HORMIGAS EN EL UPYSSET.
Los burócratas de Tamaulipas lo pedían ya a gritos.
Aquellos, quienes durante las primeras horas del día y hasta que el sol se oculta corrían o caminaban por la pista de campo traviesa con el cuidado necesario para no enredarse con las plantas, para no pisar los deshechos de las mascotas y para no caer cuando se pisa el envase de un refresco o de una cerveza que algún bohemio tiro en el lugar luego de un evento deportivo. Eso era antes.
Con el fondo de la singular belleza de la Sierra Madre estirar el cuerpo, caminar o trotar es más sabroso y más aun cuando todo eso se hace en medio de la limpieza, del orden y de la seguridad que existe en el remodelado campo deportivo del Upysset, el que ahora se coloca como uno de los más modernos de Tamaulipas.
El lugar modificó totalmente su rostro y los recursos que se dedicaron para ello no bastaron, pero hoy ese campo cuenta con un impresionante gimnasio, con albercas, con un cómodo estacionamiento y con áreas verdes bien cuidadas que invitan a cultivar el cuerpo y la mente.
Nada mejor que caminar a las 6 de la mañana por la pista de tierra rojiza y deleitarse con el trinar de los pájaros que anuncian el nacimiento de un nuevo día, porque eso inyecta vigor, regala alegría y purifica la sangre, lo que contribuye a iniciar bien la siguiente jornada en estos tiempos de preocupación y de estrés.
Es, ese campo, un punto de reunión diaria de las familias victorenses que buscan rascarle pedazos a los momentos agradables y que a través del deporte se someten a una terapia casi gratuita, porque la cuota mensual que se paga es simbólica.
Pero como siempre hay granitos prietos en el arroz al campo deportivo del Upysset en Ciudad Victoria lo empieza a cubrir por fuera una mancha que amenaza con convertirse en algo serio, delicado y que ya inquieta a los padres de familia que a diario se dan cita en el lugar.
Ven ellos, los progenitores, que como hormigas se van formando afuera del alambrado de dicho campo sobre el Libramiento Naciones Unidas los vendedores de vehículos “chocolate”, quienes durante todo el día y cada hora de la semana esperan pacientes al cliente, por lo que han convertido a ese lugar en un tianguis.
No son como las inofensivas hormigas “pedorras”, de esas que se aplastan con la mano y que solo hieden.
No, se trata de hormigotas de las rojas, de esas que muerden, que producen dolor, visibles ronchas y serias molestias.
La historia de este tipo de loteros ya es muy conocida porque se extienden también como lechuga y se forman como soldados sin el menor recato cuando la autoridad se hace de la vista gorda, porque así le conviene.
Ellos, los padres de familia, tienen que soportar entonces el peculiar lenguaje florido y muy fluido de los vendedores de autos americanos, pero se reservan su queja porque saben bien que son como pulpos que pierden un tentáculo y que hacen uso de los otros de repuesto para atacar.
Injusto, es, que esos sujetos le empiecen a dar mala fama a ese formidable lugar que funcionarios como Jorge Silvestre Abrevo Adame, Director General del Upysset, su valioso colaborador, Juan Pablo González Rodríguez, Director de Seguridad Social y la dirigente del SUTSPET, Blanca Valles Rodríguez, lograron transformar con base a la mística que tiene el Gobernador, Eugenio Hernández Flores, de dotar a Tamaulipas de espacios deportivos dignos del primer mundo.
Es seguro que pronto surgirán los enfrentamientos entre los padres de familia y los loteros, por eso es necesario que la autoridad competente extermine a esta plaga de hormigas que amenaza con trepar por el alambrado del campo del Upysset.
En manos de ellos, está, cortarles a tiempo el aguijón, porque el mal comportamiento, el cinismo y la voracidad de los loteros no tienen límite.
Bajo advertencia no hay engaño.
Luego, será ya demasiado tarde.
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