Mientras Trump intenta crear discordia entre Putin y Xi, la realidad es que los intereses estratégicos mutuos de China y Rusia tienen mayor consonancia que los apetitos personales del presidente norteamericano.
Con todo y sus amenazas, Trump no logrará que su economía tenga la productividad de China ni tendrá tampoco la influencia geopolitica que Rusia tiene en África, en América Latina y en otros países de Asia.
China que está llamada a ser la potencia de este siglo XXI debe terminar de hallar su lugar en el mundo y no ser únicamente el protector de los gobiernos parias y de los autocrátas. Debe comprender que Occidente también existe.
La influencia que ejerce Putin en la figura de Xi Jinping es bastante considerable. Si no se ha resquebrajado la economía rusa tras las sanciones es gracias a la protección económica china que compra a raudales grandes cantidades de petróleo y de gas barato ruso. Lo mismo que hace India.
Con sus 73 años, Putin desde 2012, ha ocupado los puestos de presidente y también de primer ministro de la Federación de Rusia acumulando mas de veinte años en el poder.
Lo mismo que Jinping (un año menor que Putin) quien asumió todos los poderes de su país, desde 2013, convertido en tótem del Partido Comunista de China, máximo líder militar y presidente de la nación. Su reelección le permitirá gobernar hasta 2028 cuando tendrá 75 años de edad.
Digamos que ambos mandatarios provienen de la misma generación, aunque de culturas distintas e ideologías que por una parte convergen y por otra no tanto, las circunstancias internacionales han ido orillándolos a cimentar una relación que aunque Putin siempre alaba a Jinping elevándolo al nivel de ”su mejor y cercanísimo amigo”, la realidad es que todo es un perpetuo juego de poder.
A COLACIÓN
Xi quiere que China tenga el mayor poder económico del mundo y Putin aspira a recuperar la zona de influencia soviética y que Rusia controle los hilos del poder geopolítico.
De esta forma, sus ambiciones se retroalimentan. Hasta el momento, China nunca ha condenado la invasión de las tropas rusas a Ucrania que ya va camino de cumplir los cuatro años en febrero próximo.
Por no obviar, que ambos líderes socavan los valores democráticos y los derechos humanos. Los dos buscan un nuevo orden mundial con mayor peso de sus decisiones políticas, económicas y militares. Y, por si fuera poco, los dos países tienen conflictos territoriales en sus respectivas zonas de influencia.
Beijing quiere que su Nueva Ruta de la Seda pueda extenderse por todo el planeta y Moscú pretende extender su red de paramilitares por los cinco continentes.
Trump cree que su foto con Xi lo hace un ganador, en realidad solo sigue jugando bajo las reglas del mandatario chino y del ruso: en sus negociaciones, Trump ha conseguido que China le exporte más tierras raras a cambio de aranceles del 10 por ciento. Estados Unidos es el pasado y Trump lo sabe. El futuro pasa por Beijing.