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1. El presidente informó a la nación que la crisis económica que vivimos ocurre principalmente porque nuestra economía está enganchada a la de Norteamérica. Al Norte van la mayor parte de nuestras exportaciones, dijo, y del Norte nos llegan las remesas de nuestros exiliados.
Lo que el presidente no informó es por qué esto sigue siendo así en pleno tiempo de la globalización económica mundial. Por qué Brasil, por ejemplo, y para tocar a un país que nos hace palidecer de envidia, sí ha salido al mundo para participar en la globalización, mientras nuestro gobierno está sentado, mirando pasar la globalización como un tren distante.
Hoy 80% de nuestras exportaciones siguen siendo al Norte, como hace 30 años, mientras hoy Brasil, gracias a una activa política exterior, exporta a China y a India más que a Norteamérica. En consecuencia, este año nuestro PIB decreció 10% mientras el PIB de Brasil sólo decreció 1.5%.
El presidente no lo informó y debemos suponer que su gobierno fue presa de la misma enfermedad que los dos gobiernos que lo antecedieron. El pasmo ante la globalización del resto del mundo.
2. El presidente informó de otra de las causas centrales de nuestro desplome económico: El precio del petróleo se derrumbó y eso afectó gravemente nuestras finanzas públicas.
Lo que no informó el presidente es adónde se fueron las ganancias formidables de tres años anteriores, en que el barril de petróleo alcanzó un precio, nunca visto, de 130 dólares. ¿En qué reserva próvida se guardaron? ¿O en qué magnas obras se invirtieron? ¿Con ellas se construyeron cuatro refinerías para asegurar nuestra industria petrolera?
El presidente no lo informó y debemos suponer, con los especialistas económicos, que el gobierno no tuvo un plan para ese excedente de fábula y simplemente se derrochó en el gasto corriente. Un eufemismo para decir que se derrochó en una burocracia aristocrática, cada vez mayor y cada vez con sueldos y privilegios mayores.
3. El presidente informó de las razones éticas y de Estado para proseguir con la guerra contra el narco, pero no habló de su costo económico. Curioso, en un informe centrado en el tema de lo económico, como correspondía a las angustias de la población. Porque la guerra interna sí tiene un costo considerable, un costo directo en pesos y centavos, así como un costo indirecto.
Su costo directo representa un vaciamiento importante de dinero del presupuesto federal en las agencias de la seguridad. Del año 2007 al presente, el presupuesto de la Secretaría de Seguridad Pública se ha incrementado 140%, el presupuesto de la Secretaría de la Defensa Nacional pasó de 32 mil 200 millones a 43 mil 623 millones pesos, el presupuesto de la Secretaría de Marina pasó de 10 mil 951 millones a 16 mil 59 millones de pesos, el presupuesto de la Secretaría de Seguridad Pública pasó de 13 mil 664 millones a 32 mil 916 millones de pesos y el presupuesto de la Procuraduría General de la República pasó de 9 mil 216 millones de pesos a 12 mil 309 millones.
En cuanto a su costo indirecto, habría que contabilizar el desastre del turismo y de la inversión extranjera, espantados por los descabezados, los tiroteos y los secuestros que la escalada de violencia ha traído.
4. Casi al final de su mensaje, el presidente informó lo evidente: para resurgir de esta crisis son forzosas medidas de fondo. Mencionó la apertura a la competencia del sector de las telecomunicaciones. Es decir, el fin de los monopolios del sector, que tanto nos han atrasado y tanto han costado económicamente al país.
Mencionó también un aumento importante de gasto en infraestructura, lo que dará empleos, la cobertura universal de salud y la vuelta a la austeridad en el sector público. Medidas que ojalá se cumplan y ojalá a tiempo de que en su conjunto eviten que la crisis económica se convierta en una revuelta social de los pobres del país.
Informó igualmente otras medidas urgentes, y que sin embargo parecen ahora, a mitad de sexenio, improbables fuera del espacio declarativo. Una educación de calidad. El fin de la opacidad y corrupción en Pemex. Una reforma fiscal estructural.
Es como si para el final de su informe el presidente Calderón hubiera sacado del cajón de su escritorio algunas de las mejores promesas del candidato Calderón. Promesas que en su campaña enarboló con fervor y guardó luego por tres años quién sabe por qué.
¿Por qué las guardó y no las emprendió desde la prosperidad?
Bueno, tampoco eso lo informó el presidente.