En 2019 cualquier persona puede ir a un supermercado o a una tienda departamental y comprar un dron para tomar video y fotografías aéreas, pero en 2009 la mayoría de la gente ni siquiera se imaginaba que eso fuera posible, o incluso ni siquiera sabían qué eran los drones y para qué podrían servirles. En 2007 la necesidad y el aburrimiento llevaron a Jordi Muñoz, un joven mexicano de Ensenada, Baja California, a crear un dispositivo que -sin saberlo en ese momento- revolucionaría el mundo de la tecnología.
A sus 19 años Jordi ya había sido rechazado en dos ocasiones por la universidad mexicana a la que quería entrar y se había fugado de casa de su padre en Ensenada para irse a vivir a California con su esposa. Ahí, sin tener nada que hacer más que esperar a que le otorgaran la residencia de Estados Unidos, se puso a experimentar con chips y controladores. Leía, hacía pruebas con el código, y compartía todo en DIY Drones, una plataforma para aficionados a construir sus propios vehículos aéreos no tripulados en la que se compartían desde experiencias hasta planos de componentes electrónicos.
De tanto experimentar, un día logró hacer volar de forma autónoma un helicóptero de juguete utilizando una plataforma de código abierto y hackeando su consola Nintendo Wii. Subió su video a DIY Drones y captó la atención de Chris Anderson, creador de ese sitio web y en aquel entonces editor en jefe de Wired, la revista de tecnología más importante del mundo. Anderson decidió invertir una pequeña cantidad de dinero para que Jordi pudiera replicar la tecnología que le permitió volar su dron, y tras el éxito obtenido en 2009 crearon la compañía pionera en drones 3D Robotics, con la que pusieron estos dispositivos al alcance de todos.
Fuente
www.el país.com