Polonia ha vivido una segunda vuelta electoral muy justa: un sondeo preliminar a pie de urna elaborado por el centro de investigación Ipsos ha mostrado que el candidato liberal y proeuropeo, Rafał Trzaskowski, está por delante por un estrecho margen.
Trzaskowksi habría obtenido el 50.3% de los votos frente a su oponente, el conservador, Karol Nawrocki, quien consiguió el 49.7% de los sufragios en una contienda bastante cerrada y llena de acusaciones mutuas.
El candidato europeísta, Trzaskowski es además el favorito del primer ministro, Donald Tusk, férreo defensor del modelo de la Unión Europea y de la pertenencia a la OTAN.
Todo apunta a que la presidenta de la Comisión Europea podrá respirar aliviada porque ninguno de los nuevos gobernantes en Portugal, Polonia o Rumanía significarán una enorme amenaza para el modelo de la UE que ya de por sí debe lidiar con la sombra del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, fiel defensor de Putin y simpatizante de las políticas ultranacionalistas de Trump. De hecho, Orbán llegó a confesar recientemente que Trump le preguntó si ya tenía decidida la fecha para anunciar la salida de Hungría de la UE.
Desde Bruselas, la intención es que los gobiernos de centro sigan proliferando aunque en realidad son las fuerzas populistas de extrema derecha las que continúan creciendo en la mayoría de los países. Ya lo dije en mi columna de hace unos días, en el caso de Portugal, con el ultraderechista Chega, convertido en segunda fuerza política.
Desde las elecciones de junio de 2024, cuando se renovó el gobierno de la UE y el Parlamento Europeo, los propios resultados de entonces evidenciaron que son los partidos euroescépticos los que siguen cosechando votos: los dos grupos parlamentarios de ultraderecha pasaron de tener 137 a 159 escaños; el grupo de Conservadores y Reformistas es la cuarta fuerza en el PE con 72 eurodiputados; y el otro grupo es Identidad y Democracia.
A COLACIÓN
Dentro del terreno de la crisis política que se vive en la Unión Europea es el modelo político socialdemócrata, el actualmente más fustigado. Al respecto, el investigador James Newell, en el ensayo La integración europea y la crisis de la socialdemocracia, aborda que puede explicarse por cambios en el lado de la oferta y en el lado de la demanda política.
“Por el lado de la demanda, ha habido una disminución en el tamaño de la clase trabajadora manual y el surgimiento de una nueva división social entre los ganadores y los perdedores de la globalización”, destacó.
En Italia, Newell, profesor adjunto de la Universidad de Urbino expone que por el lado de la demanda, hay una disminución en el tamaño de la clase trabajadora manual y el surgimiento de una nueva división social entre los ganadores y los perdedores de la globalización.
“A los socialdemócratas les ha resultado difícil mantener a los dos juntos en coalición porque sus compromisos con la redistribución económica son favorecidos por los perdedores, pero no necesariamente por los ganadores, mientras que sus compromisos con la diversidad son favorecidos por los ganadores, pero no necesariamente por los perdedores”, de acuerdo con sus argumentos.
Por el lado de la oferta, la socialdemocracia ha perdido su atractivo porque algunos objetivos se han alcanzado y no son polémicos; y, porque otros objetivos, añade Newell, son difíciles de alcanzar gracias a la disminución del poder de los gobiernos nacionales en una economía globalizada.
Recientemente, The Economist, abordó en un análisis la paradoja que tiene atrapados a los europeos que viven en la región más democrática del mundo, no obstante, la gente está cada vez más harta.
En el índice de Democracia Global, nuevamente Europa volvió a obtener los mejores resultados en el informe anual publicado por The Economist Intelligence Unit en su más reciente edición.
Este grupo de análisis puntúa a 167 países en una escala de cero a diez, basada en el funcionamiento del gobierno, las libertades civiles y otros criterios. Los países se agrupan en cuatro categorías: democracias plenas; democracias defectuosas; regímenes híbridos y regímenes autoritarios.
De acuerdo con este resultado, nueve de los diez países más democráticos del mundo se encuentran en Europa occidental. Europa también representa más de la mitad de las veinticinco clasificadas como democracias plenas.
En este estudio anual los investigadores destacaron sobre todo la resiliencia de Europa y la fortaleza de sus instituciones así como el funcionamiento de sus tribunales independientes.
Aun así, algunos europeos tienen una visión cada vez más pesimista de sus democracias. Una encuesta de Pew en 2024 encontró un aumento de la insatisfacción en gran parte de Europa occidental.