Entre Nos–Por Carlos Santamaría Ochoa.

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El equipo de trabajo

¡Qué difícil es encontrar un buen equipo de trabajo! Es algo así como buscar un equipo de fútbol en donde todo mundo haga su trabajo, cumpla con su función en forma eficiente, y que los resultados, por ende, sean buenos.
En la política, como en el fútbol, hay que saber elegir a cada elemento del equipo.
En el balompié de nada sirve, por ejemplo, tener al mejor centro delantero del mundo cuando la defensa es deficiente o el portero no tiene las agallas necesarias para sacar jugadas difíciles; si la media cancha no funciona, difícilmente estarán conectados los que defienden y los que atacan.
En la política sucede casi lo mismo, e inclusive, si en el fútbol cuando los resultados son malos no se castiga a quien comete un yerro sino al entrenador, la historia juzga a las cabezas de cada administración, ejemplos: Luis Echeverría, Gustavo Díaz Ordaz, Ernesto Zedillo, y en el plano estatal: Manuel Cavazos Lerma, Enrique Cárdenas González, Tomás Yarringron Ruvalcaba o Eugenio Hernández Flores, por citar solamente a algunos.
En las administraciones cuentan todos: la secretaria, el intendente, el secretario particular, el asesor, los administrativos, los operativos… todos tienen una función que deben cumplir.
Eugenio Hernández Flores, gobernador de Tamaulipas, tiene en distintos puntos estratégicos a gente en la que confía y es la que trabaja arduamente para dar forma a los proyectos políticos que se convierten en administrativos o materiales. El gobernador sabe de la capacidad de sus elementos.
En política, por ejemplo, ha confiado en gente que sabe hacer su tarea: Ricardo Gamundi ganó de todas, todas, y eso es eficiencia; en administración, Manuel Muñoz Cano ha demostrado ser un elemento disciplinado, eficiente, trabajador y capaz de enfrentar cualquier reto. El secretario de Desarrollo Social se ha mostrado con un hombre bueno, eficiente y leal.
Así hay muchos. Algunos son secretarios, otros, subsecretarios, jefes o delegados. En algunos casos, son “simples” secretarias las mejores del equipo, porque son las que sacan el trabajo. En la Presidencia Municipal de Victoria hay un claro ejemplo de ello: una mujer cuya eficiencia nos lleva a pensar que podría manejar todo lo de la oficina. Hay de ese tipo de personas, aunque también… hay otras que no tienen idea de lo que es trabajar, ser leal o ser honesto.
En todos los equipos de trabajo hay quien se quiere pasar de vivo y no hace su tarea, aunque, afortunadamente para nosotros, en la entidad hay más buenos que malos, y los resultados están ahí, todos los días, y nos reafirman que no nos equivocamos cuando votamos por la actual administración.
Pero, ¿qué tan importante resulta el buen equipo? Si usted llega a tener a una secretaria déspota, grosera o conchuda, la gente se llevará una pésima imagen de quien encabeza la responsabilidad. Recordamos cuando un amigo de un ex rector se lo encontró por la calle y no lo quería ni saludar; “¿Por qué no me has ido a ver?”, dijo el rector, a lo que el amigo contestó: “He ido siete veces, pero tu secretario dice que no me puedes atender”.
A veces, la iniciativa equivocada de un colaborador echa abajo la labor política de un servidor. Un secretario particular ineficiente mata a quien tenga aspiraciones de crecer. Gobernadores cuentan en ocasiones con elementos tan valiosos que inclusive los envidiosos dicen que ellos son los que manejan la oficina. El caso es que, cuando todo sale bien, nadie se acuerda del entrenador, y cuando el equipo pierde, piden su cabeza.
La política es igual.
Claro, no podemos dejar de reconocer que se han hacho cosas muy interesantes, que hay elementos valiosísimos que pueden aspirar a la sucesión como el caso de Miguel González Salum, Rodolfo Torre, Manuel Muñoz, José Manuel Assad y muchos más quienes, en forma silenciosa, han hecho lo que les corresponde desde su responsabilidad.
Decía un amigo que el mejor entrenador es el que no se nota, el que no es protagónico y es capaz de conformar un buen equipo. En política es igual: si usted no tiene un buen equipo, su inteligencia o buenos deseos no se verán reflejados, y por el contrario, si su equipo tiene la suficiente calidad, le harán sobresalir aunque a veces no lo merezca.
De ahí la importancia de cuidar los mínimos detalles, esas personas que no tienen idea de cómo contestar una llamada telefónica o los que no saben cómo tratar a quien pide audiencia, son a veces, los más dañinos del equipo, y la verdad, no se vale que si todos se están esforzando por sacar avante un proyecto, uno de esos trabajadores menores eche a perder el trabajo colectivo.
Es como si el utilero no pusiera agujetas en los tachones, así de simple.
El buen entrenador debe ser capaz de captar a esos pequeños elementos ineficientes que no saben gestionar una audiencia, que no saben contestar, que son mentirosos y flojos, porque esos son los que realmente hacen mucho daño, al proyecto político de su jefe, pero también el país.
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