Benjamín Netanyahu tenía 46 años de edad cuando un extremista ultranacionalista asesinó, el 4 de noviembre de 1995, al primer ministro, Isaac Rabin, a quien Netanyahu (al frente del Likud) acusaba de traicionar a Israel por los Acuerdos de Oslo que buscaban pacificar el conflicto entre Israel y los palestinos.
“En julio de 1995, Netanyahu dirigió una falsa procesión fúnebre con un ataúd y una soga en un mitin anti-Rabin donde los manifestantes corearon muerte a Rabin. El jefe de seguridad interna, Carmi Gillon, alertó a Netanyahu de un complot sobre la vida de Rabin y le pidió que moderara la retórica de las protestas, lo que Netanyahu se negó a hacer”, de acuerdo con información recogida en varios medios de comunicación.
Al final, a Rabin lo asesinó un joven judío de 25 años y con su muerte se truncó toda posibilidad de paz en la región. Un año antes había recibido el premio Nobel de la Paz junto con Shimon Peres y Yasir Arafat. Los tres políticos desempeñaron un gran papel en la búsqueda de la paz en Medio Oriente pero los ultranacionalistas judíos, a los que pertenece Netanyahu, veían más que una posibilidad de coexistencia, una amenaza para los asentamientos y los colonos judíos.
Ya desde joven Netanyahu tenía ideas radicales que hablaban incluso del exterminio de los palestinos de ser necesario para la prevalencia de Israel y de recuperar a toda costa y a cualquier precio las tierras del pueblo de Dios.
Hoy, Netanyahu a sus 75 años de edad, por fin puede lograr todo cuanto soñó para Israel: más tierras para sus colonos, menos para los palestinos y acabar si se puede expulsándolos de la Franja de Gaza y de Cisjordania. Tiene luz verde. Le avala el gobierno más ultranacionalista y ultraortodoxo que gobierna a Israel. Algunos de sus miembros cuando participan en la Knéset hablan de exterminio o de expulsión.
El primer ministro israelí está cumpliendo su promesa de librar una guerra larga que no solo compromete a Hamás, también al Líbano y a su grupo armado y político Hezbolá; así como a los Hutíes en Yemen. Y el enfrentamiento contra Irán mantiene a Medio Oriente en vilo y a la Casa Blanca temiendo que el ejército norteamericano termine arrastrado a otra guerra.
Más que una venganza, lo que el gobierno ultranacionalista y ultraderechista, formado por Netanyahu intenta hacer es redefinir el mapa del liderazgo regional en Medio Oriente bajo el pretexto de los atentados sufridos el 7 de octubre de 2023.
En Medio Oriente, además del conflicto natural que ha planteado el surgimiento del Estado de Israel en territorio de Palestina, el 14 de mayo de 1948, hay dos fuerzas contrarias disputándose el control regional: Arabia Saudita que es una nación suní como lo es Egipto o Jordania versus Irán que es una nación mayoritariamente chií como también lo es Irak, Baréin, Yemen, Líbano y Azerbaiyán.
En medio de esas dos fuerzas que llevan décadas librando un pulso fundamentalmente entre Arabia Saudita e Irán está el conflicto de Israel con los palestinos. A Irán se le señala de ser el ente instigador y el financiador del terrorismo contra Israel mientras que, Arabia Saudita, guarda un extraño silencio dejando a los palestinos al abandono de su suerte.
A COLACIÓN
Trump cree que el día de hoy le concederán el Nobel de la Paz, lo quiere como un trofeo de caza, quizá Israel se lo haya comprado finalmente. No sé cuánto tiempo durará esta pantomima de acuerdo de paz planteado por Trump para la Franja de Gaza.
Los palestinos necesitan además de paz, también progreso, sentirse dueños de sus tierras, de sus negocios, de sus ilusiones y de su futuro. Necesitan moverse libremente y no estar atrapados en un gran guetto del que no pueden escapar ni por tierra, ni por aire, ni por mar.
No habrá paz mientras no se tenga libertad, seguridad jurídica y un Estado palestino. ¿Cómo puede haber paz si los dueños de las tuberías del gas, del agua y de la luz son los israelíes que cortan los suministros desde hace décadas a los palestinos para expulsarlos de sus casas y de sus tierras?
Los palestinos viven un Apartheid en guettos en Gaza, lo mismo que rodeados de alambradas en Belén o en Jerusalén y muchas otras partes segregados hasta de circular LIBREMENTE para ir a rezar a sus mezquitas.
Yo he visitado varias veces Israel desde Haifa, hasta Jerusalén, Belén, Tel Aviv hasta el río Jordán y puedo dar fe de esas políticas de hostigamiento y persecución contra los palestinos. Una paz bajo estas condiciones solo genera odio y el odio, se convierte en venganza y al final la guerra siempre estará a la vuelta de la esquina. Aquí se necesitan verdaderos cambios estructurales más que una paz cosmética.