No cualquiera accede a Harvard. En sus aulas se han educado ocho presidentes de Estados Unidos desde: John Adams; John Quincy Adams; Rutherford B. Hayes; John F. Kennedy; Franklin Delano Roosevelt; Theodore Roosevelt; así como George W. Bush y Barack Obama.
Esta costosísima universidad es un semillero para una élite tanto de Estados Unidos, como de otras partes del mundo y para algunos prodigios que logran ser becados, sin tener recursos suficientes. La mayoría de las casas reales envían a sus hijos a estudiar a Harvard allí se formaron el Aga Khan IV; el actual rey de Dinamarca, Federico X o la propia emperatriz de Japón, Masako.
Figura dentro de las diez universidades más destacadas del mundo y lo hace en cuarta posición; en ese top ten solo se incluyen a cuatro europeas: las británicas, Universidad de Cambridge; Universidad de Oxford y el Colegio Imperial de Londres y el Instituto Federal Suizo de Tecnología en Suiza. Hay una asiática, la Universidad Nacional de Singapur; pero el resto son todas estadunidenses comenzando por el número uno que es el Instituto Tecnológico de Massachusetts.
La Universidad de Harvard fue fundada el 28 de octubre de 1636, en la localidad de Cambridge, Massachusetts; y, en la actualidad, alberga una matrícula internacional bastante relevante de 6 mil 800 estudiantes extranjeros; de éstos, un tercio son chinos y más de 700 son estudiantes de India.
Durante décadas, Estados Unidos ha exportado sus ideas de libertad, democracia y capitalismo, intentando con ello derribar al comunismo y las autocracias. Que miles de extranjeros pudientes muchos provenientes de países autocráticos o con monarquías absolutistas se formen ya sea en Harvard o en cualquier otra universidad norteamericana es una forma de expandir el dogma defendido en Estados Unidos.
Trump no lo ve así. Se erige en una gran censor de la ciencia; de la educación; del cambio climático; de la moral; de la libertad de expresión y de los avances en áreas fundamentales como la investigación y el conocimiento. Y, ahora, ataca a los estudiantes y sobre todo a los estudiantes extranjeros.
El periódico británico, The Independent, llegó a deslizar que en Washington circula el rumor de que podría haber cierto resquemor de Trump contra Harvard porque su hijo Barron no fue aceptado para estudiar negocios y ha tenido que iniciar sus estudios en NYU Stern School.
En lo que se confirma o desmiente el cuchicheo, lo cierto es que no se había visto tal nivel de rabia de un presidente atacando directamente a un centro universitario en Estados Unidos.
A COLACIÓN
A mediados de marzo comenzaron las presiones y en abril, Harvard recibió la primera amenaza del gobierno: si en 72 horas no enviaba documentación relacionada con estudiantes extranjeros que hubieran participado en las manifestaciones contra la guerra y no tomaba medidas para combatir el antisemitismo quedarían congelados 2 mil 650 millones de dólares en financiación federal. Algo que ha sucedido.
Un mes después, el encono fue a más: desde la Casa Blanca se pretende que una universidad privada como Harvard rechace matricular a los estudiantes internacionales; una medida que, por el momento, está bloqueada en un tribunal. Sin embargo, Trump se ha asegurado que no haya renovaciones ordenando a los consulados detener todas las solicitudes y revisiones de visado de estudiantes.
Asimismo, la Casa Blanca ha instruido a las agencias federales para que procedan a cancelar los contratos restantes con Harvard por alrededor de 100 millones de dólares.
Hace casi dos meses, Trump anunció que serían revisados contratos, subvenciones y compromisos, por 9 mil millones de dólares del gobierno norteamericano con Harvard.
En voz de la gobernadora de Massachusetts, Maura Healey, el impacto de las medidas de Trump, todas en su conjunto, será devastador no solo para la universidad, sino para el propio estado.
“Cuando el presidente Trump ataca a Harvard está atacando a la economía de Massachusetts. Harvard es el cuarto empleador más grande del estado, contribuyendo con más de 6 mil millones de dólares a la economía”, destacó Healey.
La gobernadora que pertenece al Partido Demócrata y es una fuerte activista LGTBQ no juega dentro de las simpatías del mandatario republicano que ya como candidato a la Presidencia la tenía en la mira.
Healy remarca que los estudiantes internacionales de Harvard contribuyen con 400 millones de dólares a la economía local cada año y apoyan miles de empleos. Tampoco pueden obviarse las grandes contribuciones de los académicos e investigadores internacionales para encontrar hallazgos importantes sobre las enfermedades.
Con todas las locuras descabelladas de Trump y el daño que está provocando a las personas y a la economía norteamericana, así como a la internacional, la gran pregunta es: ¿hasta cuándo el establishment norteamericano permitirá que siga este desvarío? Digo, a Kennedy, se lo cargaron por mucho menos.
Harvard exportador de ideas para el cambio
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