Las “rampas”

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Por Carlos Santamaría Ochoa.

Entre comillas la palabra, porque no cumple con su descripción. La Real Academia Española lo define como “plano inclinado dispuesto para subir y bajar por él”.
Lo anterior nos hace deducir que en una rampa se sube y se baja, como resulta lógico, sin embargo, para que una rampa cumpla con su objetivo, es natural que deba haber superficie antes y después de cada uno de sus extremos, así de fácil.

En Victoria no sucede así.

Si usted vive en nuestra capital se dará cuenta que ahora hay más rampas que cordones de banqueta, principalmente en la zona centro, y más específicamente, alrededor de dependencias como la Secretaría de Salud o el mismo centro, en las calles Juárez, Hidalgo y Morelos, principalmente.

Antes, -usted recordará- en cada entrada de la cochera uno construía sus rampas para que el vehículo pudiera acceder o salir. Hoy, ha cambiado la cosa.

En los últimos años, quienes viven en la zona centro han hecho gala, en su mayoría, de un inobjetable egoísmo y prácticas desleales para con sus conciudadanos, para los que también vivimos en Victoria y somos parte de la sociedad en alguno de sus muchos rubros productivos o no.
Doctores de mucho prestigio, de familias de toda la vida en la ciudad, abogados y quien quiera ha mandado construir la rampa frente a su casa, tenga o no automóvil, y además, la construyen ¡En todo el frente y no solo en la entrada de la cochera!, lo que constituye, sin lugar a dudas, un perfecto abuso que está solapado por mucha gente.

Argumentan que tienen permisos oficiales para cometer este abuso –así lo consideramos- y entonces, se apropian de todo, absolutamente todo el frente de sus propiedades.
La ley es clara: hay que respetar las cocheras, pero nada nos obliga a tener exclusividad en todo el frente o a respetarla… salvo el abuso de quienes viven ahí.

Lo anterior se explica de la siguiente manera: quite usted una silla, banco o piedra de esas que ponen los victorenses abusivos para que no nos paremos enfrente de su casa, y estaciónese, pese a que salga alguien y le diga hasta el bendito.

Seguramente, cuando vuelva, su automóvil estará rayado, con una llanta baja o alguna de esas “sinvergüenzadas” propias de quienes piensan que la ciudad les pertenece o que pueden hacer y deshacer sin que la autoridad les meta en cintura.

¿De quién depende? Unos dicen que de la dirección de Obras Públicas Municipales, y otros dicen que de Tránsito local; el caso es que cada persona hace y deshace como le viene en gana.
En esta semana, decenas de victorenses se unieron a la cadena y lista de abusivos que ahora tienen la exclusividad de sus frentes. El colmo más grande es el de una propiedad que es un muy pequeño hotel, ubicado entre las calles 10 y 11 Juárez, y que ya hizo su rampa en todo el frente, además de que, en el proceso correspondiente, pusieron bancos para obstruir hasta 3 cajones de estacionamiento, donde tenían su material y máquina para construir este abuso.
Y como esto, a diario lo vemos en la capital de Tamaulipas.

No se vale, sinceramente, que nos dejen en segundo término a los ciudadanos, los que tenemos derechos y obligaciones, y que al cumplir con estas últimas, reclamamos el derecho a estacionarnos en la vía pública sin tener temor de que esos malos individuos salgan y rayen la pintura del carro o nos ponchen llantas, porque han demostrado no tener educación, formación cívica… ni otra cosa.

Y como siempre: alegan ser amigos, compadres o familiares de las autoridades en turno. Siempre sucede lo mismo: resulta que quienes gobiernan tienen más familiares que ciudadanos hay en la entidad.
La pregunta sería: ¿Qué se puede hacer? ¡Fácil! Aplicar la ley, y evitar que esos malos mexicanos sean tan abusivos, como lo son los que pintan de azul sus frentes y ubican un disco para personas con discapacidad, siendo que no tienen ni familiares ni sintomatología, salvo la enorme discapacidad intelectual y moral que les hace cometer esos abusos.

Miguel González Salum proviene de una familia de victorenses al cien por ciento, comprometidos con su comunidad. Deseamos fervientemente que en su equipo de colaboradores tenga a quien pueda meter en cintura a esos viejos y no tan viejos que dicen tener influencias, o que por el rancio –muy rancio- abolengo tienen derecho a abusar de todos.

Y lo grave, muy grave, es que los encargados de autorizar o no estos abusos no saben que se están llevando a cabo.
Victoria espera que la autoridad haga valer la ley, de la mejor manera posible, conciliando, y si no entienden, sancionando, así de claro.
Es tiempo de solicitar que los reglamentos y leyes se cumplan al pie de la letra, ¿no cree usted?
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