Los Juniors de la política

Mucho gusto nos da a los aficionados al fútbol saber que Javier “Chicharito” Hernández ha tenido un reencuentro con el gol, y qué mejor que contra el equipo mejor del mundo: anotó al real Madrid y se reivindicó con sus directivos.

Lo mismo sucede son los miembros de la clase política que están, muchos, en la fría banca producto de sus errores, de la grilla que se desata en contra de ellos, de la falta de cercanía con el que manda, o simplemente, de la falta de condición para enfrentar la realidad.

La diferencia es que Javier Hernández nunca deja de luchar por sus objetivos y es honesto: cree que el esfuerzo tiene su premio tarde o temprano… por eso se dedica al fútbol y no a la política.

En el ámbito político, muchos son los personajes que insisten en eternizarse en cargo alguno: ya fueron diputados locales o federales, delegados de algo, secretarios o subsecretarios, y nunca pensaron en sus orígenes, cuando esos fósiles del sistema no los dejaban llegar. Urge que se permita que llegue sangre nueva, pero de esa que tiene los “nutrientes” políticos para lograr convencer y no esos muchachos que tienen en sus genes la más vieja de las formas de sangre y tipos: los que piensan que por llevar un apellido tienen habilidades políticas; cuán equivocados están ellos y sus padres y padrinos que insisten en incrustarlos en nominas insultantes para que vivan sin merecer lo que tienen por su falta de capacidad.

Somos de la idea de que los institutos políticos deben renovarse cuanto antes y no esperar la debacle típica de cada caída: viene a la memoria los miembros de la izquierda tamaulipeca de los ochentas y noventas que pasearon por todos los cargos y puestos habidos y por haber. Hemos saludado a uno de ellos hace días, y hoy se dedica únicamente a su vida productiva; otro, a vivir de sus aviadurías, pero ya dejaron la política por la paz: hoy, hay nuevos elementos que a fuerza de ser sinceros, son más malos que los de antaño.

Entonces, si realmente se quiere recuperar esa enorme cantidad de espacios perdidos, es tiempo, sinceramente, de echar una vista a los nuevos cuadros, a los muchachos que tienen ideas revolucionarias y progresivas; apoyarlos con la experiencia de los viejos y los que saben. Tienen grandes personalidades como es el caso de don Enrique Cárdenas González, que, estamos seguros, nunca negaría un consejo a los chicos.

Hay otros grandes políticos triunfadores, pero para llegar a ellos hay que sacudirse los complejos y pensar en ganar con los mejores, con la idea de que será un grupo unificado en torno a su partido y no verlo como la competencia ente ellos mismos.

Las luchas internas acaban los proyectos a una velocidad increíble.

Pero para que esto funcione, hay que tener, en primera instancia, la humildad de reconocer que necesitamos de los demás en una lucha partidista, y en segunda y quizá la más importante: olvidarnos que los hijos son los herederos de las plazas y cargos, diputaciones y demás.

Dejemos que ellos hagan su camino como lo hicimos todos nosotros. No nos convirtamos en una extensión de nuestra vida a través de ellos. Tienen que caminar y aprender a tropezar, porque si no los soltamos para que caminen solos, les hacemos un terrible daño a ellos y a los que están junto a ellos, al partido y a la sociedad en general.

Dejemos a un lado el apoyo a los juniors que creen que son políticos y no se bajan de sus autos de lujo o de ir a restaurantes de costes demasiado elevados: dejemos que se den “baños de pueblo” que aprendan a tratar a la gente sin prepotencias ni amenazas de cesar a quien les quiere hacer entender que hay una ley.

Hagamos de ellos personas respetuosas a sí mismas, a la sociedad, a los que estamos trabajando por llegar. No echemos a perder a los hijos de esa manera.

Y tampoco echemos a perder al partido que nos ha llevado a tener lo que tenemos, muchas veces, sin merecerlo.

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