En Reino Unido, el Partido Laborista que es de izquierdas, quiere que voten los adolescentes a partir de los 16 años de edad. Fue una de las promesas de campaña del actual primer ministro, Keir Starmer y, ahora, piensa en cumplirla.
A la fecha solo se puede votar a partir de esa edad en Argentina, Brasil, Ecuador y Cuba. En la Unión Europea (UE) Austria se convirtió en el primer país en reducir la edad para votar a los 16 años, un cambio que realizó en 2007.
En Gales y Escocia, los adolescentes de 16 y 17 años, pueden votar. Ahora es Reino Unido el que se sumará a esta pionera iniciativa ya lo hizo en su momento al ser uno de los primeros países que redujo la edad para votar de 21 a los 18 años de edad.
¿Por qué lo propone Starmer? Se observa en toda Europa una ola de desafección ciudadana, una polarización que ha llevado a que las minorías se concentren en los polos: de ultraizquierda o de ultraderecha; y, casi todos los sondeos de la UE, destacan una pérdida en la confianza democrática de los europeos no solo hacia sus instituciones, sino a su propio sistema electoral.
De este fenómeno no está exento Reino Unido. Es más, las democracias bipartidistas están siendo fagocitadas precisamente por esa polarización lubricada por una gran combinación de factores que yo diría van más allá de la ira y del voto de castigo. Hay un significativo y preponderante cambio generacional.
Y eso no lo podemos modificar. Ya los millennials han dado cuenta de su desafección ciudadana encerrándose en un ostracismo peligroso mientras que la Generación X, a la que pertenezco, tiene un voto mucho más predecible.
Sin embargo, es la Generación Z, la que está más escorada hacia los polos, porque además en muchos países la centralidad se ha ido perdiendo. Los nacidos entre 1995 y 2009 son Generación Z.
Alguien que nació en 1995 tiene hoy en día 30 años de edad; en cambio, alguien que nació en 2009 en la actualidad tiene 16 años de edad. Las necesidades de un joven treintañero no corresponden a las necesidades de un adolescente que recién está descubriendo la vida y está lleno de sueños y muy seguramente vive los avatares de sus padres así como sus tragedias económicas.
La hipótesis de Starmer es que esos futuros votantes adolescentes son sufragantes de izquierdas algo que él cree terminará beneficiando al Partido Laborista.
Quizá se equivoque porque estás generaciones más jóvenes nos siguen demostrando que no tienen nuestros patrones de conducta y encima quieren trabajar menos y ganar más. Ellos desean acceder, lo más rápidamente posible, a multitud de comodidades y, son además, juventudes bastante influidas por las redes sociales y sus contenidos.
Lo que hay en esas redes circulando nada tiene que ver con un pensamiento de izquierdas. No sé si es o no una buena decisión llevar a los adolescentes a las urnas con tan escasa formación cívica a esa edad.
A COLACIÓN
Las democracias bipartidistas están fragmentándose, hay países como España en que la inestabilidad política y de gobierno está ligada a la pérdida del centro y a que ninguno de los dos partidos logran mayorías. El surgimiento de otros partidos, un par de ellos escorados uno a la izquierda y otro a la derecha, han captado mucho voto de los millennials y la Generación Z.
En Reino Unido, hay también ese esquema o gobierna el Partido Laborista o gobierna el Partido Conservador. En los últimos años diversas casas de análisis se han preguntado qué pasaría con la salud democrática británica si surgieran nuevos partidos y se debilitasen tanto el Partido Laborista como el Conservador.
Otro claro ejemplo está en Estados Unidos: los republicanos no han tenido más opción que cerrar filas con Donald Trump y apoyarlo como candidato ante el temor de que el magnate créase su propio partido y entonces el ala más ultraderechista del partido se fuese con Trump.
Quizá salvar a la democracia no sea responsabilidad de los adolescentes y el problema esté más bien enfocándose inadecuadamente porque aquí estamos varias generaciones conviviendo pero no todas se siente adecuadamente representadas.