Desde Barcelona zarpa la flotilla humanitaria a  Gaza

  La activista sueca Greta Thunberg se merece más el Nobel de la Paz  que el maniático de Donald Trump obsesionado en llevarse uno a su casa de Mar-a-Lago. Ayer, Thunberg, zarpó desde Barcelona con una flotilla compuesta por una veintena de barcos y cerca de 300 activistas internacionales entre éstos, la actriz Susan Sarandon.

Esta cruzada enarbolada por la Global Sumud Flotilla pretende romper el  bloqueo por mar impuesto por el ejército israelí a los gazatíes desde 2007, con decenas de barcos militares judíos bloqueando todo acceso a Gaza. Los pescadores gazatíes no pueden faenar más allá de las 12 millas náuticas de la costa; el ejército israelí simplemente los mata a tiro limpio si traspasan este límite.

La situación que desde años viven los gazatíes es francamente inhumana: viven encerrados en una ratonera de aproximadamente 41 kilómetros de largo y entre 6 a 12 kilómetros de ancho, con una superficie total de 360 km². Son dos millones de personas hacinadas en ese espacio que, en la actualidad,  tienen el 60% de su territorio destruido con miles de muertos y otros miles de desaparecidos bajo los escombros de los edificios bombardeados por Israel. No hay forma lógica, ni racional, de negar este exterminio.

La flotilla que lidera Thunberg intentará (otra vez) acercarse a Gaza por mar. La primera vez fueron abordados inmediatamente por la marina judía y deportados. Ahora regresan con  más barcos y  más activistas.

La realidad es que no llegarán a Gaza pero conseguirán ese golpe de efecto para que el mundo siga hablando de los palestinos y provocar una mayor presión social para que los gobiernos de Occidente reaccionen y sancionen a Israel.

España lleva metido en el berenjenal, con su ministro de Exteriores, José Manuel Albares, promoviendo todo tipo de iniciativas en la Unión Europea para que llegue cierta presión externa al gobierno de Netanyahu.  Pero la UE siempre es tibia, dubitativa y llega casi siempre tarde  a todo.

Le tiembla la mano para sancionar a Israel ante el temor de enfurecer a Trump y desatar su ira arancelaria utilizada como instrumento de chantaje, presión y coacción contra los demás.

Esa flotilla con activistas que arriesgan sus vidas  no van a detener el genocidio, sin embargo, seguirán exhibiendo el genocidio perpetrado por Israel en contubernio con Estados Unidos ante la mirada cobarde y temblorosa del resto de los líderes mundiales.

A COLACIÓN

La reacción siempre es del pueblo para el pueblo… del pueblo por el pueblo. Al final, la gente sabe más organizarse que los propios gobiernos convertidos en pesados elefantes metidos en un cubo de rubik… es acaso uno de los argumentos más manidos de los anarquistas. Que caiga el gobierno  y el Estado que no sirven para nada, más que para enriquecer a un grupúsculo de corruptos, mamando del poder que no es otra cosa que de los impuestos de los miserables ciudadanos que solo trabajan para mantener a ese monstruo infernal.

En Europa, son esos grupos de ciudadanos los que han manifestado su doble malestar: uno, contra el gobierno de Donald Trump y sus políticas racistas, injerencistas y sus múltiples amenazas contra terceros. Una buena parte de los europeos ha dejado de viajar hacia Estados Unidos, no hay agencia de viajes que lo desmienta.

Tampoco, restaurantes de comida rápida basura, que nieguen una caída en sus ventas por  la menor afluencia de personas. La multinacional Starbucks está resintiendo la presencia de menos asiduos a sus cafeterías que indignados por el alineamiento de sus ejecutivo con Trump, han optado por irse a tomar su cafelito a otro sitio.

Luego está la postura de esos ciudadanos europeos contra los judíos: este verano no fueron pocos los cruceros con judíos que no pudieron desembarcar en puertos de Italia y de Grecia porque había una protesta masiva de personas negándoles el desembarco por genocidas.

He visto a gente salirse de restaurantes para no compartir mesa al lado de personas judías y expresando abiertamente su negativa a comer allí porque consideran que los ciudadanos israelíes son tan culpables como Netanyahu en perpetrar una venganza de exterminio contra los palestinos.

En Francia, el presidente Emmanuel Macron, está metido en un lío diplomático con el primer ministro Netanyahu, tras una serie de acusaciones cruzadas en las que Netanyahu acusa a Macron de antisemitismo. Señala que Francia no está protegiendo lo suficiente la vida de los Israelíes que viven en el país galo y que cada día son increpados en las calles francesas por ciudadanos que rechazan la matanza que ejecuta su gobierno.

Estamos llegando a una delgada línea en donde el antisemitismo brota en la  piel de los europeos como los nardos en primavera. Hay una urticaria histórica que reverdece la intolerancia  hacia un pueblo que ya fue expulsado de España  en 1492;  en Lituania en 1495; en Portugal en 1497. La lista de expulsiones es larga: prácticamente entre el siglo XV y el XVI fueron expulsados de casi toda Europa. Se ha preguntado, amigo lector, ¿por qué en casi ningún sitio se les quería? Es una pregunta que  deberíamos formular a Netanyahu…


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