Mientras el presidente Donald Trump ha decidido cancelar la mayor parte de la financiación gubernamental para los programas de apoyo al desarrollo en el exterior, una parte del mundo busca un consenso y una nueva arquitectura financiera global que facilite el acceso a la financiación para decenas de países con problemas presupuestales y con enormes desafíos humanitarios por atender.
En la IV Conferencia Internacional Sobre Financiación para el Desarrollo, llevada a cabo, del 30 al 3 de julio, varios mandatarios, primeros ministros, autoridades de organismos internacionales y de otras instituciones viajaron a Sevilla para abordar cómo reorganizar los esquemas de financiamiento para el desarrollo sin contar más con el auxilio monetario provisto a través de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) que ha cerrado sus oficinas.
Para tener una idea del mazazo que ha dado Trump con esta decisión, la financiación norteamericana significa 43% de toda la ayuda concedida a los países con diversos programas humanitarios y de desarrollo. En términos económicos, en 2024, la USAID destinó 32 mil millones de dólares repartidos de la siguiente manera: 9 mil 900 millones de dólares para proyectos de ayuda humanitaria; otros 9 mil 500 millones de dólares para programas de sanidad y 12 mil 300 millones de dólares para múltiples programas en África; y el resto, a otros programas para Asia y América Latina y el Caribe.
Recién inició julio, Marco Rubio, titular del Departamento de Estado de Estados Unidos, dio por desmantelada definitivamente dicha agencia que empezó a funcionar en 1961 bajo el gobierno del entonces presidente John F. Kennedy.
Solo se conservarán algunas de sus funciones. Un documento filtrado a CNN destacó que al Departamento de Estado de EU gestionará algunos programas de asistencia humanitaria, de inversión estratégica y programas limitados de seguridad nacional. “Podemos afirmar que están cancelados el 83% de los programas de la USAID a nivel mundial y solo permanecen vigentes mil contratos”.
Así es que prácticamente, António Guterres, secretario general de Naciones Unidas, llegó a Sevilla desesperado con el contratiempo encima de conseguir dinero para que miles de programas no colapsen.
Es decir, desde ayudas para luchar contra la malaria, la tuberculosis, el VIH así como el ébola o la propia prevención del coronavirus por citar algunos de los múltiples programas que tras el paso de Elon Musk, al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) han quedado extintos. Como el de los polémicos condones que Musk consideró innecesarios y canceló inmediatamente sin leer la letra pequeña: para prevenir entre los jóvenes africanos el contagio de las ETS y fundamentalmente del VIH.
También quedó suspendido el contrato para suministrar kits de emergencia para víctimas de violación en el Congo en un momento en el que además ha incrementado la violencia entre sectas y grupos armados.
Un estudio del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) recientemente publicado en The Lancet destaca que los recortes de Trump a la cooperación norteamericana en el mundo provocarán más de 14 millones de muertes en los próximos cinco años.
A COLACIÓN
A la IV Conferencia arribaron 60 jefes de Estado, la mayoría africanos, también asistió Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea; el presidente francés, Emmanuel Macron; y más de 200 delegados de diversas partes del mundo.
Los mandatarios de los países más pobres del mundo como el rey Mswati III, de Esuatini o Suazilandia, estuvieron presentes para recordar que sin la ayuda norteamericana para el desarrollo habrá que encontrar la manera de que los programas sigan recibiendo los fondos. Gambia, otro de los países muy pobres, representado por su presidente Adama Barrow, recordó que endeudados y con escasos presupuestos, la pobreza seguirá creciendo.
El punto es que ahora hay que llenar el vacío que deja la ausencia de la financiación norteamericana y el esfuerzo implica sumar diversos actores desde autoridades gubernamentales, públicas, privadas, instituciones y hasta organismos internacionales.
Bajo este contexto, el presidente Pedro Sánchez anunció una alianza de España, junto con Reino Unido, Francia, Canadá y varios organismos internacionales para reducir la deuda de los países en desarrollo. En esta alianza también figuran el Banco Interamericano de Desarrollo; el Banco de Desarrollo de Asia y el Banco Africano de Desarrollo, así como el Banco Europeo de Inversiones; y, el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF).
España presentó una iniciativa para promover canjes de deuda por inversiones, un instrumento para redirigir recursos directamente a acciones contra el cambio climático, las infraestructuras sostenibles o los servicios públicos y servirá para avanzar en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Otra acción relevante: el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF) y el Grupo de Coordinación Árabe (AGG) dieron a conocer la creación de un Comité de Inversiones para diseñar instrumentos financieros e impulsar proyectos en sectores esenciales para América Latina y el Caribe. ¿Qué tanto va a funcionar todo esto? No lo sabemos, sencillo no será, desde luego. Por lo menos, hay iniciativas al respecto, aunque la realidad es que Estados Unidos tenía ya montado todo ese entramado de ayudas que ahora ya no existen.