Los partidos “de antes”
Cuando uno habla de las cosas de antaño se le cataloga como “viejito”, “ruco” o algo por el estilo; añorar las cosas buenas no es de viejos, sino de gente que tuvo –o tuvimos- la oportunidad de vivir aspectos muy agradables, positivos o que han dejado una imborrable huella para bien en cada uno de nosotros.
Y en los partidos políticos, muchos añoran los tiempos en que los viejos militantes eran realmente militantes, que la gente defendía su ideología y postulados, y no como sucede hoy con muchos de nuestros “políticos” que sueñan con el poder, sea la forma que sea, y además, a través del partido o instituto que sea.
Lo anterior valida sin lugar a dudas la necesidad de que existan candidaturas ciudadanas, pero ciudadanas en serio, que al margen de estos grupos que se han dedicado a vivir de un inmenso e insultante presupuesto dispuesto por las autoridades y que se malgasta en lujos de unos cuantos, y para esto, aplican absolutamente todos los dirigentes, sin escapar alguno, porque aunque unos cobran con la derecha y otros con la izquierda, hay quienes lo hacen con ambas manos, pero todos cobran.
Decía aquel refrán que “el que no corre vuela, y el que no se arrastra, pero todos llegan”.
Imagine el lector que hoy existe cierta persona en algún partido político que bien pudiera llamarse Francisco Javier, Loncho, Magdalena u otro nombre que posiblemente coincida con la realidad que vivimos en Tamaulipas; los otros estados se encuentran igual: ya ve un tal Malova que hoy busca ser gobernador y otros más, en Puebla o Oaxaca, que han traicionado su vida de lujos y vilipendios a cambio de la voraz idea de ser gobernadores, porque suponen, y eso lo ponen de manifiesto con su mentalidad, que llegarán a tener el poder suficiente para ser poderosos, ricos e inmensamente felices, sin tener en cuenta que lo anterior no otorga necesariamente la felicidad.
Ya ve lo que sucede en el sur de Tamaulipas: una respetada figura política, priísta de toda la vida, hoy juega con Acción Nacional para ser alcaldesa. Imagine la vergüenza que sentirán sus familiares cuando los vean y les digan que tienen en el seno de su familia a quien traicionó sus ideales a cambio de un par de caprichos.
No podemos dejar de pensar en el currículum de la profesora, quien también, seguramente, en los últimos años de su vida ha cobrado sin trabajar como tal, dado que se encuentra inmersa en la política como muchos otros que son “comisionados” a nada.
Cuando alcanzó posiciones, no hubo problema, pero cuando hubo que disciplinarse, y en el ocaso de su carrera, pensó que sería el último tren de la vida y traicionó su forma de vivir y de pensar.
No podemos dejar de considerar que la ideología del PAN, PRI y PRD son muy distintas, al menos en el papel, y que quien las sigue al pie de la letra no podría de ninguna manera traicionar a su grupo e irse a otra parte.
Sucedió con Cuauhtémoc Cárdenas: se fue cuando tuvo una vida llena de privilegios y lujos. Dijo alguien: “es que se arrepintió de haber vivido del sistema”, pero no dijo que arrepentido y toda la cosa, nunca regresó lo que el sistema le había otorgado por el beneficio de ser el hijo de quien es.
Hoy nos da verdadera náusea ver la manera en que institutos como el PAN o Convergencia se prestan a este tipo de juegos y en aras de conservar la ubre, perdón, el registro, toman a cualquiera por candidato, en una “pepena” grosera, salvaje e inmoderada.
Están subastando candidaturas, al cabo que, aunque no ganen, con que el partido mantenga su registro es suficiente para seguir pegado a la ubre presupuestal oficial.
Esa es la nueva ideología que, seguramente condenaría Colosio, o Gomez Morín y el mismo Maquío, por solamente citar a algunos.
Hoy, los partidos se han convertido en un circo lleno de farsantes y de gente que incumple sus promesas y compromisos.
Mire que no haber castigado a grandes hampones que se han enriquecido a costa de un cargo público, se considera una responsabilidad compartida por todos, y una falta de probidad que no merece México.
Un viejo victorense decía: “voy a tener que votar por tal”, a lo que se le cuestionó: “¿Por qué, si no es de su agrado?”, y contestó: “porque lo postuló el PRI, y yo soy priísta de toda la vida”.
Esos militantes hacen falta, porque para ello se llevan a cabo los procesos internos, pero muchos, con la idea de que, si en el mencionado proceso interno no son favorecidos, se van a otro partido, imagine el lector lo que nos pasará si llegan a ganar.
Hay que sumarse a la fórmula que defiende nuestra forma de ser, dejar de ser convenencieros, no jugar el papel de chaqueteros y traidores, y ser un poco dignos.
Las alianzas y esas cosas, el cambio de piel, desde nuestra óptica, son la justificación para que usted o yo podamos postularnos sin necesidad de un partido, porque ya no garantizan seriedad, ¿no lo cree así?
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