Este fin de semana, en Barcelona, falleció una trabajadora de la limpieza tras terminar su jornada laboral en las horas más fuertes de calor a la intemperie en la ciudad condal.
En Madrid, los termómetros llegaron a los 45 grados y costaba trabajo respirar: el oxígeno parecía más bien una bola de fuego que entraba por la nariz y te secaba por dentro; desde la garganta hasta los pulmones. El Ayuntamiento cerró el Retiro y todos los parques.
El calor en las urbes que no tienen mar es asfixiante. No es tolerable ni para niños, ni para ancianos; y realizar los trabajos al aire libre es casi criminal. En Andalucía ya hay también obreros de la construcción que han fallecido por golpes de calor.
El calor mata. España no está preparada para el cambio climático y en general tampoco lo está Europa. Este fin de semana que recién concluyó entró una ola de calor africano seco, árido como si fuese un lengüetazo infernal para consumir no solo al Mediterráneo que está en riesgo… esta ola ha llegado hasta Reino Unido.
En el país ibérico solo hay turistas en la calle porque los locales salen solo a lo necesario e imprescindible para estar lo más cerca posible de un ventilador o bajo el aire acondicionado.
Algunos estudios señalan que este año podríamos tener 100 noches de calor tórrido, de momento, porque podríamos llegar hasta octubre con los termómetros por encima de los 35 grados.
António Guterres, titular de la ONU, viene reprochando en sus discursos acerca del cambio climático y remarca que será inevitable traspasar el umbral de 1.5 grados centígrados establecido por el Acuerdo de París con la meta de acelerar la descarbonización del planeta.
Precisamente, Joan Ballester, del Consejo Europeo de Investigación, advirtió que el año pasado casi “la mitad de los días” superaron dicho umbral y se esperaría que se traspase este límite en la mayoría de los días, antes de 2027.
¿Qué significa? Que el calor será más extremo, más intenso, más duradero y que habrá largos meses de sol y pocos meses de invierno; con su consecuente alteración del ciclo de lluvias y el impacto en la sequía y desertificación. En suma, una amenaza para la vida humana.
A COLACIÓN
La Confederación Nacional de la Construcción (CNC) en España emitió un protocolo de actuación en el sector. Este protocolo establece distintas recomendaciones generales, desde pautas alimentarias, el uso de ropa adecuada, realizar descansos y adaptar los horarios de trabajo a las horas de menor exposición.
En función de los datos e información facilitada por la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) se establecen tres escenarios o niveles de alerta: verde, amarillo y naranja-rojo con una consecuente toma de medidas.
Por norma general, en los trabajos que requieran la presencia constante de una persona a la intemperie se valorará la rotación de la misma o dotarle de sombra y se facilitarán descansos frecuentes en lugares frescos.
En el nivel verde se podrá trabajar con normalidad y en el amarillo habrá que supervisar los trabajos en el exterior y prestar especial atención a los trabajadores sensibles.
Cuando haya alerta naranja-roja, se prohibirán los trabajos en solitario, se priorizarán los trabajos en interiores o a la sombra y se suministrará de agua con mayor frecuencia. Además, también se reducirá o modificará la jornada adaptando las condiciones de trabajo.
Algunos sectores van reaccionando pero la realidad es que el gobierno de España parece rebasado por la situación climática… no hay un eje cardinal al respecto. En verano tienen que cambiar los horarios y readaptarse a una nueva realidad de más sol con días muy cálidos y largos en luz solar que no se disiparán hasta octubre. Estamos viviendo la pesadilla que tanto se temía: seis meses de frío, vientos, nevadas y lluvias; y, seis meses, de calor ardiente con días extremos, sequías, luego lluvias tórridas y fuertes tormentas eléctricas. En suma, nos hemos cargado el planeta.