ALEJANDRO GUTIéRREZ
Científicos del Instituto de Astrofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México; del Instituto de Astrofísica, Óptica y Electrónica de Santa María Tonantzintla, Puebla, y del Centro de Ingeniería y Desarrollo Industrial de Querétaro contribuyeron al desarrollo del Gran Telescopio Canarias, el más grande y avanzado del mundo, capaz incluso de escudriñar los orígenes del universo. Los científicos mexicanos que toman parte en este proyecto parecen tener mayor reconocimiento de gobiernos europeos que del suyo propio…
Santa Cruz de la Palma, Islas Canarias.- En la cima de la sinuosa formación montañosa de esta isla, donde se ubica el Observatorio del Roque de los Muchachos, a más de 2 mil 400 metros de altura, sitio al que los aborígenes palmeros daban un carácter sagrado propicio para la observación estelar, hoy sobresale una estructura metálica de aspecto futurista. Se trata de una mole de 40 toneladas, provista de la más avanzada tecnología en astrofísica, que servirá para dar un salto cualitativo en el estudio del universo.
Es el Gran Telescopio Canarias (Grantecan), el más grande del mundo, que a esa altitud sobresale por sobre una alfombra de nubes cerradas, poéticamente conocida aquí como “mar de nubes”, que se forman entre los mil 200 y mil 600 metros de altura.
Es un proyecto que involucró a tres instituciones mexicanas tanto en la apuesta científica como en el desarrollo de nuevas tecnologías: el Instituto de Astrofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (IA-UNAM), el Instituto de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE) de Santa María Tonantzintla, Puebla, y el Centro de Ingeniería y Desarrollo Industrial de Querétaro (Cedesi), adscrito al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México (Conacyt), que financió parcialmente la iniciativa liderada por el Instituto de Astrofísica de Canarias.
“Con este telescopio óptico-infrarrojo veremos el mismo origen del universo”, sentencia José Franco, director del IA-UNAM, entrevistado por Proceso. “Su poder de captación de luz, mayor al de cualquier otro telescopio, nos permitirá observar los objetos celestes más lejanos y de débil luminosidad, hasta ahora desconocidos en la evolución del universo, y una nueva mirada a los hasta ahora estudiados”.
Es tan alta la sensibilidad del equipo con que cuentan estas nuevas instalaciones, inauguradas por los reyes de España el viernes 24, que su espejo equivale a tener agrupadas 4 millones de pupilas humanas y su alcance es 60 millones de veces mayor que el ojo humano. Podrá captar la luz de objetos celestes ubicados hasta 13 mil 800 millones de años luz.
Una de las investigadoras del proyecto ejemplificó: “Si pudiéramos dirigir el telescopio a Australia o al otro lado del planeta, veríamos todo el detalle de unos faros de un coche u obtendríamos la temperatura de un plato de sopa caliente”.
Y el valor agregado del proyecto, dice el doctor Franco, es que “es la primera vez que se desarrolla en castellano un avance científico y tecnológico de tal envergadura en la comunidad astrofísica internacional”.
El rector de la UNAM, José Narro, destacó que “la astronomía forma parte de nuestra cultura. Somos descendientes de observadores del cielo, acuciosos y metódicos. Por eso, participar en el proyecto del más grande y avanzado de los telescopios coloca a los científicos de la institución en una posición de primer orden, porque demuestra que pueden participar en proyectos internacionales”.
Este es un extracto del reportaje que publica la revista Proceso en su edición 1708 que empezó a circular este domingo 26 de julio.