Trump ya es el puto amo de Europa

Mientras escribo esta columna, Donald Trump juega al golf en su club Trump Turnberry, en Escocia, como si no fuese el presidente del país todavía más importante del mundo y como si, allá afuera, no hubiese un gran incendio  geopolítico y geoeconómico global arreciado por él.

          Desde que arribó este sábado, no ha hecho otra cosa más que jugar al golf y reunirse con varios grupos de inversores, porque a Escocia lo ha llevado la ambición por cerrar tratos en varios  negocios personales.

          De paso aprovechó la ocasión para humillar a la Unión Europea (UE) a través de ningunear a Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, a la que no respondió su invitación para que Trump viajase a Bruselas, sede de los órganos de gobierno de la UE, para lograr un acuerdo arancelario.

          Prácticamente, Trump no ha movido ni un músculo, ha dejado  claramente  caer sobre la mesa que es  a la UE y, por ende, a Von der Leyen, a los que interesa llegar a un acuerdo arancelario con Estados Unidos. Pero, desde luego no a Trump.

          La humillación, en todo su esplendor, para alimentar el ego y el narcisismo de Trump se ha consumado con una Von der Leyen que ha debido viajar hasta el club de golf de Trump en Escocia, en compañía de su equipo, para ser recibida (menos de una hora) por un presidente norteamericano que no disimula su disgusto por ella.

          Ya es Trump el puto amo de los europeos a los que, ante la sonrisa nerviosa de Von der Leyen, ha dejado muy en claro que habrá  aranceles recíprocos de 15%; sin embargo,  no moverá un dedo, en cuanto al arancel al acero y el aluminio que se quedará en  50 por ciento.

          Además, la UE deberá comprar más armas, más gas licuado, más energía a la Unión Americana y comprometerse a invertir en territorio estadounidense un total de 600 mil millones de dólares.

          Von der Leyen,  más pálida de lo habitual, debió decir ante un Trump impaciente por volver al campo para jugar golf que se había cerrado un gran acuerdo trasatlántico que permitirá crear empleo. En realidad, la UE ha caído de rodillas,  ante un vil chantaje y una extorsión consumada, por su aliado trasatlántico.

          Precisamente, empleo en la UE no habrá, debido a este mal acuerdo, grotesco y vejatorio. Lo que sucederá más bien es un cierre de empresas de la industria del sector del acero y del aluminio que no sobrevivirán al arancel del 50% de  Trump que ya se frota las manos para, en su momento,  comprar las grandes acereras europeas que  encallen. Trump es un mercader que solo piensa en una bóveda llena de dólares gracias a quebrar al vecino y comprar barato.

A COLACIÓN

          La semana pasada la tocó el turno a Japón: el pasado 23 de julio, el Índice Nikkei rebotó 3.5%  unos minutos después de que Japón y Estados Unidos lograsen un acuerdo comercial con aranceles de 15% y no de 25% como en su momento amenazó el presidente Donald Trump. Hasta, la alicaída popularidad del primer ministro nipón,  Shigeru Ishiba, logró librarse ­momentáneamente del descontento hacia su gobierno.

          Parecía que el destino  político de Ishiba estaba atado al resultado de las negociaciones comerciales con Washington y a las pretensiones de Trump que no ha movido un dedo para, quitar o reducir, el arancel de 50% sobre el acero y el aluminio que compran a Japón.

Ishiba debió ceder en eso y en comprometerse con invertir 550 mil millones de dólares en diversos sectores norteamericanos y, en apoyar, la idea de Trump de crear una empresa conjunta con Estados Unidos para construir un gasoducto en Alaska.

Otro de los aspectos en los que Trump presionó fue en la exigencia de que la economía nipona se abriese más a favor de importar un mayor número de automóviles y de vehículos made in USA; y hacer más pedidos de productos agrícolas y fundamentalmente de arroz estadunidense.

          En Japón, intentan verlo como un buen acuerdo  a sabiendas de que Trump e Ishiba no tienen ninguna afinidad. Por lo pronto,  la intención de Trump es reducir el déficit comercial con la economía japonesa: el año pasado, el comercio entre ambos países sumó 230 mil millones de dólares con un déficit por 69 mil 400 millones de dólares.        Falta el turno de México y Canadá porque con China se darán otros días más de conversaciones.

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