ANECDOTARIO/JAVIER ROSALES ORTIZ *EL BUITRE

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Desde la loza de una tumba del panteón de la colonia Libertad desplegó sus alas, alzó el vuelo y minutos después aterrizo en los jardines de la Plaza Juárez y no para visitar a sus compañeras de condición, que son las urracas.
Se despojo de inmediato del plumaje y ya transformado en un hombre que se siente importante ingreso a Palacio, abordo el elevador y se deslizo por los pasillos hacia la Secretaria General de Gobierno.
Y es que durante varias semanas alguien le hablo al oído y le jugo la broma de que aun tenía las puertas abiertas en esa dependencia, de donde fue expulsado vergonzosamente en el sexenio pasado por pervertido y traicionero.
Bajo su brazo llevaba una carpeta con documentos con los que pensaba avalar su buena conducta, su trayectoria laboral y, sobre todo, su estable relación con diputados federales, con ex alcaldes de la frontera de Tamaulipas y con funcionarios de la actual administración del gobernador Egidio Torre Cantú.
Se la iba a jugar en serio para lograr un empleo en el tercer piso de Palacio, pero en el fondo él sabía que en los distintos puestos que ha ostentado no ha sido bien visto por prepotente, por mal encarado y, sobre todo, por libidinoso.
Dicen, algunos, que inició su carrera cuando fue impulsado por un prestigiado abogado que tenía su despacho en el centro de Ciudad Victoria porque luego apareció en el Instituto Federal Electoral en el 17 Zaragoza y Ocampo y, después fue abrigado por la Secretaria de Seguridad Pública cuando operaba en la Calzada de Tamatán.
Sus ex compañeros del IFE hablan de él como si hubieran bebido antes un vaso con ácido y lo dibujan como un sujeto lambiscón, ambicioso, odioso, inculto y vengativo.
Y no lo bajaron de “porro”, aunque en verdad por su diminuta estatura y por su pobre físico dista demasiado de las características que adornan a esos estudiantes mal encaminados.
Pero si regresamos a la batalla que libró para tratar de rascar la nómina estatal se puede decir que su esfuerzo fue en vano, aunque el intento fue legal.
Y es que a pesar de sus palancas aun no digiere la sorpresa que le produjo el que no se le haya incluido en la lista de ocho asesores jurídicos externos que maneja la Secretaria General de Gobierno, de la cual ahora forman parte prestigiados abogados tamaulipecos.
Pensó, él, que la amistad que conserva con un funcionario de esa dependencia se cotizaba en oro, sin embargo regreso a la realidad y hoy se dedica a litigar y no le importa sobornar a la autoridad judicial para recibir pitazos para amparar a torvos sujetos a los que se les libro una orden de aprehensión.
Tampoco, le incomoda a él defender a familiares de quienes hasta el ciclo escolar pasado practicaron el “building” en una escuela primaria de la zona centro de Ciudad Victoria, un tema tan socorrido hoy en día y tan polémico por las posturas encontradas que han fijado la SET el SNTE y la CEDH.
Ahora se nota que extraña su antiguo trabajo en gobierno y las prácticas que hacia suyas y que tanta gracia le producían, como el enfrentarse con palabras soeces con los fiscales para defender a quienes protege en cada uno de sus casos, con el propósito de que estos lo apoyen y que sean menos dolorosas las secuelas que han dejado las turbias acciones que festejo en fiestas familiares en el pasado reciente.
Y que bueno, como dijo Don Teofilito, que se le cebó reincorporarse a la nómina, porque los buitres nunca dejaran de alimentarse con carroña.
A propósito, eso no ha sido gratis, porque en el escritorio de varias oficinas gubernamentales yace una abultada carpeta que contiene su nombre y sus más negros y rojos antecedentes, del tamaño que un gobernador no debe ignorar.
Hoy al buitre se le ve otra vez sobre su loza de aquel panteón con las alas maltrechas, sin color y avejentado.
Porque escasea la carroña que devorar.
Pero, aun así, se resiste a morir.

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