Somos una especie atípica: los periodistas tenemos una rutina profesional que incluye muchas cosas y deberes, muchas lecturas y comprensión de oficios, personalidades y otras cosas más.
Dicen los viejos cánones que somos “aprendices de todo y oficiales de nada”, haciendo alusión al hecho de que tenemos que saber de todo porque la profesión así lo exige. En la Universidad Autónoma de Tamaulipas, donde los muchachos se preparan para ser comunicadores y entre muchas ramas, periodistas, se les explica que igual un día estaríamos entrevistando al gobernador Egidio Torre Cantú que al presidente de la República, al Papa Francisco o a un barrendero: todos tienen su verdad y sus razones para ser como son y dedicarse a lo que hacen a diario.
Todos tenemos una gran responsabilidad social, porque de lo que nosotros podamos escribir en alguna ocasión, miles de personas creerán que es cierto y miles que no, sin embargo, no podemos darnos el lujo de inventar y adelantar la noticia, de pretender ser más inteligentes que Dios mismo o algo por el estilo: somos los periodistas el enlace entre la sociedad y la clase política o gobernantes, ese grupo al que pocos tienen acceso y donde no se requiere más que ser amigo de alguien de dentro, porque la preparación o los cargos utilizados, la honra, esa es personal.
Los periodistas somos gente como todos: nada especial ni fuera de serie, con la salvedad de que nuestro trabajo se nota en forma inmediata, es decir: la noticia se conoce en el momento y quien tiene acceso al medio para el que colaboramos, sabe lo que escribimos.
Fuera de eso, somos totalmente normales, aunque algunos no lo parezcamos por las poses divinas que adoptamos pretendiendo ser “sabeotodo” o algo más, juez o de esos tipos que creen en primera instancia, tener la verdad absoluta, y en segunda instancia, creer que “su” verdad es la más importante.
Somos personas, y nuestra profesión actualmente tiene muchos riesgos, los que nadie quiere pretender vivir o transitar cerca de éstos.
Somos gente buena y de todo tipo, que tratamos de ganar el pan con el trabajo diario, a diferencia de otros que requieren de varias horas bajo el inclemente sol que nos abruma de vez en cuando, sobre todo, en el intenso verano que vive Tamaulipas.
El día del periodista se celebra en México el 4 de enero en memoria del aniversario luctuoso de Manuel Caballero, periodista y literato considerado como el iniciador del reporterismo en nuestro país.
Dicen algunos que no hay mucho que celebrar, aunque otros somos un poco optimistas en el sentido de que no hay que buscar cosas malas, sin embargo, más que celebrar podría ser el pretexto para renovar los votos profesionales, en aras de encontrar la verdad y transmitirla a los demás.
Cierto, es muy peligrosa nuestra profesión hoy en día y nadie, absolutamente nadie puede garantizar la seguridad y tranquilidad de antaño.
Somos blanco frágil, pero también somos periodistas.
Somos miembros de la sociedad y tenemos familia aunque ésta sea vista como familia de periodistas.
Somos, también, los que escuchamos demagógicos tratados y aspectos de sumo interés social y colectivo, para “traducirlos” en un lenguaje llano, claro y sencillo, o como decían los viejos: “preciso, conciso y macizo”, a manera que la gente entienda lo que queremos decirle.
Somos esa clase de gente que sabe hacer amigos en todos los ambientes, rincones y rubros, y que de ellos obtiene parte de su interesante trabajo: la verdad o la opinión sobre ésta.
Somos los periodistas los que hoy renovamos nuestro compromiso social con quien ocupa sus minutos en leernos o escucharnos.
Somos, este 4 de enero, ni más periodistas que nunca ni menos personas que siempre: somos solamente los periodistas que recordamos este día con mucho entusiasmo y con mayor compromiso.
David, Daniela: Muchas felicidades!
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Los periodistas
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