, acechado su gobierno, por la ultraderecha y la ultraizquierda.

A Macron, nada le sale bien: el pasado 7 de julio perdió las elecciones legislativas acorralado por el éxito arrollador de la ultraderechista, Marine Le Pen y de la coalición formada por los partidos de izquierda y ultraizquierda que buscan evitar,  a toda costa, que la ultraderecha termine instalada en el Elíseo.

Las elecciones en la Europa, de la pospandemia, van reflejando de manera inquietante un voto de castigo contra el partido en el poder y han mostrado una preocupante pérdida del centro; mientras, los votantes más jóvenes de la llamada Generación Z, están escorándose de forma radical o hacia la ultraderecha o hacia la ultraizquierda.

Sobre todo Le Pen está al acecho: la legisladora  ya ha puesto fecha para la caída de Macron en  2025. El primer ministro, Michel Barnier, no ha durado más de tres meses y Macron  ha visto cómo ambos extremos políticos se han puesto de acuerdo en la Asamblea Nacional para tumbarle a  Barnier.

Recién nombró al centrista, Francois Bayrou, como nuevo primer ministro. Se trata de un político muy conocido fundador y líder del Movimiento Democrático (MoDem) que ya fungió como ministro de Educación en el período de 1993 a 1997.

La fragilidad de la economía y las perspectivas sombrías sobre el horizonte más cercano son dos factores completamente negativos para el macronismo que tiene además una gran impopularidad en las clases medias y bajas y en los cinturones de miseria de París y de otras grandes ciudades francesas.

El próximo año no pinta nada bien, ni para Alemania, ni para Francia, los dos países podrían vivir una caída de sus respectivos líderes y dar paso a gobiernos contrarios a seguir apoyando a Ucrania y más proclives a recuperar los lazos con la Rusia de Putin. Dos gobiernos que, además, podrían dejar del lado los intereses de la Unión Europea para cuidar los propios.

 

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