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MÉXICO, D.F., 26 de agosto (apro).- Como cada mes, desde 1998, el pasado domingo 22 se celebró una ceremonia religiosa en Acteal.
A diferencia de las anteriores, en ésta había un elemento especial: entre los asistentes se sentía el temor, la indignación y la frustración por la decisión de la Suprema Corte de Justicia de ordenar, alegando inconsistencias jurídicas o técnicas, la liberación de 22 indígenas del lugar, a quienes se les señala como los responsables del asesinato de 45 miembros de la agrupación civil Las Abejas.
En la celebración estuvieron el padre Ernesto Cavasa, presidente de la Conferencia de Provinciales de los Jesuitas de América Latina; Carlos Morfín, provincial de los jesuitas en México, y Pedro Arriaga, vicario de la diócesis de San Cristóbal para Los Altos de Chiapas.
También, Joel Padrón, párroco de Simojovel, quien por un tiempo estuvo preso, luego de denunciar las injusticias en la zona norte de Chiapas, así como el padre Álvaro Domínguez de España, y el padre indígena de Chenalhó, Marcelo Pérez.
La ceremonia estuvo dedicada a reflexionar sobre la matanza ocurrida el 22 de diciembre de 1997, por la que la Procuraduría General de la República (PGR) acusó inicialmente a 124 indígenas, de los cuales sólo 83 fueron juzgados penalmente, seis fueron exonerados, uno más murió en prisión y uno está confeso.
De los 75 restantes, 24 fueron condenados a 36 años tres meses de prisión y el resto está en espera de sus sentencias, todos acusados de homicidio, lesiones y portación de armas sin licencia o de uso exclusivo del Ejército.
Durante la celebración se mencionó la decisión de un grupo académico del CIDE, que el 22 de diciembre de 2006, durante una rueda de prensa conjunta con Alternativa Ciudadana 21, anunció que tomaría la defensa de los presos en el penal de Cerro Hueco, acusados de perpetrar la matanza en Acteal, ya que, dijo entonces, “todos son inocentes”.
En Acteal, la decisión de los ministros de la SCJN, el pasado miércoles 12, se tomó de manera muy distinta al resultado de las encuestas que hicieron empresas como Parametría, las cuales señalaron que 70% de la población consideraba “inocentes” a los liberados.
En ese paraje de San Pedro Chenalhó no están de acuerdo en su inocencia.
“Los conocemos, son primos, tíos, son familiares de gente de aquí, ellos participaron directamente o ayudaron a los asesinos, sus familias viven aquí mismo”, dijo en la ceremonia Esteban Pérez Vázquez, presidente de la mesa directiva de la organización Las Abejas, a la que pertenecían los 45 asesinados.
Esteban reveló un dato más en plena ceremonia. Dijo que la mayoría de los detenidos no eran evangélicos, sino que eran católicos y se convirtieron en la cárcel para que los defendieran los abogados del CIDE, quienes tenían el apoyo de Felipe Calderón, pues en campaña se reunieron con el candidato del PAN y le ofrecieron el apoyo de la congregación evangélica el día de la elección, a cambio de que los ayudara a liberar a los detenidos por la masacre de Acteal.
La desesperación de Esteban reflejaba el estado de ánimo de los habitantes de Acteal, que temen represalias de los liberados por la Corte. Pero el jesuita peruano Ernesto Cavasa les dio una luz de esperanza. Les contó el caso de su país, donde se formó una comisión para investigar las desapariciones ocurridas desde 1985 al año 2000, en la guerra entre el gobierno y Sendero Luminoso.
“Pensábamos que eran como 10 mil, pero nuestra sorpresa es que la comisión integrada por miembros de la sociedad civil encontraron que eran muchos más, cerca de 80 mil, que habían descubierto en fosas comunes clandestinas. No nos habíamos dado cuenta del número de muertos porque la mayoría eran campesinos pobres, indígenas indefensos, perdidos en la montaña”, dijo el provincial de los jesuitas para América Latina.
Recordó que ante ese descubrimiento se organizó la sociedad civil y exigió castigo a los responsables intelectuales. Frente a la pregunta: “¿Quién estuvo detrás?”, dijo, se llevó a cabo una investigación que duró años.
Hoy, esos responsables están en la cárcel, añadió el padre Ernesto, y mencionó al líder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán; el presidente de entonces, Alberto Fujimori, así como Baldomero Montesinos y el general Nicolás Hermoso.
“Se puede llegar hasta el final, con trabajo paciente, se puede llegar hasta los últimos responsables”, dijo esperanzado.
La ceremonia, que se alargó tres horas, terminó con una danza de los indígenas tzotziles a sus muertos, a quienes llaman “mártires”, en el sentido estricto de la palabra, es decir, “testigos” de una causa aún pendiente, como es la justicia para los indios de México, que representan a 15 millones en todo el país.