Los mangos que salvan vidas

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En India, donde tradicionalmente se prefiere tener un niño a una niña, un pequeño pueblo del estado de Bihar marca la pauta y salva vidas.

La receta es simple: cada vez que nace una niña, la familia planta un mínimo de diez árboles frutales.

La práctica da el resultado esperado: asegurar el bienestar de la bebé cuando crezca.

Esto porque viven bajo una amenaza cultural que se traduce en violencia física.

A pesar de que dar o aceptar dotes es un delito en India, sigue siendo una práctica común.

También lo son, desafortunadamente, lo que se conoce como muertes por dote, que se producen cuando las chicas son asesinadas o llevadas al suicidio por el acoso continuo y tortura por parte de maridos y parientes políticos en un esfuerzo por extorsionar a un aumento de la dote.

Sólo en 2008, según el Bureau de Registros Nacionales de Crimen de India, se reportaron más de 8.170 muertes por esta razón en el país. La misma oficina reportó en el mismo año que más de seis mujeres se suicidaban cada día por problemas con la dote.

Y Bihar es el estado con la tasa más alta de muertes de dote en India. El pueblo del que hablamos, Dharhara, queda en Bihar.

Pero allí, todo es distinto…

Nikah Kumari tiene 19 años y su destino era casarse con un maestro de escuela en un matrimonio pactado por Subhas Singh, su padre.

Singh tiene una pequeña y humilde granja, y a pesar de eso, entre sus preocupaciones nunca estuvo el alto costo de celebrar la ceremonia nupcial de su hija.

El día en que nació, y para mantener la tradición de su pueblo, Singh plantó diez mangos. La niña creció y los árboles también. Ahora la dote la van a pagar las frutas.

“Ha llegado el día para el que plantamos los mangos. Ya tenemos vendidas las frutas incluso con tres años de anticipación y tenemos el dinero para pagar por la boda”, le dijo Singh a la BBC.

“Los árboles son como nuestra cuenta de ahorros a plazo fijo”, agrego.
Un bosque vital

Los mangos han liberado a los padres de Nikah de preocupaciones y su historia no es un caso aislado en su pueblo.

Ésta es nuestra manera de enfrentarnos a los retos que plantean las dotes, el calentamiento global y los abortos de fetos femeninos. No ha habido ni un sólo incidente de feticidio femenino o muerte de dote en nuestro pueblo

Subhendu Kumar Singh

Con una población de poco más de 7.000 habitantes, Dharhara tiene más de 100.000 árboles frutales, la mayoría de mango y lichi.

Desde la distancia, Dharhara parece un denso bosque verde incrustado entre los áridos pueblos del área.

Desde adentro, se ve a los del pueblo pueden disfrutar del fresco bajo la sombra frente a sus casas.

“Ahora, hemos dejado nuestras plantaciones tradicionales de trigo y arroz. Sembramos cuantos árboles podemos. Son más rentables y confiables”, afirma Shyam Sunder Singh.

Singh pagó por las bodas de tres de sus hijas después de vender los frutos de los árboles que había plantado en el momento en que nacieron.

“Un huerto de mangos mediano puede valer 200.000 rupias (US$4.245). Estos árboles tienen un gran valor comercial y son de gran ayuda en el momento del casamiento de una hija”, continúa.

Los habitantes del pueblo ahorran parte de lo que obtienen al vender la fruta y lo guardan en una cuenta de ahorros abierta a nombre de las hijas.

Generación en generación

“Lo aprendimos de nuestros padres y ellos de sus padres. Ha sido así entre nosotros por generaciones”, comenta Subhendu Kumar Singh, un maestro de escuela.

“Ésta es nuestra manera de enfrentarnos a los retos que plantean las dotes, el calentamiento global y los abortos de fetos femeninos. No ha habido ni un sólo incidente de feticidio femenino o muerte de dote en nuestro pueblo”, añade.

Su primo, Shankar Singh, plantó 30 árboles en el momento en que nació su hija Sneha Surabhi.

Sneha tiene ahora cuatro años y sabe que su padre sembró los árboles en su nombre. La niña ahora se encarga de regarlos.

Todavía no sabe lo que significa la dote. Para ella, son árboles que pronto darán frutas para que ella pueda comérselas.

El más longevo del pueblo es Shatrughan Prasad Singh, de 86 años, quien ha plantado unos 500 árboles en sus 9 hectáreas.

Sus nietas, Nishi y Ruchi, confían en que sirvan para que la familia no tenga problemas en pagar sus bodas.

“Todo el mundo debería imitarnos y plantar más árboles”, sugiere su padre, Prabhu Dayal Singh.

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