La encuesta: 50%: “más sueldos y prestaciones en gobiernos del PAN que en anteriores”
Me parece que a nadie sorprende que 9 de cada 10 entrevistados opinen que el tamaño de la cuchara con la que se despachan nuestros respetadísimos legisladores es absolutamente desproporcionado, y que 8 de esos 10 opinen también que las remuneraciones que reciben quienes cobran en el gobierno federal están muy por arriba de lo que en realidad se merecen, mucho más de lo que, en opinión de 50% de los entrevistados, cobraban en tiempos del PRI, que ya es decir.
Por lo visto, eso de la “honrosa medianía” a la que aludía el Benemérito de las Américas no reza con nuestros actuales representantes populares ni tampoco con los distinguidos funcionarios que despachan en las oficinas federales, los cuales cobran como si nos estuvieran haciendo el favor de tener al país hecho una porquería, porque o son unos cínicos irredentos, o están tan ciegos que de verdad no ven que la calidad de su trabajo deja mucho, pero muchísimo que desear.
En circunstancias de bonanza quizá la sobrevaloración que los funcionarios públicos y representantes populares hacen de su trabajo no sería tan insultante para la opinión pública como lo es hoy, cuando vivimos una de las peores crisis económicas de la historia reciente, con una tasa de desempleo abierto enorme, con un sistema de procuración e impartición de justicia prácticamente inexistente, y en medio de una crisis de seguridad pública como no se veía desde tiempos revolucionarios, índices de Eduardo Medina Mora mediante.
La decisión del diputado Gerardo Priego de devolver los “sobrantes” en boletos de avión y otras menudencias, y la cínica respuesta del diputado Juan José Rodríguez Pratts de: “no tenía autoridad moral para hacerlo”, han abierto la caja de Pandora, donde el descontento general empieza a soltar los efluvios de su indignación.
La exigencia del diputado electo Porfirio Muñoz Ledo, de que se haga una auditoría general a las finanzas de la legislatura que acaba, promete llevar el asunto a proporciones mucho mayores; claro que primero tenemos que ver que los diputados que entran se resignen a renunciar a las jugosas prestaciones de que gozaron sus antecesores, lo cual nos hablaría de un compromiso social y una estatura moral que, disculpen el escepticismo, nada hasta ahora indica son capaces de tener. ¡Ojalá me equivoque!



