Nuevo Laredo, Tamaulipas.- Para Miguel Ángel Pérez, un niño mixteco de 13 años, recibir un regalo el Día de Reyes fue solo una ilusión, ya que viajó con su familia desde Oaxaca hasta esta ciudad, para promover la riqueza cultural de la región donde nació, y recibir a cambio algunas monedas que les permita sobrevivir en medio de la crisis que los obliga a dejar su comunidad año tras año.
Al igual que sus hermanas Camila, de 11 años, y Guadalupe, de solo 5, Miguel viajó con sus padres José Luis y Lorenza, de 31 y 28 años de edad respectivamente, para deleitar con sus vistosos y coloridos trajes de fina tela y plumaje de aves exóticas de aquella región, a los habitantes de esta ciudad con la Danza Mixteca.
Para estos niños no existen los Reyes Magos ni la Navidad, ni juguetes o vacaciones por diversión, solo la necesidad de tener que trabajar y estudiar para ‘ser alguien cuando seamos grandes’, dice ilusionado Miguel, quien aspira estudiar la carrera de médico y ayudar a su familia y a su comunidad.
“Me gusta esto, porque mucha gente nos ve, y aunque algunas personas les gusta y a otras no, yo lo sigo haciendo, y en mi escuela no me dicen nada…soy como cualquiera y estudio para ser doctor, pero sin perder mis tradiciones, aunque voy más o menos en la escuela”, señala con una abierta risa.
Su hermana Camila, de finas facciones y delgado rostro, sonríe ante las preguntas del reportero, a quien dice que también quiere terminar una carrera, la de abogada, para defender las injusticias que se cometen contra los integrantes de su comunidad.
“…yo quiero ser licenciada…”, dijo de manera parca pero sin dejar de sonreír.
Mientras se desarrollaba la entrevista con los niños, la pequeña Guadalupe se refugiaba en los brazos de su madre, debido al intenso frío que los obligó a interrumpir la peligrosa danza entre los vehículos que rozaban sus cuerpos.
La danza, una necesidad para sobrevivir
La vida de la familia de José Luis es difícil, ya que viajar desde su comunidad hasta la frontera es casi un vía crucis porque todos tienen que viajar durante las vacaciones escolares de cada fin de año, por lo que este día retornarán a su comunidad para reingresar a sus respectivas escuelas.
“Esto es algo cultural, y por eso venimos hasta acá, para atraer más al turismo y para que nos vean y si es posible, nos contraten, aunque hay gente que no aprecia lo que hacemos, pero la mayoría les gusta estos, y nos alienta a seguir con esta promoción de nuestra cultura”, expresa orgulloso mientras arregla el vistoso traje y el penacho adornado con plumas de pelícano, avestruz, pavorreal y de otras aves exóticas.
Dice que en esta ciudad les llaman ‘indios’, pero aclara que pertenecen a la comunidad mixteco/zapoteca de la sierra de Oaxaca, en San Juan Yautepec, y que desde hace varios años visitan esta ciudad como una manera de sobrevivir y de conservar las tradiciones de su comunidad.
Mientras José Luis toca el tamborcillo, Miguel Ángel toca la flauta y Camila las maracas. Pero al son de la música bailan y hacen sonar los cascabeles que penden de sus tobillos, hasta lograr la armonía entre sus movimientos y la música, y mientras danzan recorren las filas de autos de donde salen algunas manos con monedas que les ofrecen a cambio de este ceremonial cultural pocas veces visto en esta región del norte del país.
“Hacemos esto para que no se nos olviden nuestras raíces, porque es muy bonito todo esto que es cultural, y porque somos mixtecos que queremos enseñar por acá nuestra cultura”, reitera.
La familia de José Luis descansa unos momentos en el quicio de la puerta de un edificio abandonado, y es allí como Lorenza confirma lo dicho por su esposo: “Me gusta esto y se siente bien que nos ayuden, aunque no sé si mis hijos quieran seguir con esta tradición, aunque me gustaría también que estudiaran y terminaran una carrera”.
San Juan Yautepec es una pequeña comunidad étnica enclavada en la Sierra Madre del Sur donde habitan mixes y chontales; está rodeada de varios pueblos dedicados a la agricultura, principalmente del maíz, pero debido a la depreciación en el precio de este grano, muchos de sus habitantes abandonaron las comunidades y emigraron, unos a otras ciudades, y otros a la frontera norte y a Estados Unidos.