Los líderes europeos sienten que, con Trump en la Casa Blanca, tienen un diálogo de sordos y obviamente les inquieta porque intentan tener una voz propia que se haga escuchar en medio del desastre geopolítico actual. Y, desde la Casa Blanca, los ignoran.
Para Trump, Europa vale como mercado, pero no como socio estratégico, ni como interlocutor, ni siquiera ya como aliado. Así es que los líderes europeos orbitan entorno al ritmo de los acontecimientos marcados por el presidente norteamericano.
Mientras el presidente de Francia, Emmanuel Macron, pide una mesa de negociación y de diálogo entre Irán e Israel, Trump todo lo contrario aprovecha la oportunidad para descalificarlo.
Para Europa, el corto plazo se avizora muy complicado, de por sí lo es ya el día a día, con los mercados bailando de arriba para abajo, al son que les tocan desde Washington.
Ya no es solo la guerra de Ucrania librándose contra el invasor ruso en el traspatio europeo: lo que acontece en Medio Oriente tiene repercusiones en Europa, no solo por su dependencia hacia el petróleo y el gas, también porque es escenario siempre vivo para el terrorismo mientras sus fronteras reciben todos los días cientos de miles de inmigrantes ilegales como si fuese una invasión perfectamente calculada.
Mañana viernes los ministros de Exteriores de Reino Unido, Francia y Alemania, junto con el jefe de la diplomacia de la UE, se reunirán en Ginebra con su homólogo iraní.
La realidad es que poco podrán aportar porque Trump y Netanyahu llevan meses puestos de acuerdo sobre la reconfiguración estratégica en Medio Oriente; una en la que Estados Unidos saldrá muy reforzada en detrimento de Rusia y de China.
A COLACIÓN
Son muchos los lazos y los intereses que Rusia e Irán comparten a nivel mundial y regional. Ambos países sostuvieron durante largos años al régimen de Bashar al Assad en Siria.
La huida de Al Assad a finales de diciembre, a unos días de que Trump tomase posesión nuevamente como presidente, fue muy significativo porque se interpretó como una señal de los nuevos tiempos por venir en Medio Oriente.
Israel quiere el reconocimiento del Estado de Israel cuyo surgimiento, desde el 14 de mayo de 1948, solo ha traído sangre, guerra, terrorismo y desestabilización en Medio Oriente. Son 77 años de violencia e inestabilidad; un largo tiempo sin paz y son muchos los intereses globales porque está región logre su equilibrio y pueda despegar.
China desea una estabilidad en Medio Oriente para que fructifique su Nueva Ruta de la Seda y prospere con sus inversiones y la creación de una moderna infraestructura.
Este gigante asiático es el principal socio comercial de la mayoría de las naciones de Medio Oriente, proporcionando inversiones sustanciales, infraestructura y tecnología avanzada.
Además, les compra petróleo. Los inversores de China y Medio Oriente también han firmado numerosos acuerdos para llevar a cabo diversos proyectos de desarrollo y de inversiones como el acuerdo de Catar para suministrar gas natural a China.
Dentro del marco de la Nueva Ruta de la Seda, China ha logrado acercarse a casi todas las naciones árabes para llevar a cabo la Iniciativa de Desarrollo Global de China.
Y, en 2023, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Bahréin y Egipto se unieron a la Organización de Cooperación de Shanghái como socios de diálogo, mientras que Irán obtuvo la membresía de pleno derecho.
El gobierno de Beijing tiene muchísimos intereses económicos en Medio Oriente y ve con inquietud que Estados Unidos, a través de Israel, quiera alterar el mapa de Medio Oriente para que el liderazgo estratégico quede repartido entre Israel y Arabia Saudita, los dos aliados incondicionales de Washington. Eso significaría un golpe directo contra la influencia de China y de forma colateral para Rusia que perdería como aliado al régimen de los ayatolá.