El presente espacio bien puede empezar por una puesta en común sobre una de las palabras que presumimos conocer: cultura. La cultura es el conjunto de elementos y características propias de una determinada comunidad humana que incluye tradiciones, normas, el modo de comunicarse y de construir el tejido social.
Me permití hacer la aclaración anterior porque he leído en redes sociales que algunas personas incultas no solo se mofan, sino agreden a aquellos que nos unimos a estas celebraciones del Día de Muertos, cuando confunden o relacionan estos días con un culto a lo que han llamado La Santa Muerte.
Las tradiciones como parte de la cultura, hablan de la muerte como parte de la misma vida y aunque unas voces han combatido la noche de Halloween gringa, algunos grupos sociales han sabido armonizar ambas celebraciones de tal forma que ya forma parte de una cultura, originando el fenómeno de la transculturación.
El Día de los Muertos es una tradición mexicana de origen prehispánico que se celebra principalmente el 1 y 2 de noviembre y que poco a poco se ha modificado adicionando algunos elementos como que, desde el 28 de octubre comienzan a llegar las almas.
La UNESCO reconoce la celebración del Día de Muertos, pese al dolor humano y desde los pueblos indígenas hemos aprendido a percibirla como una etapa en la que debemos regocijarnos pues, como diría el escritor Mario Benedetti “la muerte es solo un síntoma de que hubo vida”.
Desde tiempos prehispánicos y hasta la fecha, en la población de San Andrés Mixquic de la alcaldía Tláhuac, en la capital del país, los habitantes llevan a cabo la celebración del Día de los Muertos, desde el día último de octubre y en una caminata por los Cuatro Barrios de Mixquic, un habitante (El Campanero) y su comunidad “Pasean al Muerto” para recoger entre los vecinos, elementos para poner la ofrenda del pueblo en el centro de la Plaza principal.
Una de las tradiciones de los habitantes de este rincón del antaño Distrito Federal, en una habitación de cada hogar, la familia diseña y decora La Ofrenda a los Muertos con alimentos, frutas, bebidas, fotos de los familiares que pasaron a una mejor vida, flores de cempasúchil, incienso, velas, cirios y veladoras de tal forma que las mismas autoridades han puesto premios a las ofrendas más completas.
Vecinos y visitantes de Mixquic tienen las puertas abiertas para visitar cuantas viviendas quieran, porque el gusto de los habitantes es presentar el trabajo familiar que exhiben para honrar a sus difuntos.
Como parte de la celebración, desde hace por lo menos tres décadas, abre sus puertas el Museo de la Calaverita, cito en la Av. 20 de noviembre No. 24, a un lado de la escuela Primaria Cristóbal Colón, idea original y con la dirección del Maestro Marco Antonio Galicia Suárez.
El Museo de la Calaverita es de entrada libre con funciones breves donde el visitante aprecia figuras de esqueletos de cartón, carrizo, luces y sonidos, además de movimientos programados para regocijo del turismo.
El Maestro Galicia Suárez cada año incrementa el número de personajes de su colección, que lo mismo encuentra personajes de la farándula nacional o internacional, políticos, ocupaciones, etc., fácilmente identificables por las caracterizaciones.
Pese a que tradicionalmente San Andrés Mixquic ha sido una región dedicada a la agricultura de hortalizas, las calles de su centro histórico son una romería donde los visitantes lo mismo encuentran lugares para cenar, comprar recuerdos de toda naturaleza, recrear las exhibiciones, etc.
El visitante a Mixquic no puede omitir la visita a la iglesia del pueblo, enclavada al centro del panteón o Campo Santo y puede usted sentir la impresión de caminar entre las tumbas iluminadas con velas, veladoras o cirios, además de adornadas con pétalos y flores de cempasúchil.
Si usted tiene paciencia puede formarse para subir al campanario y desde lo alto, admirar la impresionante vista del panteón iluminado con la luz parpadeante de las flamas en las tumbas.