El poder y la Educación/Mario Andrés Aquino López

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Leyendo a Publius en forma crítica y considerando que era un historiador (55 – 120 de nuestra era) aplicando un método de comparación entre lo que dice sobre la educación y lo que sucede en el momento actual (2009), tomé en cuenta:

Primero: Que el método educativo de la época de Publius era la Oratoria, la retórica y el diálogo.

Parece ser que el método de la Oratoria era fundamental para Publius pues en su obra Dialogus de oratoribus (Diálogo de los oradores), escrita hacia el 81, realiza una crítica de lo olvidado que está tal método en su sociedad.

Si esos mismos conceptos los adecuáramos a la época actual la Academia como tal parece olvidada, con el pretexto del “auto-aprendizaje” del alumno y con el subterfugio de que el Maestro es un simple guía, casi no se escucha la voz de los maestros en los salones de clase y la carga de trabajo se traslada convenientemente a los alumnos.

Según el Diccionario de sinónimos y antónimos 2005 Espasa-Calpe, son sinónimos profesor, educador, instructor, maestro, pedagogo, preceptor, monitor, catedrático, doctor y consejero; lo cual no quita que la exposición magistral siga siendo valiosa, independientemente de que se usen los métodos que tienden a fomentar el auto-aprendizaje.

Segundo: La tendencia hacia convertir todo en objeto de mercado, el proceso enseñanza-aprendizaje no ha escapado a esta corriente post modernista, y parece que hoy vale igual que en el siglo I, la afirmación de Materno, el poeta, quien zanja la cuestión de si está o no en decadencia la Oratoria en el diálogo de Publius al que nos hemos venido refiriendo, con un acertado criterio histórico; Materno asegura que: “es la diferencia de régimen político la que determina la decadencia de la oratoria”.

Parece que la exposición del Maestro de un tema determinado, está en decadencia, pero igual, la Educación ya no es un Derecho Humano sino un servicio por el que hay que pagar, y entre mayor su calidad, mayor su precio.

Sobre la cuestión de que si es o no la diferencia de régimen político el que determina esto, Adriana Puiggros Doctora en Pedagogía por la Universidad Nacional Autónoma de México, concluye su ensayo “Educación y poder: los desafíos del próximo siglo”, con la siguiente afirmación:

“…con un discurso plagado de palabras referidas a la discriminación positiva y a la calidad, se están ya propiciando medidas que en pocos años habrán desestructurado los sistemas de educación pública, dejando a la educación en manos de impredecibles fuerzas del mercado.”

Tercero: Defender nuestros derechos es vital más ahora que como dice Jesús Eduardo Martín Jáuregui de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Aguascalientes:

“Vivimos un virtual estado de sitio en que sin hacerse declaratoria expresa, las libertades esenciales se menoscaban. En que las libertades de asociación, de libre tránsito y aún las de posesión o propiedad, por no decir la libertad misma, se ven restringidas por regulaciones legaloides que se convierten en instrumentos peligrosísimos para la supervivencia de los derechos humanos. Fundamentadas en el miedo, se toman medidas con la apariencia de disposiciones extraordinarias para un período de excepción. Los medios son cooptados, ya no por la amenaza, sino por la dádiva disfrazada de publicidad. La miseria es atenuada por la limosna institucional con ropaje de justicia social. Los derechos humanos son violados con regulaciones toleradas por el temor y por la ignorancia.

La Universidad misma se pone a debate. La Universidad pública, la Universidad por definición vive angustiada por sus escasos recursos. Cuestionada en su propia esencia, ella que ha sido durante ocho siglos la certificadora de conocimientos, se ve constreñida a recurrir a organismos extrauniversitarios para ser certificada con vistas a sobrevivir en un mundo globalizado, cuya primera gran crisis nos azota y nos asuela. No obstante la Universidad sigue siendo el espacio para denunciar y para debatir estas cuestiones. La carrera de Derecho, el ámbito natural para que alumnos y maestros reflexionemos, como todos los días lo hacemos, pero ahora a la luz de una circunstancia que pone en riesgo las bases de una sociedad democrática.

Hasta la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano se ve como un ideal lejano, ante la inversión de los valores, cuando un individuo puede ser confinado a una cárcel especial por un período de 60 días para investigarlo, trastocando el principio mismo de “investigar para detener” y no al contrario. Cuando sin orden de cateo se allanan hogares, comercios, oficinas públicas, amparados en la irresponsabilidad y en la impunidad. Cuando cualquier ciudadano se ve expuesto a las vejaciones de los grupos que por definición han sido creados para salvaguardar los derechos. Por el camino de la injusticia no se llega a la justicia. Por la antijuridicidad no se llega a la juridicidad. Por la vía de la violación de los derechos humanos no se llega al Estado de Derecho.”

En Conclusión: No podemos permitir que se minimice el ejercicio del magisterio, que deje de crecer la calidad ni que los derechos humanos como el de la Educación se cancele y se convierta, igual que la Salud, en un servicio por el que hay que pagar, reduciéndolos a objetos de mercado, y que a expensas de ello, las autoridades destruyan el sistema público de Educación en todos los niveles.

No podemos permitirle a nuestros gobernantes ejercer el poder sin escuchar al pueblo, porque en su ambición de poder pueden terminar en el precipicio como bien lo dice Publius:

“Para quienes ambicionan el poder, no existe una vía media entre la cumbre y el precipicio.”

Luchemos, entonces, para defender la Educación Pública de calidad, que pueda llegar a todos sin distingos, para iniciar esa lucha, el primero que debe cambiar, es el Maestro, moderando sus ambiciones de dinero y poder, aumentando su sed de conocimientos y recordando, como dice Martín Jáuregui, que como en la parábola de los talentos, el Maestro está comprometido a multiplicar los que se le entregaron para rendir buenas cuentas.

Esperamos sinceramente que: ¡Así sea!

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