Por la televisión dimos cuenta de dos reportajes en distintas partes de la República Mexicana, que se referían al mismo tema: la obesidad en los cuerpos de seguridad, y hablaba no de los casos en que la nómina es obesa en relación con sus integrantes, sino en la forma en que los elementos de estas corporaciones tienen ante sí una prominente barriga, producto de una gran inversión de carbohidratos básicamente.
Claro que los elementos del estado de Guanajuato presentaban mejor condición física, y las mujeres policías estaban entusiasmadas con las clases de zumba que una hermosa instructora imparte. El reto: bajar la panza, disminuir el peso en la báscula para poder tener un mejor desempeño.
En Victoria ya se había llevado a cabo un programa similar, e inclusive había gratificaciones para quien lograra el objetivo señalado por los expertos en nutrición. En el caso de policías, bomberos y socorristas, resulta básico el mantenerse en buena forma, dada la característica de su trabajo que implica un gran esfuerzo físico.
No decimos que otras profesiones no lleven gran esfuerzo, pero en los cuerpos de seguridad es indispensable tener velocidad, aguante, fuerza y todo eso que regalan los ejercicios bien diseñados.
Un tiempo se refería la gente a los policías municipales como los “alegres tripones azules”, y aunque todavía hay quienes ostentan un sobrepeso manifiesto, se han hecho esfuerzos por contratar gente capacitada y físicamente responsable tanto de su cuerpo como de lo que pudieran ser los esfuerzos que ello implica.
La obesidad se ha convertido en un muy serio problema de salud pública, a grado tal que los expertos consideran que es la principal causa de la diabetes mellitus y la hipertensión arterial, lo que nos lleva a pensar que por enfermedades del riñón, corazón, nervios y sistema cardiovascular entre otros, tiene mucho que ver el que se tenga mucho peso extra en relación a lo que se considera una vida normal y adecuada.
Hemos seguido la información en el Hospital Infantil de Tamaulipas, por ejemplo, cuando en la clínica de obesidad se da seguimiento muy estricto a pequeños con ese problema de salud; también, en el Hospital General de Ciudad Victoria y otros puntos de nuestra ciudad se hacen esfuerzos muy importantes.
En el sector educativo, sabe el lector que se ha desatado una guerra sin cuartel contra las cooperativas para evitar que se comercialice chatarra en forma de alimento, aunque la verdad, no entendemos por qué se prohíbe ahí y se permite su venta en cualquier parte del país, es decir, solo se restringe en un sitio, pero se da vuelo a los sitios donde puede cualquier menos ir a comprar dos panquecitos o bolsas de frituras sin menoscabo de que le digan qué puede o no comprar.
Como que la ley se quedó a medias, o al menos, esa impresión nos dio.
Es ahora cuando tenemos que comenzar a planear el ciclo escolar que iniciará prácticamente en un mes: qué hacer para que nuestros hijos tengan un buen aprovechamiento y que el ciclo sea positivo en todos aspectos, incluyendo la salud, que debe ser lo más importante.
Tenemos que aprender a dejar a un lado los tiempos en que los hijos lucían esas barrigas redondamente enormes, grotescas y estorbosas para todo, incluyendo, para vivir. Es hora, sinceramente, de que cada padre y madre de familia tengamos la oportunidad de demostrar a los hijos cuánto les queremos, porque la única manera de hacerlo es regalándoles lo más valioso: la salud.
Es hora de demostrarnos que nos interesa la familia, y sobre todo, que la salud es la gema más preciada de la existencia que debemos cuidar. No es posible tener hijos obesos, ser padres obesos porque estamos condenando, en el primer caso, a los herederos a ser diabéticos, hipertensos, a tener problemas con las grasas del cuerpo y estar sujetos en cualquier momento a un infarto.
En el segundo caso, los estamos condenando a que, si caemos en cama producto del descuido que con la enorme barriga está más que de manifiesto, a que sean nuestros cuidadores en vida, lo que se reduce a tenerlos atados a la cama en que nos encontremos, sin que puedan salir libres a buscar su felicidad.
El amor a los hijos se demuestra realmente con acciones. Si alguno de nosotros ha visto a esos “polis” o “tránsitos” con las enormes y brillantes panzas, piense que no queremos ver a nuestros hijos así; si nosotros somos los poseedores de tan abultada fisonomía, pensemos un poco en la conveniencia de estar sin la barriga, de sentirnos sanos, de poder hacer muchas cosas más, pero sobre todo, de gozar de cabal salud, el mejor regalo que podemos tener.
Es hora de comenzar con un buen programa de alimentación adecuada y ejercicio idóneo, es la hora de que nos juntemos con los seres queridos y hagamos lo que nos toca para evitar problemas mayores a futuro.
La decisión, como siempre, en nuestras manos.
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Atentamente: Mtro. Carlos David Santamaría Ochoa ¡Ten un buen día!