No cabe duda que una de las “armas” predilectas de los políticos y politólogos sigue siendo el rumor: se dice que “cuando el río suena es que agua lleva”, sin embargo, hay muchas cosas que salen a la luz pública sin ser precisamente verídicas.
En el mundillo del espectáculo es común ver este tipo de comentarios que lastiman, lesionan y hieren a la gente propiciando en ocasiones heridas incurables, o cicatrices que dolerán toda la vida.
En la política, como en la farándula, muchos gustan de hacer este tipo de comentarios sin la más remota idea de los alcances que puede tener.
El rumor es una estrategia de comunicación que se emplea para muchos objetivos, siendo uno de ellos el provocar que la gente hable –bien o mal- de un tema en específico.
Expertos en comunicación han realizado estudios para validar su penetración en la opinión pública, y eso lo sabemos todos: un rumor puede convertirse en una “verdad” de tanto repetirse, o al menos eso se dice, y la verdad, cuando se ufana la gente de un comentario de esa naturaleza, puede ser motivo de decisión en algunas cosas, aunque en otras, perjudica en forma irremediable a alguna persona o institución, provocando, como dijimos antes, daños irreparables e irreversibles en muchas ocasiones.
De tal forma que, en cualquier ambiente donde el ser humano interviene, el rumor se convierte en una filosa arma para defender o destruir.
En el mundo donde se desenvuelven los políticos –que no es el mismo de la sociedad- hay mucho de lo anterior, ya que algunas personas buscan notoriedad haciendo llegar comentarios inexactos, o algunos se atreven a darles forma de información real y verídica, cuando no se trata más que de una historia armada para un fin específico.
Y lo cierto es que el daño es tremendo, y lo vemos a diario en medios de comunicación y mesas de café sobre la reputación de los políticos, candidatos, aspirantes y demás, sitios en los que se juega con el prestigio o se busca tener más presencia mediática.
Ya se dice que tal o cual persona se ha dedicado a una actividad determinada, o que dijo y tornó, que hizo o viajó, y eso se emplea para descalificar a muchos, aunque otros, personajes sin escrúpulos, dedican sus ácidos comentarios a fomentar la destrucción del prójimo, en actitudes poco éticas y poco humanas.
En estos tiempos en los que se espera que los partidos políticos tengan listas sus asignaciones para los candidatos de elección popular que juegan en este año, y que corresponde a diputados, alcaldes y gobernador, hay un sinnúmero de comentarios sobre la virtual renuncia de uno u otro servidor público, cuando la verdad, la gente no tiene a veces la más remota idea de lo que habla.
Recordemos que el plazo para que renuncien vence en marzo próximo, y es una falta de sentido común el hecho de pensar que alguno de los secretarios del gobierno estatal renunciará esta semana para preparar su campaña correspondiente.
Muchos son los que quieren, eso lo sabemos, pero de ahí a que se estén dando las cosas, dista mucho de la realidad.
Si fuéramos un poco más conscientes para emitir comentarios no haríamos tanto daño a las personas.
En instituciones y dependencias se juega con la reputación de todos: ya se comenta que ella es de una honorabilidad determinada o que el que llega al cargo es un “consumado ladrón”, bajo la premisa de que todo servidor es un pillo.
No son en su totalidad honestos, pero tampoco sinvergüenzas: hay de todo y no se vale emitir comentarios dañinos.
Ahora se preparan muchos para jugar los cargos, y otros, simplemente, para llegar por la cómoda vía plurinominal, como suele suceder, pero para que lo anterior se haga realidad hay que sortear innumerables escollos, tales como el chisme cotidiano, el de café, el de banqueta, que no deja de ser un desdichado rumor dañino y perjudicial.
¿Qué hacer en estos casos?
Por una parte, saludable sería el hecho de pensar constructivamente y de forma madura acerca de lo que compete a los demás, y hacernos el propósito de no hablar de los demás sin pruebas previas.
Cierto es también que en los cafés y oficinas deambulan un grupo de holgazanes sin oficio ni beneficio –no todos, porque hay gente valiosa y trabajadora- que no tienen otra cosa qué hacer que inventar.
De esa forma, mandamos de viaje al funcionario, de vacaciones al extranjero o le inventamos los castillos que posee en el extranjero.
Igual, al que puede ser candidato –y rival nuestro- le podemos inventar algo sobre sus actividades profesionales o reputación, y de esa manera cumplimos con la tarea de allanar el camino propio o del amigo.
Sería saludable, sinceramente, que nos dedicáramos a trabajar, a hacer lo nuestro, y proponernos en serio dejar en paz la vida de los demás, en tanto no nos afecte.
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Atentamente: Mtro. Carlos David Santamaría Ochoa ¡Ten un buen día!