No es fácil enfrentar una enfermedad considerada como “incurable” pero que, cuando se detecta a tiempo suele serlo, pese a su mortal etiqueta. El cáncer acaba con un gran número de vidas todos los días. Las estadísticas son patéticas y nos demuestran que nadie tiene garantizada su existencia, menos cuando no se tienen las medidas de precaución correspondientes.
Duele y molesta escuchar a alguien cercano que no quiere hacerse un análisis preventivo o que, luego de haberlo realizado, no quiere recoger los resultados por el tremendo miedo que le ocasiona el que le digan “usted tiene cáncer”: no saber enfrentar esta situación es muy común, y quien diga que está totalmente preparado no se apega a la verdad. Nadie estamos capacitados para asumir una noticia de esa envergadura: a todos, dicho sea en otras palabras: nos pega y fuerte.
Las principales formas en que se presenta esta enfermedad son variadas: cérvico uterino, de mama, de próstata, de pulmón y otros más, muchos más, que suman víctimas a diario.
Diabetes, hipertensión e infarto, según las autoridades, son las principales causas de muerte, y hemos de hacer algo para cambiar el panorama epidemiológico, pero para ello se requiere mucha acción proveniente de la sociedad más que de las autoridades.
Cuando el médico dice: “cuídese” y no hacemos caso, no hay programa ni presupuesto que alcance a conjurar el peligro de la pérdida de la salud.
Para el año 2008, el Sistema Nacional de Información en Salud –SINAIS- reporta 538 mil 288 defunciones en nuestro país, de las cuales, 14 por ciento se refieren a diabetes mellitus, es decir, 75 mil 572 personas; 11.1 por ciento, a enfermedades isquémicas del corazón, con 59 mil 579, 5.6 por ciento a enfermedades cerebrovasculares que representa 30 mil 212 fallecimientos, y así, podemos ir por cada una de las causas de la mortalidad en nuestro país.
Sobre cáncer, 31 mil 262 personas fallecieron por tumores de tráquea o pulmón, estómago, próstata, hígado, mama y útero.
Son números duros, fríos, pero que nos hablan de un grupo importante de personas que fallecen por causas que han venido a cambiar el mapa de salud en México. Hoy nos morimos de otras cosas, en relación a hace veinte años.
Pero lo que duele, como decimos al principio, es que alguien considere tener una anomalía en un seno y no quiera ir con el doctor, y ante la presión de su grupo de amistades vaya se haga los exámenes correspondientes, pero no quiera ir por el resultado por temor a que surja algún diagnóstico desfavorable.
“¿Y si me dicen que tengo cáncer?” es la pregunta que mucha gente se hace y que le hace evitar la consulta. ¡Por eso! ¡Hay que adelantarse!
El Sector Salud gasta una millonada de recursos en conjurar estos problemas y a veces no entendemos cual es la causa o la consecuencia de la falta de atención a estas acciones.
Hemos visto la manera en que durante los primeros siete meses de la administración que encabeza el ingeniero Egidio Torre Cantú se han llevado a cabo campañas muy intensivas para conjurar este problema; los costes sanitarios, sociales y materiales son elevadísimos y por la misma razón se llevan a cabo campañas en el estado.
A través de la Secretaría de Salud se maneja información para promover estas acciones que resultan gratuitas, pero que por alguna extraña razón no tienen el eco en la población.
Es el miedo, en la mayoría de las ocasiones, el que no deja que vayamos a hacernos un chequeo, que no acudamos a tiempo y no nos podamos atender oportunamente.
La vida nos ha demostrado que una acción a tiempo salva la existencia; lo hemos experimentado en carne propia, y eso, sinceramente, no tiene precio.
Cuando uno toma al toro por los cuernos, resulta una buena “lidia” que, lejos de matar, fortalece.
No dejemos al garete estas acciones, por favor.
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Atentamente: Mtro. Carlos David Santamaría Ochoa ¡Ten un buen día!