Entre Nos/Carlos Santamaría Ochoa *Colorín, colorado. . .

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Hace muchos años llegó a Victoria en aras de desarrollar un futuro que esperaba, seguramente, promisorio, los artistas son así: buscan el triunfo pero ante todo, y sin importar si éste se queda a medias, se busca dejar constancia del mensaje que hemos preparado para quienes tienen la oportunidad de escucharnos, vernos o compartirnos en general.
Salvador Díaz Urbina buscó la manera de hacernos partícipes de sus inquietudes artísticas, y comenzó a desarrollar sus técnicas de actuación. Nació entonces un personaje que se convirtió en tradición para los muchos eventos culturales, no solamente de Victoria, sino de toda la entidad, dado que participó, creo, en los 43 municipios, ante todo tipo de público.
“Chava Cuentacuentos” visitó prácticamente todas las plazas de los municipios, los escenarios de decenas de teatros al aire libre; no se diga de escuelas, ya que muchas instituciones educativas de nivel primario contaron con su presencia en infinidad de ocasiones durante su fructífera existencia.
Entre los grandes tesoros que Chava encontró durante su trayecto fue, sin duda alguna, Miriam, su compañera de muchas actuaciones, quien a la postre se convirtió en su compañera de toda la vida. Con ella, nació su heredero, quien seguramente disfrutó durante muchas, pero muchas noches de los cuentos de Chava.
El espectáculo que ofrecía consistía en hacer derroche de sus habilidades como mimo y como payaso. Obviamente, los cuentos de Chava hicieron historia en las muchas ocasiones que tuvo oportunidad de compartir con miles de pequeños tamaulipecos. La última vez que le vimos, fue precisamente en la Plaza Juárez de esta ciudad, frente al palacio de Gobierno y el Centro Cultural Tamaulipas, en el templete que sirvió de marco para lo que sería, probablemente, en esta capital, su función de despedida.
Ahí estuvo, como siempre, con sus juguetes e historias, compartiendo risas y momentos de alegría con los asistentes.
Siempre ataviado con un overol de mezclilla y camisetas de colores muy vistosos, Chava Díaz Urbina regaló a los niños su inocencia plasmada en cada actuación.
Sus ojos atravesaban el par de anteojos que cubrían parte de su rostro, pero siempre atentos a lo que cualquier pequeño hiciera o pensara, para, de ahí, elaborar un cuento y compartirlo con los asistentes quienes, al final, premiaban con el mejor salario del artista: un caluroso aplauso.
Supimos de la existencia de Chava a través de la actividad cultural en la entidad. Desde Blanca Anzaldúa hasta Guillermo Arredondo, los directores de cultura en la entidad contaron con él en los festivales. No faltó a las ediciones del Festival Internacional Tamaulipas en ningún año, y compartía parte de lo mucho que regalaba en sus actuaciones ofreciendo clases en la Casa del Arte.
También fue locutor en Radio Tamaulipas, donde entregó miles de horas para la recreación infantil. Tenía varios programas, y decimos varios por el pasar del tiempo: uno tras otro.
Siempre contamos con los cuentos de Chava, aquel a quien llamábamos “Chava Cuentacuentos”.
Un golpe de calor acabó con su existencia este viernes 27 de agosto, y sus restos fueron acompañados por sus amigos en una agencia funeraria de la localidad, para luego ser objeto de un sentido homenaje en la Casa del Arte, donde se congregó parte de la comunidad artística, a manera de tributo, para regalarle el último de los muchos aplausos que cosechó en su corta existencia.
Chava, como en sus días de actuación, lució el insustituible overol de mezclilla. Esta vez, acompañado de una playera color verde fosforescente, como gustaba de compartir con los niños en cada salida a escena.
Sonaban las llamadas, una a una, y ahí estuvieron muchos de sus amigos, compañeros y discípulos.
Miriam, como en las primeras ocasiones, siempre a su lado, pendiente de él. Este sábado no fue la excepción: estuvo ahí, acompañando a su inolvidable compañero en la última de sus presentaciones en público, y qué mejor que en la antigua secundaria y preparatoria del estado de Tamaulipas, hoy, Casa del Arte.
Cuando alguien deja de acompañarnos en esta vida, recordamos las cosas buenas y pensamos maravillas. Hoy no es la excepción, y Chava ha sido objeto de innumerables comentarios de parte de propios y extraños.
Nuestra solidaridad con la familia de Chava Cuentacuentos, y compartimos la tristeza de la sociedad tamaulipeca, porque en tiempos difíciles, ha dejado de existir una de las personas que gustaban de hacernos reír, olvidar un poco lo que vivimos y no nos gusta mucho. La risa siempre fue el antídoto que nos ofreció el mimo para olvidar las penas, y Chava lo supo hacer durante muchos años.
Descanse en paz, Salvador Díaz Urbina, el inolvidable “Chava Cuentacuentos”, y seguramente estará en otra dimensión preparándose para salir a escena, por lo pronto, con profunda tristeza recordamos aquella frase: “Colorín Colorado, el cuentista ha terminado”.
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