Al tiempo que transitamos de una crisis de manufactura criolla –la de las finanzas públicas y privadas que azotó a la frágil economía real y que provocó cientos de miles de despidos– a otra de carácter política-social; a Felipe, El Pequeño, le urge tener dinero, mucho dinero, acumular poder, mucho poder y tener buena, muy buena salud. Ansía colmar sus arcas con dinero constante y sonante, y la cava de Los Pinos con bebidas de la mejor factura; desea poseer poder, poder de verdad y ya se vacunó contra cualquier ataque del impopular virus AH1N1.
Para lograr el primer propósito, ahora mismo él y los del blanquiazul imaginan mecanismos para exprimir el trabajo ajeno, para convertir en dinero la sangre, el sudor y las lágrimas de los trastornados contribuyentes cautivos. Dinero para que él, y Acción Nacional, enfrenten más de una docena de elecciones de gobernadores, otras tantas de congresos locales y más de mil de presidentes municipales. Dinero para destruir sindicatos como el Mexicano de Electricistas y el de mineros y para alquilar el costoso apoyo de las cúpulas de otros gremios. Dinero para comprar buena imagen mediática.
Algunos analistas aseguran, sin presentar pruebas, que el morador de Los Pinos tiene mucho dinero escondido, dinero que va a usar, dicen, durante los comicios federales del 2012. Pero esa es harina de otro costal, lo cierto es que aquí y ahora, Felipe, El Pequeño, reclama montones de dinero para ser solvente, para resistir el presente, para enfrentar el futuro. Claro que para mejorar sus finanzas prepara un conjunto de artilugios fiscales que les protejan a él y a sus socios y le metan a los contribuyentes puños de sal de grano en las carnes abiertas. La pregunta es: ¿el Revolucionario Institucional estará dispuesto a sacarle las castañas del fuego al chaparrito, medio calvo y de lentes? Como dicen los clásicos: A estas alturas del partido nadie sabe cual será el comportamiento del tricolor.
Felipe, El Pequeño es optimista, un emprendedor incansable, un tipo que lanza decálogos como quien siembra al voleo. Por ejemplo, en un instante, como el mago que sacó un elefante de la chistera, apareció una propuesta de reforma política con diez puntos entre los que hay algunos que intentan abrirle anchas avenidas al dinero sucio, al que proviene de los poderes fácticos, mediante la reelección de legisladores, presidentes municipales y jefes delegacionales y a través de las candidaturas ciudadanas. Y en otros apartados, con la astucia del zorro o del cuervo o de la musaraña, aspira capturar otros poderes republicanos distintos al que ocupa “haiga sido como haiga sido”. De la revocación de mandato por incompetencia o corrupción, nada. Felipe, El Pequeño, se mira, dicen sus detractores, un colectivo que crece exponencialmente con la crisis, como un hombre que desea más poder que un Salinas cualquiera.
Y mientras Felipe, El Pequeño busca dinero, fantasea con alcanzar el poder y se vacuna contra un virus de moda; arropados por las alzas de impuestos y bienes y servicios públicos, los comerciantes suben los precios de todo lo que venden y el poder adquisitivo de millones de familias cae metros bajo tierra, según datos oficiales, más de un millón 200 mil menores de 25 años no encuentran trabajo, los profesionistas desocupados suman más de 400 mil, y alrededor de 2 millones 300 mil profesionales laboran en actividades ajenas a sus estudios. Esas son algunas muestras del tamaño de la crisis que los poderosos ignoran y decenas de millones padecemos. En fin.