Trump ya era mesiánico, pero el atentado que sufrió en julio del año pasado, en el que solo tuvo un leve roce en la oreja lo ha convertido en un obsesivo predestinado de Dios. Los miembros de su Gabinete dedican horas a rezar en el trabajo y encomiendan sus mañanas a los designios de Dios al tiempo que la Casa Blanca trata de encajar su nueva moral en la que todo cabe: maltratar y perseguir al prójimo y congratularse con el Divino.
La misma doble moral que Israel cuyo pueblo se siente predestinado, elegido y reclama para sí una tierra que ha pasado por cientos de manos a lo largo de miles de años. Eso sí matan y rezan al mismo tiempo.
No podría salirle mejor la treta a Trump que contar ahora con el primer Papa estadounidense; ya observo la escena: al Sumo Pontífice León XIV paseando con su Papamóvil en Washington, Los Ángeles o Atlanta saludando a los fieles mientras el mandatario se santigua una y otra vez.
¿Existen las casualidades? Nunca en política y nunca cuando detrás hay una gran ambición de poder. ¿Quién fue la última persona con la que se reunió el Papa Francisco antes de morir en una breve audiencia en El Vaticano? El vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance.
En un análisis interesante sobre el más reciente proceso para elegir al nuevo Sumo Pontífice, el investigador Jean-Benoît Poulle, abordó la rapidez con la que fue resuelto el cónclave.
“En cuatro votaciones, prácticamente el mismo número que para Benedicto XVI, sitúa esta elección dentro de la norma. Su edad, 69 años, es relativamente joven para un Papa, pero muy cercana a la media del Colegio Cardenalicio de 70 años; al igual que los dos cónclaves anteriores, el de 2013 de Francisco y el de 2005, con Benedicto XIV, el cónclave que condujo a la elección de León XIV duró dos días”, de acuerdo con Poulle.
En su texto, publicado en el Observatorio del Cónclave, Poulle destaca que el Papa Francisco muy probablemente apreciaba en Robert Prevost su experiencia como pastor de campo en las periferias de la Iglesia: “Junto a poblaciones pobres y aisladas, así como la red de relaciones que había tejido en Estados Unidos en el seno de su orden. Su capacidad de escucha, su dominio de los temas y su capacidad de síntesis son muy elogiados por quienes le conocen”.
Este historiador francés lo llega a señalar como “papable tardío” que hace diez años era un desconocido para el Papa Francisco y para la Curia; uno al que califica de reformador moderado que no ha destacado por sus posiciones progresistas.
A COLACIÓN
Un punto notable que se aborda en el Observatorio del Cónclave tiene que ver con la influencia o no de la Casa Blanca y, para ello refiere, que el historiador, Alberto Melloni, observa una posible injerencia.
“Esta opción carolingia podría definirse como un deal: la Casa Blanca ofrece al pontificado protección, incluso contra sus propios ataques, derecho a tribuna y amplificación, tres cosas que el Papa Francisco consideraba sin interés, pero que podrían suscitar cierta tentación en el Colegio Cardenalicio”, de acuerdo con dicha publicación.
El texto termina recordando que esto no es solo fe y religión, sino también, política y poder: “Cabe recordar que fue un Papa llamado León III, además canonizado, quien coronó emperador a Carlomagno en la antigua basílica de San Pedro el día de Navidad del año 800”.
Ahora bien, ¿qué desafíos tendrá el nuevo Papa? Harriett Sherwood, los enumera para The Guardian: 1) Mantener la unidad de la Iglesia; 2) desarrollar la diplomacia internacional sin que la religión se convierta en una línea divisoria; 3) dejar muy clara su postura al respecto de los abusos sexuales en la Iglesia; 4) demostrar su capacidad de gobernanza con nombramientos claves en el Vaticano; 5) continuar con la austeridad impuesta por el Papa Francisco a fin de reducir el déficit del Vaticano: en 2022, las cuentas presupuestarias estaban en números rojos con 94 millones de dólares y el fondo de pensiones del Vaticano tenía un déficit de más de 700 millones de dólares; y, 6) definir su política de inclusión y puertas abiertos para toda la gente.