Los Ángeles: Una batalla que apenas inicia

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Protestas de mexicanos en Los Ángeles, similares a las de Luther King

  • 3.8 millones de mexicanos en L. A. ayudan a la economía de EU
  • La bandera mexicana, símbolo de unidad y de lucha
  • Redadas separan familias

 

Desde su primer mandato Donald Trump ya había enviado algunos avisos de su encono hacia la inmigración indocumentada y documentada, de un recalcitrante racismo y odio contra las minorías no blancas (y no negras) que desde su punto de vista deberían ser impedidas de ingresar  a Estados Unidos y, peor aún, de ser expulsadas bajo cualquier argumento.

Las protestas no tardaron en llegar, y justo a casi cinco meses de su segundo mandato, en los Ángeles estalló la bomba con protestas similares a las que en 1963 ocurrieron en Washington cuando la comunidad negra era reprimida, segregada y sistemáticamente negada a pertenecer a esa parte de la sociedad dominada por una supremacía blanca y supuestamente pura, hasta que surgió un líder, Martin Luther King al frente de una marcha denominada por el ‘Trabajo y la Libertad’, casualmente similar a las protestas del pasado viernes en calles de Los Ángeles.

El poderoso discurso de Luther King y su frase ‘Tengo un Sueño’ fue suficiente para que en varias ciudades de Estados Unidos las protestas surgieran por la libertad y el trabajo, un sueño que después se hizo realidad por haber sido considerada como un sueño viviente del que ahora gozan aunque con relativa pasividad.

Los Ángeles es uno de los Estado más ricos de Estados Unidos, con un ingreso per cápita de 46 mil 270 dólares y un ingreso familiar aproximado a los 79 mil 701 dólares, de acuerdo a la Oficina del Censo.

Con una población estimada en 3 millones 821 mil habitantes (2023) es la segunda ciudad más poblada de Estados Unidos, y de ese total un millón 200 mil son mexicanos entre los 38.5 millones que habitan en todo Estados Unidos. La zona metropolitana de Los Ángeles cuenta con 12.9 millones de habitantes.

Pero no es la cantidad de mexicanos lo que motiva las protestas. Es la tensión, la angustia, la incertidumbre y la frustración relacionadas con las recientes redadas antimexicanas ordenadas por Donald Trump al dejar sin trabajo a miles de mexicanos, al dejar miles de familias separadas al haber sido deportados los jefes de familia, lo que ha dejado en las fábricas, en los campos de cultivo y en las comunidades angelinas y de todo el país a familias enteras sumidas en el temor y en el miedo a la deportación.

Las redadas son constantes por todo el país, principalmente donde hay una considerable cantidad de hispanos y sobre todo mexicanos. En barrios pobres o residenciales, fábricas, tiendas, restaurantes y campos de cultivo la tensión entre mexicanos es palpable y muy evidente; esposas, hijos, amigos y familiares ven cómo agentes del ICE, de la Patrulla Fronteriza, del CBP y ahora de la Guardia Nacional y de los Marines hacen ese trabajo sucio que en California y en todo Estados Unidos viola leyes estatales y municipales, así como los derechos humanos y laborales.

Imágenes de esposas impotentes, de hijos llorando, de migrantes detenidos sin justificación alguna no solo son conmovedoras, son terribles porque miles de ellos serán deportados a un país que ya no conocen y del que fueron expulsados por la violencia, por la inseguridad, por el desempleo y por un gobierno incapaz de generar las condiciones que les permitan una vida decorosa y sin miedo a un futuro incierto.

Así, mientras la comunidad negra tuvo en Luther King una razón ideológica para su lucha, los inmigrantes mexicanos al no tener hoy como líder a un César Chávez, enarbolan la bandera mexicana como símbolo de identidad, de unidad, de esperanza y de motivación para seguir con esa lucha que debió iniciar hace ya tiempo por sus derechos al trabajo, a la libertad de libre tránsito, al respeto a sus orígenes raciales y a su derecho a convivir con el resto de la sociedad estadounidense.

El enarbolar la bandera de México durante las protestas del pasado viernes puede tener un doble significado ideológico y emocional. Por un lado representa para los migrantes mexicanos un símbolo de identidad con sus orígenes, y un signo de protesta contra lo injusto, ya que los visibiliza ante el mundo y les hace perder el miedo ante la intolerancia.

Pero también puede significar entre los estadounidenses más conservadores, racistas, puritanos y supremacistas, la narrativa que tanto ha proclamado el presidente Trump, de que Estados Unidos está siendo invadido por fuerza extranjeras indeseables. Ambas apreciaciones son correctas dependiendo desde el lado en que se esté en este conflicto.

Sin embargo, se debe tomar en cuenta que una protesta como la que están haciendo los migrantes mexicanos es una forma colectiva para expresar sus emociones, sus tensiones, sus temores, sus ideas, sus denuncias y su reivindicación social en un sistema injusto y lleno de contradicciones como el estadounidense.

Protestar como lo hicieron los negros y ahora como lo hacen los mexicanos tiene un origen identitario con su pasado cosmogónico, pero es diferente a la lucha de los negros, y única por su cercanía con México y por su enorme complejidad multicultural prehispánica y sincrética con una cultura que los recrimina y los segrega.

Vista así la protesta de migrantes en Los Ángeles, una lucha social por su reivindicación, por el fin de las redadas en su contra y por la no deportación pese a que cada mexicano y extranjero que es deportado le cuesta al gobierno de Estados Unidos cerca de 20 mil dólares por toda la logística empleada para ello.

Entre enero y abril de este año Estados Unidos gastó 21 millones de dólares en varios vuelos para deportar a solo 32 migrantes a Guantánamo, y si a ello se suma el conflicto generado por las divisas y el impuesto que se le quiere aplicar en sus envíos, además de la aplicación de los aranceles a productos mexicanos, la aprobación y popularidad del presidente Trumpa caído dramáticamente al 42 por ciento, su nivel más bajo desde que tomó la presidencia en enero de este año.

Bajo este contexto tan complejo y difícil es muy posible que las protestas no terminen y continúen no solo en Los Ángeles sino en varios Estados del vecino país, pero con algunas consecuencias violentas por parte de las autoridades que se pueden manifestar en forma de represión, arrestos y deportaciones ilegales.

Esperemos que las manifestaciones continúen pero de manera pacífica hasta lograr el reconocimiento de que los migrantes mexicanos no son criminales ni violentos, sino hombres y mujeres que buscan en ese país un mejor nivel de vida, con trabajo, esfuerzo y respeto a la soberanía y a las leyes norteamericanas.

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