ENTRE NOS

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Por Carlos Santamaría Ochoa.

Las playas: cesión ilegal

Resulta por demás increíble que sucedan cosas tan extrañas como el hecho de que particulares se apropien de lo que por derecho nos corresponde a los mexicanos. Uno de esos grandes tesoros, sin duda alguna, son las playas, y en Tamaulipas tenemos la nada despreciable cantidad de 420 kilómetros con ese encantador panorama: arena, agua, sol y olas.
La playa constituye uno de los grandes paseos: en esta temporada de Semana Santa, miles de personas acceden a nuestros puntos turísticos por excelencia: Bagdad, Barra del Tordo, La Pesca, Carbonera y Miramar, entre muchos otros puntos.

Cabe destacar que el complejo turístico que impulsa el gobernador Eugenio Hernández Flores constituye un gran esfuerzo por que haya más puntos de explotación turística, todo, encaminado a que se pueda tener mayor ingreso tanto a nivel oficial como de los habitantes de estas zonas, como también cuidar el aspecto ecológico que tan golpeado ha estado en las últimas décadas en todo el mundo.

La contaminación y demás problemas como la inversión térmica y lo que hace el ser humano por destruir al planeta, pasan factura, tarde o temprano.

Sin embargo, en Altamira, junto a Madero y Tampico, la empresa Dupont tiene secuestrada una playa, conocida como Dunas Doradas, y habitantes de la colonia Nuevo Madero han hecho llegar sus inconformidades al alcalde Héctor Villarreal, porque avala con su falta de energía el que un kilómetro y medio de playa esté en poder de la empresa en mención.

Recordemos, las playas son propiedad de la Nación y no pueden entregarse en propiedad a ninguna empresa. Desconocemos si exista la figura mañosamente legalizada del “comodato” o algo por el estilo, que seguramente fue creada cuando aquel dirigente petrolero apodado “La Quina” dispuso de la zona sur de la entidad y regaló a sus incondicionales y uno que otro delincuente, partes de nuestro patrimonio: las playas.
Hoy, hay muchas casas de ex petroleros y de potentados que tienen “playa privada”. Este término no debiera existir legalmente.

Los cuates de Dupont, según los quejosos, están “trabajando” y no permiten el libre acceso a la playa. Hemos escrito antes que en Europa, y específicamente en Galicia, la Xunta –Gobierno- ordenó la demolición de residencias, quintas y hoteles que se construyeron en el litoral gallego, para dejar libre lo que es patrimonio de sus ciudadanos. Las inconformidades surgieron, pero el gobierno gallego se sostuvo y hoy están libres de propiedades privadas, o al menos, su enorme mayoría.

El alcalde de Altamira dijo que la playa Dunas Doradas es propiedad privada, y que año con año el particular al que pertenece, durante esta temporada de Semana Santa permite el acceso a los habitantes de Altamira, y como opción se sugería la entrada a la playa de Petroquímicos.
¿De qué se trata?
¿Cualquiera puede tener su playa? Los vicios de La Quina y otros tipos abusivos que hicieron lo que quisieron con las leyes deben de terminar.
Se entiende que las empresas se deben cuidar, más ahora que vienen tiempos difíciles cuando la recesión obliga a algunas al cierre, y a otras, a recortar sus actividades, propiciando un estrangulamiento en la economía local.

El gobierno tamaulipeco ha promovido empresas para captar fuentes de empleo, ingresos e infraestructura, y por otra parte, ha fomentado también el crecimiento de la infraestructura hotelera, sin embargo, consideramos que debe hacerse algo al respecto, porque duele llegar a Miramar, ese rincón del paraíso tamaulipeco ubicado en el municipio de Madero y ver construcciones del lado de la playa.

Insistimos, en España, las construcciones y hoteles están, por decirlo así, del otro lado de la calle, es decir, la playa está completamente libre; en ellas solo hay servicios para bañarse que son gratuitos, sanitarios y punto, aunque algunas tienen sistema de alumbrado. No hay más.
Lo que es negocio, se encuentra en la otra parte.
¿Será muy difícil hacer lo mismo?

Todavía se puede recuperar el terreno que es patrimonio de todos, y nuestro “cachito” de playa debe ser respetado, para que, cuando lleguen días como los que vivimos en esta Semana Santa, podamos ir a ensuciarnos con la arena, a batallar con el aire y la brisa marina, a sufrir una que otra revolcada por una atrevida ola o a tener que padecer las quemaduras del sol por excesiva exposición.

También, podemos llegar a disfrutar de las maravillas que significan el vivir un momento, días, horas, minutos o segundos, en una de nuestras maravillosas playas tamaulipecas.
Hay que poner orden, aunque entendemos que esto es competencia del gobierno federal que no ha sabido ganar la autoridad y respeto de quienes infringen sus leyes.
Ojalá recuperemos las playas, por el bien de todos.
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