Una práctica sexual desprestigiada y denostada en el pasado, y que aún en nuestros días sigue envuelta en el secretismo.
Difícilmente, o al menos eso espero, haya en la actualidad quien crea que la masturbación va a provocarnos toda una serie de desgracias físicas y psíquicas, tal y como se creía y se difundía en otras épocas, como por ejemplo: perder el cabello, que la médula espinal se secara, qué el clítoris se hiciera tan prominente que no podremos tener ninguna relación sexual coital, aparición de pelos en las palmas de las manos o que se nos van a caer las uñas, … por poner alguno de los ejemplos más conocidos.
Pero, por lo general, hablar de ella sigue siendo algo complicado. La manera de conocer nuestro propio cuerpo y su capacidad de darnos placer pasa por su exploración. Por ello, no debemos olvidar que nuestra capacidad de proporcionarnos placer y erótica empieza ya en nuestra más tierna infancia, se perfecciona en la etapa adolescente y, por desgracia, se tiende a cuestionar, e incluso abandonar, en etapas más maduras por algunos errores de concepción.
En la actualidad, se sigue considerando, erróneamente, que la masturbación es una práctica sexual de iniciación -o sea, sólo para adolescentes- y que además sólo se practica o se debe practicar si no tenemos pareja.
La masturbación es una práctica sexual necesaria y útil. Nos ayuda a conocer nuestro cuerpo, a saber qué tipo de estímulos nos resultan más excitantes, qué tipo de caricias lo activan y cuáles no, nos sirve para vivir la experiencia del orgasmo, y para muchas, muchas otras cosas más. Entre ellas, para vivir nuestra propia sexualidad, sin tener que implicar a otra persona en ella, no por que no la tengamos, sino para ejercer nuestra propia libertad sexual.