Trump y Putin juntos otra vez. Dos personalidades equidistantes pero que convergen, al fin y al cabo, en sus defectos: son ambiciosos, avariciosos, narcisistas y déspotas.
Y, en manos de estos dos, descansa el derrotero de Ucrania y con él adherido el de buena parte de Europa. El presidente Trump razona con la calculadora en el bolsillo obsesionado con hacer corte de caja y solo le interesa aquello que signifique hacer negocio.
Para él terminar la guerra en Ucrania es una oportunidad pecuniaria y jugosa para explotar la parte del territorio ucranio que no se queden los rusos. Anhela reconstruir Ucrania con las multinacionales norteamericanas y extraer todos los recursos naturales, así como minerales con sus tierras raras, para beneficio claro está de la hegemonía económica norteamericana.
Sin embargo, para el dictador ruso, la guerra en Ucrania que él propició invadiéndola, el 24 de febrero de 2022, es la oportunidad perfecta para cambiar el orden mundial. Para incidir en materia geopolítica y geoeconómica en un nuevo reequilibrio de fuerzas.
Esa es quizá la diferencia más relevante entre un Trump y un Putin que volverán a verse hoy las caras en este histórico día, 18 de agosto, en un sitio tan elocuente para enmarcar la temperatura gélida de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Rusia. Las nevadas estepas de Anchorage desdibujan dramáticamente, el deterioro de la diplomacia, entre Washington y el Kremlin, en una crisis sin precedentes mucho peor incluso que la crisis de los misiles rusos en Cuba, en octubre de 1962.
Solo que en ese episodio histórico nadie se sentía desconcertado por la personalidad del presidente John F. Kennedy o la del mandatario soviético, Nikita Krushchev; y, en cambio, en la actualidad es un Trump impredecible y voluble obsesionado además por granjearse la amistad y la simpatía de un autócrata como Putin, el que va a negociar en nombre de Europa y peor todavía de los ucranios (que son el pueblo invadido) las condiciones de un alto el fuego.
No nos equivoquemos… un alto el fuego no significa la paz, no significa concluir un conflicto con un país metido en la ecuación de un Putin imperialista que nunca ocultó su desdén por el entonces presidente Mijaíl Gorbachov a quien siempre ha señalado como ser el culpable directo del desmembramiento de la URSS. Putin nació siendo soviético, fue educado en una mentalidad soviética y mamó desde lo más adentro de los entresijos de la KGB que el tamaño importa en el renglón del liderazgo mundial.
Si Boris Yeltsin, terminó de degradar el liderazgo de Rusia en el mundo, fue un Putin abigarrado y mesiánico el que a través del terrorismo y de influir en otros conflictos regionales devolvió a Rusia a las grandes ligas.
Ningún presidente ruso se ha reunido más veces con diversos mandatarios norteamericanos como en cambio lo ha hecho Putin en sus más de dos décadas en el poder.
A COLACIÓN
De esta reunión no saldrá un anuncio estruendoso será una toma de contacto para hablar de muchos temas en el tintero del que ambos equipos llevan semanas dialogando. Trump quiere anotarse el tanto de lograr un alto el fuego y Putin quiere que le levanten las sanciones a Rusia y les devuelvan los miles de millones de dólares en activos congelados.
Trump desea hacer negocios con Rusia y Putin que se vuelvan a redefinir una serie de tratados de misiles de corto, mediano y largo alcance que están suspendidos porque ambos países los han ido abandonando en los últimos años al calor de los roces derivados de la invasión y la venta de armas de Estados Unidos a Ucrania.
El dictador ruso, además, quiere un alto el fuego siempre y cuando se le reconozca a su favor la línea del frente y Kiev acepte perder los territorios del Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón. Es decir, perder sus mejores graneros, su salida al mar Mediterráneo con todos sus puertos y astilleros; ceder la central nuclear más grande de Europa que está en Zaporiyia y encima buena parte de los gasoductos que bombean energía al resto de Europa.
La Unión Europea (UE) que solo es humillada una y otra vez por su aliado trasatlántico, intenta un eco de dignidad y de memoria histórica, para demandar a un Trump sordo ante sus reclamos que los europeos están con Ucrania y que no puede darse un alto el fuego o un acuerdo de paz sin que esté en la mesa el presidente Zelenski.
Esta semana, ha vuelto a quedar patente, que los líderes europeos no solo han arropado a Zelenski sino que han reiterado en una llamada telefónica con Trump que Ucrania no puede ser repartida y no debe ceder su territorio al invasor.
El alto el fuego y un posterior acuerdo de paz siguen siendo senderos inciertos, la ambición de Putin ha roto muchas cosas: no solo el equilibrio regional también la confianza y la previsibilidad.
Europa, llega como testigo lejana a esta cita en Anchorage, convencida que en un par de años, Putin volverá a intentar apropiarse de toda Ucrania o incluso atacará a los pequeños países bálticos que son, además, miembros de la OTAN. Nadie, pero nadie cree en Europa, que de Anchorage saldrá un Putin conforme con todo el humo que le venderá Trump. Neville Chamberlain se comportó como un cordero ante Hitler cuando le cedió los Sudetes, Trump es tan solo el limpiabotas de Putin. La Historia lo juzgará.