JENARO VILLAMIL/CNDH, la finta y Plascencia

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PROCESO.COM:

MÉXICO, D.F., 10 de noviembre (apro).- Horas antes de que el Senado de la República eligiera por 78 votos al primer visitador de la CNDH, Raúl Plascencia, como sucesor de José Luis Soberanes, una voz de las altas esferas del gobierno federal le dijo al exabogado general de la UNAM, Luis Raúl González Pérez, que no se preocupara, que el PRI y una parte del PAN “transitaban” –eufemismo parlamentario para decir que darán su voto a favor– con su candidatura.

El primer sorprendido de su pobre votación final, horas después de una jornada de intenso cabildeo, fue el propio González Pérez. De haberse sentido el nuevo presidente de la millonaria comisión –con un presupuesto anual de casi mil millones de pesos– pasó a condición de marginado y engañado de la manera más burda. Acabó con sólo dos votos a favor.

Todavía la mañana del pasado jueves 5, diversos columnistas que se precian de ofrecer “trascendidos de buena fuente” dieron por un hecho la elección de González Pérez.

¿Qué sucedió entre la mañana y la tarde de ese jueves lleno de signos ominosos en el Senado de la República? La historia está por reconstruirse, pero todo parece indicar que Plascencia era el verdadero candidato de una singular negociación previa entre Los Pinos, el jefe de la bancada del PRI en el Senado, Manlio Fabio Beltrones, y el propio José Luis Soberanes, que se aceleró con la discusión del paquete fiscal y la finta de los senadores del PRI de votar en contra del incremento al IVA.

Plascencia fue blindado para que llegara a la CNDH, en cualquiera de los escenarios posibles. Aquí hay una razón fundamental: Plascencia fue el único de los tres candidatos provenientes del equipo de Soberanes (Mauricio Farah Gebara y Javier Moctezuma fueron los otros dos) que no renunció a su posición como primer visitador de la CNDH. ¿Por qué? De acuerdo con la ley orgánica de la comisión, ante la ausencia del presidente, es el primer visitador quien asume la conducción de la CNDH.

Ello obliga a una especulación lógica: desde el inicio de la contienda por elegir al sucesor de Soberanes, los grupos de poder involucrados en el control de la comisión perfilaron la continuidad, y ante la posibilidad de que si ninguno de los otros dos “delfines” de Soberanes obtuviera los votos suficientes en el Senado (un mínimo de 78 votos), entonces Plascencia automáticamente asumiría la presidencia, al menos con carácter interino.

El hecho de que Plascencia contendiera con la ventaja que dan los recursos públicos de la CNDH y el “acarreo” institucional, fue ampliamente criticado durante su comparecencia. Lo que muchos observadores y senadores ignoraron era que él estaba “blindado” contra una posible derrota, por eso no renunció a la primera visitaduría, aun cuando esto le acarreó todas las críticas posibles.

La otra operación importante para garantizar el ascenso de Plascencia fue la “Operación Torniquete” que se aplicó al interior de la bancada del PAN, formada por 51 senadores, la más numerosa de los 128 legisladores que conforman la Cámara alta.

Plascencia no estaba en la terna que discutió la bancada de Acción Nacional durante la mañana del jueves 5. Aparecían, sí, Ricardo Sepúlveda, excolaborador del senador Santiago Creel en la Secretaría de Gobernación, así como Luis Raúl González Pérez. Y por lo menos cinco panistas apoyaban la candidatura de Emilio Álvarez Icaza, a pesar del veto de la jerarquía eclesiástica.

Algunos senadores panistas vetaron a Guadalupe González Morfín porque durante su comparecencia no fue lo suficientemente explícita en contra del aborto.

De última hora y por instrucciones de Los Pinos, Gustavo Madero, coordinador de la bancada panista, dijo a sus correligionarios que era necesario incluir a Plascencia, que la candidatura de González Pérez se había “caído” (otro eufemismo legislativo para indicar que ya no era el “tapado” de Los Pinos).

La orden de votar a favor de Plascencia se articuló al mismo tiempo que desde la SCT y desde la presidencia de la República se presionaba a los senadores del PAN para que modificaran su voto y aprobaran el transitorio del artículo 244-E de la Ley Federal de Derechos, que exenta por dos años a los nuevos competidores en la telefonía celular.

Al parecer, sólo cinco senadores del PAN no acataron la instrucción de Calderón y votaron por Emilio Álvarez Icaza. En la bancada del PRI, sólo dos legisladores no apoyaron a Plascencia. Uno de ellos, el hidalguense Jesús Murillo Karam, secretario general del PRI, fue de los pocos que mostró su voto (los demás sufragaron de manera secreta).

Todas las promesas de transparencia y auténtica auscultación para elegir al nuevo ombudsman fueron demagogia. De antemano, se había decidido que el grupo formado por Soberanes continuara al frente de la CNDH.

La primera en advertir de la negociación cupular fue la senadora Rosario Ibarra de Piedra, presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Senado. Indomable, la fundadora del Comité Eureka, con una historia de casi cuatro décadas de defensa de los desaparecidos, desafió el acuerdo previo entre Beltrones, Soberanes y Calderón.

Ibarra resultó muy incómoda. Pero tuvo razón desde el principio: se trata de soberanizar y salinizar, en buena medida, a un elefante blanco que no ha logrado demostrar hasta ahora que su prioridad son la defensa de los derechos humanos y no el botín presupuestal que representa.

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