Un impasse de 90 días que no disipa la incertidumbre

Si en 2018, China fue más moderada para responder a Trump en su primera andanada de su guerra comercial, en esta ocasión ha tenido una política mucho más agresiva. Su respuesta  ha sido contundente.

“No se puede ganar una guerra comercial con China”, me dijo  Xulio Ríos, asesor emérito del Observatorio de la Política China en España;  el experto sinólogo  me comentó que el gobierno chino ha venido preparándose para la vuelta de Trump al poder y para una segunda ola arancelaria. “China va a defender sus intereses”.

En el mismo sentido, Adam Posen, presidente del Instituto Peterson de Economía Internacional, manifestó lo fácil que es perder una guerra comercial y más si es contra China.

Para este destacado economista de Harvard, lo único que le  aguarda a los habitantes de la Unión Americana es escasez como resultado de la guerra comercial que, por el momento, queda suspendida por un lapso de noventa días entre Estados Unidos y China en el renglón de los llamados aranceles recíprocos.

La Unión Americana bajará los aranceles recíprocos de 145% al 30% para los productos chinos y, China,  reducirá los aranceles recíprocos  de 125% al 10 por ciento. En los cuatro meses de gobierno de Trump se han provocado sendas distorsiones en el comercio mundial; algunos corporativos en Europa o incluso en Asia adelantaron, desde finales del año pasado, por varios meses sus volúmenes de exportaciones anticipándose a la estrategia arancelaria que seguiría el  nuevo gobierno en la Casa Blanca.

Algunos cubrieron tres meses o máximo hasta seis meses de sus exportaciones y ya han visto la magnitud del desastre comercial provocado por el nuevo gobierno; resta ahora cubrir el tercer y cuarto trimestre del año con los pedidos en la mesa.

Trump ha decidido dar un impasse de noventa días.  Su movimiento es interpretado aquí en Europa como una forma de ceder ante la presión de Beijing y, además, está la propia demanda interna en Estados Unidos; los meses por venir son marcadamente los de mayor consumo y la escasez no puede hacer mella en días estelares como el Black Friday.

Este intervalo de tres meses que se han dado,  Estados Unidos y China, en medio de conversaciones que deberán continuar entre los equipos, Trump lo justifica como una intención de su gobierno de no perjudicar a China.

En realidad es la economía norteamericana la que saldría más perjudicada de la guerra comercial trumpista. En un análisis publicado en Foreing Affairs, Posen explica el riesgo enorme que tiene la economía norteamericana  si prevalece la guerra  arancelaria con el gigante asiático: “Estados Unidos enfrentará escasez de insumos críticos que van desde los ingredientes básicos de la mayoría de los productos farmacéuticos, hasta los semiconductores utilizados en automóviles y electrodomésticos; pasando por minerales críticos, necesarios para los procesos industriales,  incluidos igualmente en la producción de armas”.

A COLACIÓN

En una primera fase de la guerra arancelaria, el golpe inicial se resiente  en la microeconomía, pero después, pasa a afectar a la macroeconomía un efecto que Posen aborda con claridad: “El choque de la oferta por reducir drásticamente o reducir a cero las importaciones de China, como Trump pretende querer lograr, significaría una estanflación, la pesadilla macroeconómica vista en la década de 1970 y durante la pandemia, cuando la economía se contrajo y la inflación aumentó simultáneamente. Es una  situación, que puede estar más cerca de lo que muchos piensan, a la Reserva Federal y a los responsables de la política fiscal solo les quedan opciones terribles y pocas posibilidades de evitar el desempleo, excepto aumentando aún más la inflación”.

De la tregua temporal, Andrew Wilson, director de Política Global de la Cámara de Comercio Internacional (CCI), declaró que el acuerdo permitirá levantar la nube de incertidumbre en materia de política comercial que sigue pesando sobre la inversión, la contratación y la demanda en todo el mundo.

¿A qué acuerdo han llegado los equipos negociadores de China y Estados Unidos?  Los aranceles recíprocos han quedado suspendidos: Estados Unidos baja los suyos de 145% a 30% y, China, los reduce de 125% a 10 por ciento. No obstante, siguen vigentes los aranceles adicionales de 20% que la Casa Blanca impuso a Beijing para presionar en el comercio ilegal del fentanilo. También están vigentes los aranceles preexistentes sobre el acero y los automóviles.

El Ministerio de Comercio de China  declaró que la suspensión temporal de los aranceles recíprocos eran un primer paso relevante para resolver las diferencias mutuas en aras de profundizar el camino de la cooperación.

Tanto ruido e incertidumbre alrededor del tema arancelario no es nada bueno para la toma de decisiones de los inversores, ni para el corto, ni para el mediano plazo. Y el consumidor global lo está pagando ya

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